Capítulo 39

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Apreté más fuerte el acelerador y manejé a toda velocidad, estaba muy nerviosa y asustada, lo que me hacía perder el control del volante y conducir en zigzag, estaba aterrada de poder tener un accidente. Constantemente miraba por el espejo retrovisor para ver si lograba perder al hombre gordo y corpulento que me perseguía, pero aquello parecía imposible.

Decidí introducirme en un atajo que había visto por internet, sabía que sería peligroso, pero era la única salida que me quedaba. Luego de dar muchas vueltas, miré al retrovisor y por fin había logrado perder al misterioso sujeto, ya no lo veía. Estaba muy aliviada, pero ahora no sabía dónde estaba yo.

Miré a mi alrededor y me di cuenta que estaba cerca de mi destino, lo supe por que de largo veía una plaza, por suerte no estaba perdida. Seguí conduciendo hasta llegar al lugar que parecía ser la Plaza de los Recuerdos, lo comprobé al ver el gran cartel ubicado a lo alto que contenía su nombre.

Era un lugar muy extraño, en él habían muchísimas personas reunidas, la mayoría eran adultos mayores, morenos, de baja estatura y con cabellera canosa. Se encontraban vestidos con grandes batas largas de diversos colores y parecían estar llorando desconsoladamente mientras caminaban sin rumbo dando vueltas en círculos por toda la plaza. Al mismo tiempo, repetían en voz alta varias palabras en un idioma extraño, como si se tratase de un conjuro o una mismísima brujería, hasta el punto de sentirme muy asustada.

Un fuerte golpe en la ventana de mi auto hizo que mi corazón palpitara con aún más intensidad. Sabía que en este lugar no la pasaría bien...

Volteé mi mirada hacia la parte trasera del auto y miré por la ventana rogando porque no fuera el hombre de hace unos minutos. Respiré aliviada al ver que no se trataba de él, pero me asusté al mirar que eran muchos ancianos llorando y maldiciéndome mientras golpeaban mi auto.

Se acercó una mujer de cabello negro y rizado, labios muy rojos como la sangre y que llevaba puesta una bata larga negra, salió de una pequeña casa de madera con una rama de hojas en sus manos espantando a los ancianos que estaban alrededor de mi auto. Al ver que todos se habían ido, bajé para darle las gracias a esa mujer.

—Muchísimas gracias señora, no sabe lo mucho que le agradezco. Estaba muy aterrada.

—No hay de qué niña. Te ves muy linda y joven como para andar por estos rumbos tan sola.

—Es que estaba buscando a alguien, tal vez usted la conoce, es Madame Escarlata —le dije esperando que ella supiera de su ubicación.

—Hay querida —comenzó a reírse.

—¿Qué tiene de gracioso? —pregunté extrañada y algo incomoda.

—Mírame bien. Estás frente a la grande, única y bella Madame Escarlata.

—Oh, discúlpeme Madame. Soy Layla Watson, tenía una cita con usted.

—Pero la cita es más tarde cariño. —Se quedó mirándome de pies a cabeza, algo me que incomodó mucho—. Pero no importa, pasa.

Me invito a entrar a su lugar de trabajo y residencia. Al abrir la puerta, un fuerte aroma a brujería se introdujo en mis fosas nasales, después fue el ruido de las campanillas ubicadas en la entrada de la puerta que se adentraron en mis oídos. Era un lugar muy oscuro, tan sólo unas cuantas velas lo iluminaban, haciendo que el aspecto del lugar fuera más terrorífico. Miré hacia las paredes, éstas contenían cráneos humanos.

—¿Esos cráneos son reales? —pregunté asustada.

—No sé, seguro que sí —habló relajada—. Siéntate allí para empezar con la consulta, voy por unos objetos.

Miré el asiento y era una pequeña silla de madera vieja que estaba frente a una mesa. Primero la probé para ver si estaba en buen estado, al comprobarlo tomé asiento y me quedé esperando a que Escarlata volviera.

No tardó mucho en volver. Al regresar, traía consigo una copa de vino, un reloj de arena, unas cartas de ajedrez y otros objetos extraños.

—Muy bien, comencemos. —Tomó asiento en su trono color rojo con adornos de diamantes dorados, rojos y jades—. Tu padre ya había hablado conmigo sobre esto, por lo que estoy muy enterada de todo lo que pasó con tu madre, pero no lo que ha pasado contigo —lamió su dedo y luego lo paso por las cartas.

—Sí, bueno, no sé por dónde empezar... son tantas cosas —tragué saliva.

—Vamos a dejar la cita hasta aquí, en unos minutos continuamos.

—¿Pero por qué? Si acabamos de comenzar —fruncí el ceño.

—Porque recibirás una llamada muy importante y deberás contestarla.

—Sí, claro —hablé sarcástica.

Luego de unos segundos, mi teléfono celular comenzó a sonar, estaba recibiendo una llamada.

—Te dejo a solas, cariño —aclaró su garganta para darme a entender que ella tenía razón.

Miré mi celular y vi que la llamada era de Lisa, así que contesté para ver qué quería.

—¿Qué quieres Lisa?

—¿Layla? ¡Qué bueno que contestas! —habló aliviada.

—¿Por qué, qué ocurre?

—Mira, son buenas y malas noticias.

—A ver, dime.

—Ya nos enteramos de lo que sucedió con tu padre, que realmente fue asesinado. La policía vino a investigar a la comunidad para recolectar pistas sobre la tarde del día anterior al que murió tu padre y de la mañana del día de su fallecimiento.

—¿Y qué lograron recolectar?

—Debes tranquilizarte con lo que te voy a decir, respira tranquila y...

—¡Ya dime qué pasa Lisa! —interrumpí mientras gritaba.

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