Capítulo 18

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El jefe se retiró porque había recibido una llamada y Lisa se acercó a mí.

—¡Qué bien que lograste venir a tiempo, amiga! —dijo Lisa mientras cambiaba su rostro misterioso al rostro dulce que siempre la había caracterizado.

—¿Porqué me mirabas así hace un rato, como con odio? —dije seria.

—Hay claro que no amiga, debe ser porque estoy cansada, es que estuve en cirugía toda la noche. Ya me iba para mi casa, pero antes te quería invitar a desayunar, ¿qué dices?

Accedí y nos fuimos para la cafetería del hospital para tomar un poco de café y galletas, hoy empezaba el día con un trasplante de hígado y por lo general estos procedimientos tardan alrededor de 12 horas, así que debía tomar un desayuno antes para tener fuerzas.

—¿Cómo pasaste la noche amiga? —dijo Lisa mientras mordía una galleta.

—Bien, por dicha pude dormir tranquila —dije mientras le echaba azúcar al café.

—¿Y qué pasó con la nota, la llevaron a la policía? —tomó un sorbo de café.

—No, no pudimos ya que cuando la encontré la rompí y la tire al suelo del susto. Estoy preocupada, no sé a qué se refería la persona de la nota con que iban a comenzar las tragedias.

—¿Y no tienes idea de quién pudo haber sido? —dijo Lisa.

—La verdad no, no se me ocurre nadie, ¿y tú que piensas? —pregunté.

—Tengo mis sospechas —dijo misteriosa y se levantó de la silla— debo irme amiga, nos vemos más tarde —me dio un beso en la mejilla.

—¡Espera! ¿De quién sospechas? —intenté detenerla pero se fue.

Terminé de desayunar y me fui a preparar para mi primer cirugía del día, antes de irme para la sala de operaciones pasé a ver a mi padre, estaba despierto.

—Buenos días papá —dije mientras le daba un beso en la mejilla.

—Buenos días hija —dijo con la voz apagada.

—¿Estás bien papá? —dije preocupada.

—Estoy bien hija, ¿hay algo que quieras preguntarle a tu padre? —dijo como si estuviera incentivándome a preguntarle algo.

—No, nada —tragué saliva y fingí una sonrisa— bueno, sí hay algo papá.

—A ver hija, dime —dijo mientras intentaba sentarse en la camilla.

Había algo en este momento que me intrigaba más que el libro: La manera en que murió mi madre.

Nunca me había dado por preguntar sobre qué le había pasado, cuando ella murió yo estaba muy pequeña y no supe qué fue lo que le pasó, aunque después de lo qué leí en el libro me gustaría saber cómo sucedieron las cosas realmente.

—Papá —suspiré— nunca te había preguntado esto, pero... ¿Cómo fue que murió mi madre?

Mi padre abrió los ojos como platos y empezó a sudar, se veía angustiado.

—Hija, en realidad no estoy seguro de que tu madre esté muerta —en ese momento entró la enfermera Sussie.

—Buenos días señor August —sonrió— Layla, el jefe tuvo que salir de emergencia por problemas personales pero me pidió que te dijera que fueras al quirófano de inmediato—dijo Sussie.

Salí de la habitación y me dirigí al quirófano, lo que acababa de escuchar había sido muy impactante. ¿Porqué mi padre dice que no está seguro de que mamá haya muerto?
Quería saber la respuesta, pero mi trabajo me llamó y tenía que esperar todo el día para saberla.

8:30 p.m.
Después de un largo día en el quirófano, por fin había llegado la hora de descansar. Lo primero que hice al salir fue ir a la habitación de mi padre, noté que estaba dormido así que preferí no despertarlo, aunque ya no aguantaba las ganas saber qué había pasado con mi madre. Cerré la puerta con suavidad para evitar que el ruido lo despertara.

En mi mente no dejaba de repetirse esa frase una y mil veces: «Hija, en realidad no estoy seguro de que tu madre esté muerta».

A mi madre sólo la recuerdo poco, gracias a las fotos que tiene mi padre en casa es que mi memoria mantiene viva su imagen. Por lo que he visto fue una mujer hermosa, muy elegante, unos hermosos ojos azules con una mirada radiante y unos rizos pelirrojos preciosos.

La noche estaba fresca y había mucha neblina, lo que dificultaba la visión. Me dirigí a buscar mi auto en el estacionamiento, pero recordé que Ofelia me había traído, así que iba a ir a la sala de descanso del hospital para llamar a Ofelia y esperar ahí a que llegara, pero logré percibir una mano que había tocado mi espalda.

Sentí que mi sangre se había congelado.

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