Capítulo 46

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Se encontraba agarrada de la orilla de la azotea, con su mano derecha se sostenía del edificio y se salvaba de caer al abismo junto a Alissa, quien sí estaba completamente muerta. Su cuerpo estaba aplastado, grandes chorros de sangre la rodeaban en el lugar donde yacía su cuerpo, algunos de sus órganos se salían de su interior y provocaban la llegada de algunas moscas, lombrices y cóndores.

De pronto empezaron a aparecer cientos de personas para mirar la escena. Fue extraño, ya que según el taxista la mayoría de los habitantes se habían marchado del lugar.

—¡Está muerta! ¡La alcaldesa está muerta! —repitió un ciudadano asustado pero con una leve emoción por dentro—. Ya pueden salir todos, no tenemos que ocultarnos de nadie.

En ese momento salieron muchísimas más personas de distintos edificios, al parecer se encontraban escondidos y aislados de todos. Poco a poco cada persona se iba dando cuenta de lo que estaba sucediendo, hasta que un ciudadano miró al cielo y visualizó la dramática escena que vivía mi madre, quien se sostenía de una pequeña orilla de cemento para evitar caerse al abismo, pero parecía que ya no aguantaba más.

—¡Malditos todos! Cada uno de ustedes me las va a pagar muy caro por celebrar la muerte de mi madre —dijo Lisa llena de odio—. En cuanto a ti Melinda, morirás al igual que mi madre y mi padre. Eres una asesina, una tremenda bestia. Me has quitado a mi padre hace más de veinte años y hoy me has hecho lo mismo con mi madre, no mereces seguir viva.

—Lisa deja a mi madre y arreglemos esto entre tú y yo —sugerí desesperada.

—Tú te callas Layla —me habló amenazante—. Hasta nunca, Morris —susurró maliciosa mientras con su pie majaba la mano de mi madre y la hacía perder la resistencia.

—¿Qué hiciste Lisa? ¡Mamá! —Comencé a llorar a más no poder.

Miraba fijamente la espantosa escena que sucedía frente a mis ojos. La mujer que me había dado la vida estaba por caer al suelo para cerrar sus ojos para siempre y dormirse en la profunda oscuridad de la muerte. Miré a Lisa, estaba disfrutando el momento de sufrimiento de mi madre. Pensé en la idea de tirar a Lisa para que ella muriera también, pero ya no me importaba nada.

Cuando pensaba que ya todo estaba perdido, a mi mente se vino una idea de repente. Si tiraba el cofre y lograba que el portal de este mundo se cerrara, tal vez podría evitar la muerte de mi madre. No sabía si funcionaría, pero nada perdería con intentarlo. Me alejo de la orilla de la azotea y busco rápidamente el cofre de madera, lo sostengo en mis manos y lo miro fijamente.

—¿Qué haces? ¡Suelta eso estúpida! —vociferó Lisa frustrada tras mirarme con el cofre.

—Lo que debí hacer hace mucho tiempo —respondí decidida a acabar con todo esto de una vez por todas.

Corrí rápidamente hacia la orilla nuevamente, si tiraba el cofre hacia el lugar donde cayó mi madre, ella moriría antes de que cayera, así que pensé bien y lo tiré sobre la azotea de un edificio más pequeño que había cerca. Con todas mis fuerzas, lancé el cofre hacia el abismo. Volteé mi mirada hacia mi madre, pero aquello me provocaba una desesperación y nostalgia terrible, así que me ceñí nuevamente en el cofre.

La madera vieja chocó con la azotea del edificio vecino y provocó que el mundo de Tanburg se detuviera, todo lo que habitaba allí se congeló, excepto yo. Miré a mi madre, tan sólo unos centímetros la separaban del suelo, su rostro se mantenía asustado, respiré aliviada al saber de qué la salvé de caerse. Luego miré a Lisa, ella mostraba una mirada perdida, ceñida en la venganza.

Todos los habitantes de la ciudad también se encontraban paralizados, se habían quedado en la última posición que tuvieron antes de que el cofre chocara con la azotea. Por su parte, el cofre se encontraba rodeado de mucha luz que provenía de su interior.

De pronto mis ojos se nublaron completamente, ya no podía ver nada, nada más que mis pensamientos. En mi mente se recreó toda mi estadía en Tanburg, desde aquella noche en la cual descubrí el libro que supuestamente era de papá, lo llevé a mi cama y comencé con su lectura.

Me transporté a este mundo, un mundo creado por la mujer que miré como a mi segunda madre durante veinte largos años, pero que todo este tiempo me engañó y me hizo vivir en una completa mentira; Alissa Hunner. Muchas cosas pase cuando estuve en este lugar, desde las extrañas vivencias con Mario, la experiencia en la cabaña con Tanner como prófugo, su juicio y sentencia, y terminando con la manera más cruel; su muerte.

Mis estadías aquí me hacían sentir culpable de muchas cosas, si no hubiese tomado la decisión de leer el libro aquella noche me hubiese evitado muchos problemas, y tal vez mi padre estaría vivo. La última escena que se posó en mis ojos es en la que me encuentro ahora. Podía verme congelada como el resto de los que estaban allí presentes.

Las luces que rodeaban el cofre se abalanzaron sobre mí, me envolvieron por completo haciéndome perder el conocimiento.

Ya no sabía nada.

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