El cielo estaba oscuro, la noche fría. Las pequeñas cabañas de madera ubicadas a la orilla de la carretera se encontraban iluminadas por una infinidad de colores que salían desde adentro de las casas, parecía que estuviesen preparando distintas pociones en un caldero que reflejaran tantos colores como si de un arco iris se tratase.
Salgo definitivamente de aquella ciudad, me dirigía hacia la comisaría para ver todo este asunto del asesinato de mi padre, pero recordé algo que había olvidado durante algunos días: Los papeles que sustraje de la casa de Alissa.
No sabía exactamente lo que contenían, ni qué pudieran contener, pero algo en el pecho me decía que debía leerlos. Tomo otro camino que me lleve primero a mi casa y en ese instante, una llamada privada entra a mi celular.
—¡Lo tenemos! —contestó aquella persona tras el teléfono.
—¿Quién habla y qué tenemos? —pregunté confundida.
—Soy el policía, Abraham Dalph. Hemos descubierto el caso de su difunto esposo, las notas amenazantes, el asesinato de su padre...
—¿Qué está diciendo oficial? Dígame quién ha estado detrás de todo esto —dije esperando a que me dijera si realmente Ofelia tuvo algo que ver a como me dijo Lisa.
—No puedo decírselo por este medio, debe venir cuanto antes a la comisaría. Es mejor hablar en persona —habló serio.
—Está bien, ya voy en camino.
Unas luces que aparecieron frente a mí repentinamente me provocaron frenar el auto de golpe y hacer que mi celular cayera al suelo del carro.
—¿Bueno, señorita Layla? ¿Se encuentra bien? Se escuchó un ruido muy fuerte —hablaba Abraham preocupado.
No contesté una sola palabra. Frente a mis ojos estaba un destello de luz escribiendo unas letras, o al menos eso parecía. Poco a poco se fueron juntando las letras hasta formar por fin algo que pudiera leer.
"¿Quieres saber el final del libro, querida Layla".
Me quedé helada ante aquella frase, era la misma que mi padre había escrito en la carta, la misma que mi madre había visto. Comencé a sentirme mareada, con ganas de vomitare y un dolor de cabeza incontrolable. Destellos de luz envolvieron mi cuerpo hasta dejarme inconsciente. Sólo rogaba porque no fuera nada malo.
Abrí mis ojos, miré a mi alrededor y vi que estaba en medio de la calle. No había nadie caminando entre la ciudad, algo que me pareció extraño. Miré al cielo y lo vi muy claro, al parecer ya no era de noche, el sol estaba imponente como siempre.
Caminé un poco y logré visualizar a una mujer, venía con traje formal, una camisa abotonada color celeste, una enagua corta pegada al cuerpo color azul oscuro y llevaba puestos unos tacones negros que hacían que cada paso que diera se escuchara con más potencia. Miré el rostro de aquella mujer, me parecía conocida.
Mi mente logró recordar luego de unos segundos, esa mujer fue a la cual le pregunté dónde me encontraba la primera vez que estuve en Tanburg. Eso me provocó un poco de felicidad, si estaba en Tanburg, por fin podría acabar con toda esta pesadilla. Me acerqué a ella y le repetí la misma pregunta de aquel día.
—Disculpe, ¿En qué ciudad estamos?
—Estamos en Tanburg, querida —dijo apurada y se empezaba a marchar, pero se devolvió—. Oye, esto ya había pasado... Tú ya me habías preguntado esto —expresó confundida mientras rascaba su cabeza.
—No, claro que no. De seguro es un dejavú —dije chistosa.
—Sí verdad... —Se quedó mirándome unos segundos—. Bueno, te dejo. Estoy muy ocupada.
Me sentía un poco aliviada, aunque no podía perder tiempo. Estaba en Tanburg, al fin podría resolver este misterio que tantos problemas ha causado en mi vida.
Empecé a caminar por la ciudad, aunque iba sin rumbo. Debía buscar el edificio más alto de Tanburg. ¿Qué iba a saber yo cuál era?
Comencé a desesperarme, ya que parecía que no hubiera nadie más en la ciudad. Entré a una tienda de ropa para preguntarle a las vendedoras sobre el edificio, pero una vez estando dentro, observó que no hay absolutamente nadie allí dentro. Salgo de ese local y entro a un banco, allí es seguro que por lo menos debería haber alguien, aunque sea un guarda de seguridad.
Entro al banco y me sigo desesperando al ver que no hay nadie. Era como si la humanidad se hubiese acabado. No había nadie más en la ciudad a excepción de la mujer que me topé hace unos minutos. Salí cabizbaja del edificio y me senté en una banca que estaba sobre la acera, traté de pensar en el edificio que podría ser el más alto de la ciudad, aunque no tenía la más mínima idea.
Miré el cielo, se encontraba de un tono anaranjado con decoloraciones más claras. El sol estaba por ocultarse, fue en ese momento que mi mente por fin pudo recordar.
¡El edificio del padre de Tanner! Cuando traspasé los bienes de Tanner en la cárcel antes de que muriera, recuerdo que él me contó la anécdota que había vivido cuando su padre abrió el edificio. Era el más alto de Tanburg en ese entonces, y lo sigue siendo en la actualidad.
Me levanté de la banca decidida a buscar ese edificio a como diera lugar, aunque fuese caminando.
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Tanburg
Science Fiction¿Te imaginas poder vivir en un mundo que realmente no existe? Layla Watson, de veinte años, es una joven doctora cirujana. Vive con su padre August, de cincuenta años, un reconocido escritor de los años ochenta que actualmente tiene una relojería en...