Capítulo 29

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—Dime la verdad Lisa —insistí.

—Ya te dije, no pasa nada. Llamé a mamá y me dijo que se fue para la iglesia, ya está todo listo, los invitados están comenzando a llegar así que debemos irnos.

—Entonces no perdamos más tiempo y vámonos —dije emocionada.

Tomé la caja que contenía mis zapatillas y me las puse, eran plateadas y estaban decoradas con pequeñas perlas rojas brillantes.

—Además hay una sorpresa.

—¿Cuál? —pregunté emocionada.

—Mira por la ventana y lo sabrás —Lisa se veía tan entusiasmada como yo.

Me acerqué a la ventana y a través de ella pude observar que afuera de la casa había estacionada una gran carroza dorada, estaba guiada por grandes caballos color blanco que parecían unicornios y el conductor estaba vestido con traje y corbata.

—¿Y esa carroza? —pregunté titubeando.

—Es una sorpresa de tu padre, quería que llegaras a tu matrimonio como lo que eres, toda una princesa —dijo Lisa sentimental.

Mi corazón no podía más, sentía que me iba a explotar de tanta emoción, mi padre era tan encantador, siempre buscando quedarme de la mejor manera. Empecé a botar un poco de lágrimas y recorrían por mis mejillas, me estaban arruinando el maquillaje aunque eso no me importaba en el momento.

—¡Amiga, no llores! —Lisa me dio un abrazo— además te vas a arruinar el maquillaje.

—Es que tenía mucho tiempo de no ser tan feliz —sentía que todo esto era un cuento de hadas.

—Pues ve y móntate en la carroza, yo enseguida me iré en mi auto para allá, primero tomaré una ducha súper rápida. Nos veremos en la iglesia.

Salí de la casa de Lisa y afuera estaba la enorme carroza. El conductor me abrió la puerta y me tomó de la mano para ayudarme a subir. Por la ventana iba mirando el paisaje, era hermoso, la nieve empezaba a caer en mayor cantidad.

Llegamos hasta la iglesia, estaba repleta de personas. La carroza iba a paso lento, pude notar que los invitados empezaban a aplaudirme, era el mejor momento de mi vida, me sentía como una princesa de verdad.

Mi padre me recibió al llegar, tomó mi mano con delicadeza y me ayudó a bajar de la carroza.

—¿Porqué mi hija es tan hermosa?  —dijo mi padre sentimental, pude ver que sus ojos se encontraban llorosos.

—¿No será porque soy tu hija?

Sonreí y lo abracé, no quería llorar. Empecé a saludar a los invitados, pero me preocupé de no ver a Mario por ningún lado.

—¿Dónde está Mario papá? —pregunté mientras miraba hacia todos lados para ver si lograba verlo.

—No lo sé hija, aún no ha llegado.

Vi que Ofelia se encontraba en una esquina de la iglesia llamando a alguien por teléfono, lo intentaba una y otra vez pero no le contestaban, así que fui a ver qué pasaba.

—¿Pasa algo Ofelia? —pregunté preocupada.

—Pero Layla, ¡Te ves hermosa! —abrió sus ojos sorprendida.

—Muchas gracias, pero necesito saber qué pasa con Mario —estaba empezando a preocuparme más.

—Querida, no quiero alarmarte pero lo llamo desde hace algunos minutos y no me contesta.

—Ya déjenlo, de seguro no tiene su celular a mano porque está a terminando de alistarse, los hombres también son vanidosos —dijo Alissa acercándose hacia nosotras.

Seguimos esperando y me empecé a preocupar, ya había pasado media hora, no creo que Mario dure tanto alistándose, él no es muy vanidoso. Algo malo está pasando y tengo que averiguarlo.

Cuando estaba a punto de decir algo, sonó el celular de Ofelia, le había entrado una llamada.

—Es un número privado, de seguro es Mario, voy a contestar —dijo Ofelia apurada— ¿Mario?

—¿Hola? Hermana, soy yo Hannah.

—Ah hermana, ¿qué pasa porqué no han venido? La novia ya está aquí desde hace rato.

—¿Cómo? Por eso te llamo, estamos aquí en el aeropuerto desde hace horas y nada que viene Mario por nosotros —habló Hannah confundida.

—¿De verdad? Algo raro está pasando hermana, iré a ver qué sucede y luego te llamo —colgó Ofelia.

—Esto no me gusta para nada —dije preocupada— ¡papá, tienes que llevarme a casa de Mario ahora!

—No es necesario hija, yo puedo ir solo.

—¡No! —hablé molesta— necesito ir y descubrir qué sucede por mi misma.

—Está bien hija, lo que tú digas.

Me subí al auto de papá a como pude acomodando mi vestido. Ofelia y Alissa se fueron en el otro auto con Lisa que venía llegando.

En todo el camino no pude tranquilizarme, mis manos sudaban y no podía parar de mover mis pies.

—Llegamos hija, al parecer sigue acá porque su auto está estacionado allí.

—Ya lo veremos papá.

Me bajé del auto y al mismo tiempo se apeaban papá, Alissa, Ofelia y Lisa. Caminamos hasta la entrada de la casa y primero probamos tocando la puerta.

—No abre —dijo Ofelia preocupada.

—Este silencio no me gusta para nada —susurró Alissa.

—Tendremos que tumbar la puerta —sugirió Lisa.

Mi padre empezó a tumbar la vieja puerta de madera, no duró mucho ya que estaba en mal estado.

Por fin iba a saber qué estaba pasando realmente.

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