Capítulo 49

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—¿Layla?

Era la voz de Hannah, la mamá de Mario.

Me limpié las lágrimas con mis manos y le dirigí la mirada.

—Estuve pensando en ti —dijo mientras me acariciaba el cabello con sutileza.—. Fue muy dura la pérdida de nuestro Mario, y me imagino que a ti el dolor se te hizo mayor con la muerte de don August.

En eso, vi que mi madre se quedó estática, y luego se dio la vuelta hasta quedar frente a frente con Hannah.

—¿Me... Melinda? —pronunció Hannah, a duras penas.

—Mi querida Hannah. —Mi madre sonrío.

Hannah hizo un intento por desmayarse, pero Marion, su esposo, la sostuvo y ella se mantuvo en pie.

—¿Tú... no estabas?

—¿Muerta? —complementó mi mamá entre risas—. Sí, amiga. Es una larga historia.

Mi madre y Hannah tomaron asiento en una banca cercana a la tumba de Mario. Estuvieron dialogando por unos minutos. Mi madre le explicó el asunto de su muerte y Hannah le comentó lo sucedido con su hijo. Ella le habló del compromiso que tuvimos y el trágico suceso de la boda, en la cual me dejó plantada porque se había ahorcado.

Mientras ambas conversaban como las grandes amigos que fueron desde niñas, ya de temas más delicados, yo aproveché para llorar frente a la tumba de Mario. Tal vez no estuvimos bastante tiempo juntos como para sufrir de la misma manera que lo hago con mi padre, pero a pesar de ello, creo que la tristeza es similar. Si bien no compartí muchos momentos amorosos a su lado, los pocos que vivimos quedarán en mi recuerdo para siempre, y lloraré cada vez que piense en él, porque difícilmente pueda volver a sentir lo mismo por alguien más después de esta experiencia tan triste en mi vida.

Mi madre y yo nos despedimos de Hannah y Marion y salimos del cementerio fundidas en un abrazo cálido. Ambas pudimos llorar y dejar salir toda la tristeza que teníamos acumulada, y aunque todavía sigue presente en nuestros corazones, ya es menor.

Ambas nos subimos al auto.

—Nuestra segunda parada es una sorpresa, querida hija —me dijo mi madre, tomándome de la mano.

Nos colocamos el cinturón de seguridad y mi madre arrancó el auto.

Durante el viaje fui mirando por la ventana; la cual estaba abierta, dejando que el viento fresco se paseara en mi rostro. Eso relajó por un momento y me llenó de paz. En el pequeño lapso de viaje, en mi mente recreé todo lo que viví para llegar hasta aquí. Todo lo que sufrí y esa misteriosa experiencia por la cual pasé, y la cual jamás mencionaré a nadie que no lo sepa, pues es algo difícil de entender y lo más seguro es que creerán que soy una loca.

El camino se me hizo corto, ya que me perdí en mis pensamientos por un momento. Tan sólo sentí el frenar del carro y escuché la voz de mi mamá avisándome que habíamos llegado. Bajamos del auto y me di cuenta que estábamos en el parque de la ciudad. Comenzamos a caminar mientras el candente sol nos iluminaba.

—Te traje aquí porque quiero que hablemos al aire libre, mi querida hija. Tienes que saber la razón de mi desaparición —comentó mi madre, tomando el valor para hablar.

—Te escucho, mamá —dije.

Observamos un carrito de helados, así que nos detuvimos en él para comprar dos.

—Dos helados, por favor —pidió mi madre—. Para mí, uno de chicle. ¿Y tú de qué sabor quieres, hija mía?

—De fresa, por favor.

El hombre nos entregó nuestros conos de helado y mi madre le dio el dinero. Nos alejamos de allí y nos mantuvimos en un silencio incómodo por unos minutos mientras caminábamos y veíamos a las demás personas pasar. Ninguna tomaba la iniciativa del habla. Tan sólo lamíamos nuestros helados esperando a que la otra hablara.

—Hija, yo...

—Mamá, yo...

Ambas hablamos al unísono; así que sonreímos.

—Habla tú, madre —dije con una sonrisa.

Mi madre me sonrió y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Ambas tomamos asiento en una banca que estaba cerca. Ella miró al cielo y se quedó así, pensativa, por varios segundos, tomándome de la mano.

