Capítulo 34

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Luego de terminadas las obras fúnebres, me dispuse a irme para mi casa. El imponente cielo empezaba a dar la noticia de que la noche estaba cerca, ya que comenzaba a oscurecerse.

—Layla, si quieres puedes quedarte en mi casa para que no estés sola —dijo Alissa.

—No gracias, quiero estar sola.

—Hija, escucha a la señora Alissa. No quiero que te vayas a tu casa sola, quédate conmigo o con Lisa y su madre —habló Ofelia.

—No insistan por favor, quiero estar sola —espeté.

Agradecía que se preocuparan por mí, pero quería estar sola para poder leer la carta de mi padre. No podía resistir sin saber qué había escrito él para mí.

—Está bien amiga, pero cuídate. Recuerda que nosotras te queremos mucho —dijo Lisa.

Manejé hasta mi hogar, mi triste y solitario hogar. Al llegar lo primero que hice fue bañarme rápido, estaba muy estresada y cansada, así que una ducha no me caería nada mal. Salí del baño y me puse mi pijama, miré la hora y vi que apenas eran las seis, así que me fui a la habitación de mi padre.

Revolqué toda su ropa, la tiré sobre su cama y me recosté sobre ella para llorar. Su cálido olor aún permanecía en ella, sentía que estaba viviendo una completa pesadilla. Luego de un rato, me percaté de que ya eran las ocho de la noche, era el momento indicado para descubrir lo que mi padre dejó para mí.

Busqué la carta en mi bolso, estaba muy fría como la oscura noche de ese día. Me fui para mi habitación, me cobijé y recosté mi cabeza sobre una almohada, era la hora de abrir la carta.

Me quedé mirándola un momento, empecé a pensar que tal vez todo esto era una mentira y que Ofelia había sido quien escribió la carta. Sólo había una forma de averiguarlo, y era viendo la carta, analizando la letra para ver si era la de mi padre. Saqué la hoja blanca que contenía por dentro, respiré profundo y comencé con su lectura.

"Para: La mujer que más amo en la vida, mi hija.

Hija querida, no sé por dónde empezar. Hay tantas cosas que quiero decirte, tantas verdades que tienes que saber, pero soy tan cobarde que no tengo el valor de decírtelo; así que tendré que manifestártelo por este medio.

Iré escribiendo esta carta con el transcurso de los días, cuando ya la tenga lista se la entregaré a una persona de suma confianza para que cuando yo me vaya de este mundo, que será muy pronto, esta nota llegue a ti.

Primero que nada quiero decirte que no sufras ni llores por mi partida, ya este era mi momento y no había nada ni nadie que pudiera impedirlo. Ahora sí, siguiendo con la carta hay algo muy importante que tienes que saber.

El libro que estuviste leyendo, Tanner (sí, yo estaba enterado de ello), no es un libro de mi autoría, en otras palabras lo que quiero decir es que ese libro yo no lo escribí. Sólo apareció de la nada en nuestras vidas para arruinarlas de la peor manera, para separar nuestra familia.

La primera vez que ese maldito libro apareció en nuestras vidas fue aquella tarde del veinte de setiembre de 1997. Recuerdo que ese día me fui a trabajar desde muy temprano, me despedí de ti y de tu madre.

Cuando volví a casa a las cinco de la tarde, encontré a tu madre en la biblioteca. Estaba muy concentrada leyendo, así que no quise molestarla y la dejé haciendo lo que más amaba, leer.

Cuando las manecillas del reloj marcaron las diez de la noche, me pareció extraño que tu madre no hubiera venido a la habitación. Por lo general a las ocho ya estábamos durmiendo, así que me dirigí a la biblioteca para ver si fue que se había quedado dormida allí.

Al llegar a la biblioteca, sentí el ambiente tenso y muy frío, algo me decía que cosas malas estaban pasando. Caminé hasta donde estaba tu madre leyendo hace unas horas, pero me pareció extraño no verla. Busqué por cada rincón de la biblioteca y no la encontré por ninguna parte.

Me dirigí hacia la mesa en la que se encontraba leyendo, vi que el libro que tenía se encontraba abierto. Me fijé para ver cuál era y lo que leí me dejo extrañado.

Al parecer estaba leyendo un libro llamado Tanner, que estaba escrito por mí. Algo totalmente falso. Revisé toda la casa y no encontré rastro alguno sobre tu madre, la puerta estaba cerrada, las ventanas también, es como si ella hubiera desaparecido..."

Paré un momento de leer la carta, traté de procesar en mi cabeza lo que había leído. Todo lo que mi padre escribió sobre mi madre me sucedió idéntico a mi, ese mismo día pero de este año había encontrado el libro.

¿Acaso mi madre experimentó lo mismo que yo?

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