Seguí a Abraham hasta su oficina, me di cuenta que Lisa también nos había seguido.
—Lo siento señorita, yo solamente llamé a Layla —dijo Abraham mirando a Lisa.
—No veo el problema que esté aquí, yo soy muy amiga tanto de Layla como de Mario —habló Lisa con su tono de voz elevado.
—Es algo muy personal, señorita —repitió Abraham— cuando sale cierra la puerta por favor.
Lisa salió enfadada y cerró la puerta. El silencio abundó durante unos segundos en la oficina del policía, hasta que él tomó la iniciativa de hablar.
—Lamento mucho lo sucedido —expresó en tono triste.
—Aún no me lo creo, quién iba a pensar que hace tan sólo unos meses se libró de la muerte y hoy se ha quitado la vida él mismo —dije mientras empezaba a llorar.
—Así es la vida de extraña señorita —suspiró.
—Sabe policía, Mario no tenía razones para suicidarse. Esto me parece muy extraño.
—A mí también, es por eso que la cité de inmediato.
—¿Qué pasa oficial? —pregunté.
—Tengo que mostrarle esto —me dio un sobre blanco.
Tomé el sobre, estaba muy nerviosa y mis manos temblaban. Sequé mis lágrimas y lo abrí. Dentro había una hoja finamente doblada, la desplegué y la leí.
Eran pequeños trozos de papel pegados, como si se hubiera roto y la volvieron a armar.
"Para el amor de mi vida.
Layla, mi amor.
Si estás leyendo esto, seguramente es porque ya debo estar muerto.No sabes lo difícil que fue para mí tomar esta decisión, pero aunque no lo creas, lo hice por tu bien.
Lo pensé por mucho tiempo, pero es tanto el amor que te tengo que tuve que pagar tu vida con la mía.
Debes tener mucho cuidado con , sí, aunque lo creas, y protegerte a ti y a tu padre, esa persona tiene muy malos sentimientos. No quiero que les llegue a pasar algo y que haya perdido mi vida en vano.
Perdóname por hacerlo de esta manera y en este día, pero era la única forma en que podía hacerlo.
Sólo te digo que no confíes en nadie, recuerda que nada es lo que parece ni nadie es quien dice ser.
Siempre tuyo por siempre y para siempre.
Mario Schleiden"No pude evitar llorar, acariciaba la nota una y otra vez, estás palabras habían sido escritas por Mario, aunque algo me llamó la atención en la carta. Además la nota parecía que estaba rota y tuvieron que pegarla.
—Abraham, lea usted la nota también — se la entregué.
Pude ver que el se encontraba igual de extrañado que yo.
—Yo ya la había leído, ¿también vio lo que yo vi? —me preguntó.
En la parte de la carta donde Mario me decía que tuviera cuidado con alguien, ese fragmento no estaba.
—Por eso la cité. Es evidente que alguien está detrás de todo esto —dijo Abraham— Encontramos estos trozos de papel tirados en la habitación de Mario, los juntamos y éste fue el resultado. Únicamente el fragmento que ya usted vio es el que hizo falta, le juro que ésta vez si llegaré al fondo de todo esto, de alguna manera lo relaciono con el atentado que sufrió el difunto hace unos meses. Tenga por seguro que yo haré justicia.
Salí de la oficina y afuera estaba Lisa con Ofelia y dos personas más.
—Layla, ellos son los padres de Mario —me dijo Ofelia triste.
—Mucho gusto señorita, soy Hannah Oslo, la madre de Mario —me dio un caluroso abrazo.
—Yo soy Marion Schleiden, padre de Mario.
—Mucho gusto —respondí— no saben lo destrozada que estoy.
—Te entiendo querida, yo acabo de perder a mi único hijo —Hannah empezó a llorar— quién iba a pensar que nuestro viaje acá sería para preparar el entierro de Mario y no su boda.
Empezamos a llorar y así pasamos todo el transcurso de la noche. Realizamos los actos fúnebres, mi corazón estaba destrozado y no podía más.
Luego del sepulcro me fui para mi casa con mi padre a descansar un poco, había estado despierta toda la noche y no me senté ni un minuto para descansar.
—Hija, recuéstate un poco en tu cama. Tienes que descansar —me dijo mi padre, estaba muy preocupado por mí.
—Lo intentaré, aunque creo que no podré cerrar los ojos papá.
Cerré la puerta de mi habitación y me acosté en mi cama. No sabía qué pensar de tantas cosas que pasaban por mi mente, estaba demasiado estresada y me empezaba a sentir enferma.
Mi vista se empezó a nublar y comencé a desvanecerme. Cuando abro los ojos me doy cuenta de que estoy en el parque, estaba completamente cubierto de nieve y había muchas personas reunidas entonando cánticos navideños.
—Feliz día señorita —me dijo un señor y me entregó un papel.
Lo leí y era una invitación para ir hoy a la celebración de navidad en el parque de Tanburg a las 7 de la noche.
Y fue ahí cuando recordé algo: Estaba en Tanburg y hoy era 25 de Diciembre, la fecha de muerte que le asignaron a Tanner.
ESTÁS LEYENDO
Tanburg
Science Fiction¿Te imaginas poder vivir en un mundo que realmente no existe? Layla Watson, de veinte años, es una joven doctora cirujana. Vive con su padre August, de cincuenta años, un reconocido escritor de los años ochenta que actualmente tiene una relojería en...