Este era uno de esos momentos en los que más necesitaba a una madre que estuviera a mi lado, que me protegiera y me diera consejos, pero la muerte no lo quiso así.
Estaba en la entrada del hospital esperando a que saliera Ofelia, salió luego de unos segundos.
—¿Hija, estás bien? —dijo Ofelia, se notaba preocupada.
—Estoy un poco nerviosa todavía —dije seria.
—Bueno vámonos, hoy dormiré en tu casa —me sujetó la mano— ¿Dónde está tu auto? Yo conduciré.
—Está por allá —le señalé.
Caminamos hacia donde estaba el auto, sentía la extraña sensación de que alguien me estaba persiguiendo.
—Dame la nota que encontraste, debemos llevarla a la policía para que la examinen —dijo Ofelia.
—¿La nota? —mordí mi labio inferior.
—Sí, la que estaba pegada en el auto.
—Es que la rompí y la tiré. Estaba asustada.
—¿Porqué lo hiciste?—se agachó intentando ver si encontraba la nota— súbete al auto —suspiró— ya veré qué hacemos.
Nos subimos al auto y luego de atravesar la interminable presa de autos, por fin logramos llegar a casa. Lo primero que hice fue tomar una ducha, logré relajarme por un momento
Salí y Ofelia estaba dormida en el sillón de la sala de estar.
—Ofelia —dije mientras la sacudía suavemente para que despertara.
—bostezó—
—Porqué no duermes en la habitación de papá, es más cómodo allí.
—Muchas gracias querida, tú ya vete a descansar, por lo que escuché tendrás un día muy cansado mañana en el hospital —sonrió, tenía cara de dormida.
—Sí, debo despertarme muy temprano. Entro al hospital a las 5:00 a.m. —dije mientras me retiraba hacia mi habitación.
Busqué mi celular y puse muchas alarmas, desde las 3:30 a.m. Hasta las 4:30 a.m. Mañana era un día muy importante y no podía faltar al trabajo.
La noche era fría y lluviosa, no me costó mucho trabajo cerrar los ojos y dormir, a pesar de que me sentía insegura al principio, poco a poco empecé a perder el miedo que tenía.
Luego sentí la sensación de que el sol me estaba pegando en el rostro, así que abrí mis ojos y me di cuenta que mi alrededor era diferente, era de día y lo único que lograba observar eran árboles. Empecé a caminar y logré ver una cabaña, ¿Acaso estaba en Tanburg?
—¿Abogada Watson? Por fin apareció —escuché una voz a mis espaldas.
Me volteé y vi que era un hombre, muy elegante y vestido de traje.
—¿Quién eres? —pregunté asustada.
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Tanburg
Ciencia Ficción¿Te imaginas poder vivir en un mundo que realmente no existe? Layla Watson, de veinte años, es una joven doctora cirujana. Vive con su padre August, de cincuenta años, un reconocido escritor de los años ochenta que actualmente tiene una relojería en...