Capítulo 25

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Seguí a los doctores y entraron al quirófano y yo no pude entrar. Corrí hacia la habitación de mi padre y al abrir la puerta vi que él estaba ahí, estaba tranquilo y sano.

—¿Hija, qué pasa? Porque estás tan agitada —dijo mi padre mientras me miraba extrañado.

—Nada papá, tranquilo —respiré aliviada.

Regresé hacia donde estaba Mario y afuera de la habitación se encontraba Ofelia casi durmiéndose.

—¿Qué pasó con August? —preguntó Ofelia preocupada.

—Nada, por dicha no era mi padre el de la cirugía —dije tranquila— ¿porqué no va a su casa a tomar una ducha? Yo me quedaré aquí con Mario.

—Muchas gracias Layla, iré rápido —se despidió de mí con un abrazo.

Siento que me había equivocado con Ofelia, ella no era una mala persona a como yo creía.
Ingresé a la habitación donde se encontraba Mario, aún seguía dormido, aunque luego de unos cuantos minutos despertó.

—Layla, no sabía que vendrías —dijo Mario con la voz que apenas le salía.

—¡Mario! —dije mientras lo abrazaba— Qué bueno que estás bien, no sabes lo angustiada que me tenías.

—¿Estabas preocupada por mí? —dijo Mario emocionado.

En ese momento tocaron la puerta de la habitación.

—¿Quién es? —pregunté.

—Soy el policía Abraham Dalph.

—Pase —dije nerviosa.

Su presencia me hacía sentir extraña.

—Buenos días señor Schleiden —dijo mientras estrechaba la mano de Mario— yo soy el encargado de su caso, estoy aquí para escuchar su declaración de los hechos.

—Sabe policía, lo he pensado bien y creo que es mejor dejar el caso así y no proceder con la demanda —dijo Mario.

—¿Qué? ¡Estás loco Mario! —exclamé.

—¿Seguro? Bueno, si esa es su decisión creo que no tengo nada más que hacer aquí —me miró— oye muchacha, te me haces conocida.

—Soy Layla Watson, ayer fui a dar mi declaración.

—Si lo sé, pero siento que te conozco desde antes —me miró fijamente— bueno, tengo que irme, nos vemos —se marchó.

Había sentido una extraña sensación, ¿Acaso los sueños que creí haber tenido eran situaciones reales?

—Layla, siguiendo con el asunto. ¿Decías que estabas preocupada por mí?

—¡Cómo no! Lo que pasó fue horrible, no sé porque no quisiste proceder con la denuncia —saqué de mi bolso la cajita con el anillo de compromiso— por cierto, en la comisaría me dieron esto, me dijeron que estaba en tu bolsillo —dije curiosa mientras le entregaba la caja.

Los ojos de Mario se iluminaron de felicidad.

—Vaya, pensé que lo habían perdido —me miró fijamente.

—¿Para quién era ese anillo?

—Para una persona muy importante en mi vida, la cual amo demasiado y quiero que sea mi esposa —dijo Mario sonriente.

—¿Podría saber quién es esa persona? —dije celosa.

—Mira Layla, sé que tal vez vaya muy rápido, pero te amo demasiado desde que éramos niños y no puedo pasar más tiempo guardándome esto —abrió la cajita mostrando el anillo— Layla, ¿te casarías conmigo?

Quedé paralizada por unos segundos.

—¿Me pides primero ser tu esposa sin tan siquiera ser novios? —ambos reímos— pero sabes que, sí. Sí quiero casarme contigo.

Ese momento por fin había llegado, otra vez mi corazón palpitaba fuerte, mi respiración era acelerada. En el rostro de Mario se podía reflejar su emoción por estar en este momento que tanto había anhelado.

Cerré mis ojos y por fin nuestros labios se tocaron suavemente. Empecé a sentir mariposas en mi estómago, lo cual me provocaba sentirme nerviosa y emocionada a la vez. Nos separamos lentamente y nos dimos un fuerte abrazo.

Mario mientras abrazaba a Layla, pudo mirar que tras la ventana se encontraba Lisa mirándolos fijamente con una mirada penetrante y misteriosa.

—¿Qué haces ahí Lisa? —dijo Mario.

Volteé a ver hacia la ventana y vi que Lisa se encontraba allí mirándonos, lo cual me hizo sonrojar.

—Nada, sólo venía a verte Mario —dijo Lisa triste.

—Ven, por dicha Mario ya está mejor —dije emocionada— además les tenemos una sorpresa, pero hay que esperar a que vengan los demás.

Luego de unos minutos llegó Alissa y al tiempo Ofelia con papá.

—Me bañé lo más rápido que pude para venir a verte —dijo Ofelia mientras abrazaba a Mario.

Pude notar que mi padre y Alissa se sentían incómodos con la presencia de cada uno, se miraban y luego quitaban la mirada.

—Mario y yo tenemos una sorpresa que darles —dije emocionada.

—¿Cuál sorpresa hija? —preguntó mi padre.

—Layla y yo... ¡Nos vamos a casar! —dijo Mario alegre.

—¿Qué? Pero ni siquiera son novios—dijo Ofelia sorprendida.

—¡No lo puedo creer! —dijo mi padre igual de sorprendido, aunque emocionado.

—Los felicito, no saben cuánto me alegro —dijo Lisa seria.

Más tarde volvimos a casa, desde ya íbamos a empezar con los planes de la boda, la fecha, el lugar, el vestido.

Pasaron los meses y parecía que mi vida no podía ser mejor, había dejado de tener esas extrañas vivencias, tenía un padre maravilloso, un futuro esposo al cual amaba con todo mi corazón, una mejor amiga fiel, en fin, tenía una vida feliz, o al menos eso creía...

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