—Alissa nos causó mucho daño —pronuncio inicialmente—. Luego de la muerte de Tanner, no sabes lo mal que me sentí. Creo que, en cierta parte, fue mi culpa, porque yo debí...

—No fue tu culpa, mamá —la frené, colocando una de mi manos sobre su rostro—. Hiciste lo que pudiste y no debes mortificarte por ello.

Mi madre me miro y volvió a sonreír mientras me acariciaba el cabello.

—Alissa me amenazó con acabar con mi familia porque me creía la causante del fallecimiento de su esposo —añadió con algo de miedo en su voz—. Ella me decía que mataría a tu padre y a ti para arruinarme la vida a como yo se la había arruinado a ella y a su hi, Lisa. —Mi madre se sonó la nariz—. Yo sufrí mucho. Pasaron muchos días en los cuales sólo lloraba y me distanciaba cada vez más de tu padre para deliberar si aceptaba o no la propuesta que Alissa me había hecho para poder vengarse de cierta manera y dejarlos a ustedes en paz.

—¿Propuesta? ¿Cuál propuesta? —inquirí con el entrecejo fruncido.

—Así es —afirma—. Según Alissa, si ella me encerraba en un libro y me asesinaba allí, podía tener al menos un poco de felicidad por haber vengado la muerte de su esposo. Ella era muy conocedora en temas de brujería, así que decía que sería una muerte muy dolorosa para mí y sufriría lo mismo que su esposo. Y lo acepté. Todo con tal de que tú y tu padre pudieran vivir tranquilos.

—Mamá, no debiste hacerlo —dije, torciendo sus labios.

Claramente Alissa no había cumplido con el trato.

—Lo sé, hija, pero estaba desesperada. —Sonaba arrepentida—. Pensé que era la mejor solución, pero Alissa me mintió y no cumplió con su promesa. Estaba decidida a acabar contigo también luego de matar a August.

—¿Y si ella te asesino, cómo es que... estás viva? —le pregunté confundida.

—No sé cómo, pero pude sobrevivir al ataque, aunque ella nunca se dio cuenta. Pensó que realmente había muerto. —Bajó la mirada— Durante todos esos años estuve buscando la manera de poder salir del libro para salvarte a ti y a tu padre, pero creo que llegué demasiado tarde. Por favor perdóname hija, perdóname por abandonarte.

Mi madre rompió en llanto mientras se llevaba ambas manos al rostro, decepcionada de sí misma, y apoyaba sus codos en sus piernas. Yo me uní a su llanto y la abracé con mucha fuerza, tratando de transmitirle todo mi amor.

—No, mamá. Hiciste lo que pudiste —le dije con una sonrisa, aunque el llanto también comenzaba a apoderarse de mí—. Fuiste muy valiente y luchaste hasta el último minuto por tu familia. Sé que papá hubiera estado muy orgulloso de ti.

Mi madre se quedó analizando cada una de mis palabras, sonriendo mientras me miraba.

—Te amo mucho, hija.

—Y yo a ti, mamá.

Ambas continuamos abrazadas mientras sobre nosotras se imponía el atardecer en el imponente cielo alemán. Avecillas volaban sobre él, guiadas por un viento fresco que me transmitía un poco de tranquilidad. Por fin todo se estaba aclarando. Las dudas que tenía en mi cabeza se iban esfumando.

—Sé que será duro continuar sin tu padre, pero estoy dispuesta a hacer el mayor esfuerzo de mi parte por hacerte feliz, hija mía.

Sonreí a mi madre como respuesta. Sabía que lo que vendría no sería fácil. Atravesé un camino lleno de grandes obstáculos que hoy me han llevado hasta aquí. Sufrí la hipocresía de personas que me rodeaban desde pequeña y creí que me apreciaban, cuando en realidad me estaban dando una puñalada por la espalda; sufrí la muerte de dos personas muy importantes en mi vida de maneras trágicas, pero hoy estoy aquí, viva, luchando por continuar con mi camino al lado de mi madre, tratando de, aunque cueste mucho, poder tener un final feliz. Sé que no será fácil, pero por lo menos debo intentarlo.

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