Capítulo 38

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—¿Qué está diciendo jefe? —pregunté desesperada.

—Lo siento mucho Layla, pero es la verdad. —Se levantó de su asiento y me mostró el acta de defunción—. ¿Quieres un vaso de agua? —preguntó mi jefe.

—Sí, por favor...

Se retiró de la oficina y me quedé a solas leyendo el documento que indicaba que mi padre había muerto, y también de qué manera. Empecé a leerlo y traía toda la información de su fallecimiento. Había ingresado al hospital de emergencia luego de sufrir un paro en el corazón, se le aplicaron las medidas correspondientes, pero no logró mejora alguna y falleció.

Hasta ahí todo iba bien, hasta que llegué a la parte donde decía que el paro cardíaco fue provocado por una sustancia llamada Potasio, que al ser usada en cantidades anormales, puede provocar una gran corriente eléctrica al corazón, causando muchas veces la muerte, como fue el caso de mi padre.

En el papel se establecía que la última comida de mi padre fue una tarta de manzana, en la cual estaba inyectado el Potasio. Empecé a conmemorar ese día, pero recordé que cuando desperté, mi padre ya no estaba, así que él debe haber ingerido esa comida cuando yo no me encontraba presente. Habían dos posibilidades: En la tarde, el día del entierro de Mario, ya que pasé acostada en la cama y no me enteré de lo que hacía mi padre, o el día de la muerte de mi padre en la mañana, antes de que yo despertara.

Tenía que investigar y llegar al fondo de esto, no podía dejar que aquella persona que le cobró la vida a mi padre anduviera en la calle como si nada hubiese pasado. Mi jefe regresó con el vaso de agua, estuvimos hablando sobre lo que había ocurrido y decidimos que lo mejor sería poner a la policía al tanto de la situación. Estaba por retirarme hacia la comisaría, pero mi jefe me detuvo.

—Espera Layla, hay algo más... —dijo mientras se levantaba de su asiento.

—¿Ahora qué? —pregunté cansada.

—Esto —me entregó un sobre.

Lo abrí y dentro de él había una hoja, la tomé y la leí.

"Uno por uno van cayendo, tú eres la siguiente..."

—La conserje lo encontró cuando hacía el aseo en la habitación donde se encontraba tu padre.

No sabía qué pensar, eran tantas malas noticias seguidas que ya no me impresionaba nada. De alguna manera lo relacioné con las notas que recibía, debían venir de la misma persona. Alguien estaba detrás de todo esto y era mi deber descubrirlo.

Conduje hasta la comisaría y expuse mi denuncia, les entregué la nota que habían encontrado en la sala donde estaba hospitalizado mi padre. Me dijeron que ellos se podrían en contacto conmigo si llegaban a descubrir algo nuevo.

El día había transcurrido más rápido de lo normal, rápidamente pude ver que el sol empezaba a ocultarse en el horizonte, mientras la luna empezaba a pronunciar su llegada, acompañada de una pequeña oscuridad en el cielo y de una brisa de aire frío en el ambiente.

Me dispuse de una vez por todas a encontrar la localidad de Madame Escarlata, busqué su dirección en internet y de ahí me pude guiar hasta llegar a la urbe donde se supone que ella habita. Un gran cartel que rechinaba sin parar, moviéndose de un lugar a otro impulsado por el viento, ubicado en la entrada de la ciudad, rodeado además por cuervos y murciélagos en sus alrededores, me anunciaba con una letra algo desgastada y difícil de leer de que había llegado a la localidad de Bösewicht. Sólo un gran portón de rejas negras me separaba de estar en aquella localidad.

Antes de entrar me detuve un momento, pensé muy bien antes de ingresar a este lugar; sabía que sería peligroso. Esta comunidad siempre había sido catalogada como la Ciudad de los Brujos, aquí vienen muchas personas todos los 31 de octubre pidiendo buenos deseos para sus familias, unión matrimonial con técnicas de brujería e inclusive realizan conjuros.

Luego de deliberar unos segundos, decidí que no podía dar marcha atrás. Ya estaba aquí y no podía devolverme, además tenía que terminar lo que mi padre ya había comenzado. Me puse en marcha nuevamente, al ingresar en aquel lugar, una brisa de aire frío recorrió mi cuerpo, por lo que decidí que lo mejor sería cerrar la ventana del auto. Un fuerte estruendo frente al auto me asustó hasta el punto de que tuve que frenar de golpe, asomé mi cabeza y vi que se trataba de un espantapájaros, no lo había visto y me lo había pasado llevando con mi auto.

Me bajé del auto, lo quité del camino y me apresuré en subirme nuevamente, ya que la lluvia comenzó a pronunciarse. Me adentré más a fondo en la ciudad, extrañas casas y locales abandonados abundaban en dicho territorio, aunque destacaban las de madera antigua ubicadas a la orilla de la carretera.

Un hombre muy corpulento, gordo y deforme salió de una pequeña cabaña y me miraba fijamente desde lejos. Sonreía a carcajadas de manera terrorífica, comenzó a acercarse y luego se abalanzó hacia mí y empezó a perseguirme.

Sabía que había cometido un error en haber entrado a este lugar.

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