24 de Diciembre
Me levanto de la cama, respiro profundo e intento olvidar lo que acababa de pasar, hoy sería mi boda y tendría que disfrutarla al máximo. Sujeto mi cabello en una coleta y salgo de mi habitación, veo que mi padre está sentado en la mesa del comedor, lo noto pensativo y preocupado.
—¡Hija, buenos días! —dijo mi padre mientras limpiaba sus ojos y trataba de ocultar su tristeza.
—¿Qué pasa papá? —me senté junto a él— ¿porqué lloras?
—No pasa nada hija, sólo lo normal que sentimos los padres al ver crecer a nuestros hijos. Mira tú, hace poco eras mi pequeña niña y ya hoy estás por casarte.
—Hay papá, siempre seré tu pequeña niña —le di un fuerte abrazo.
Aunque mi padre si se sentía triste por mí, sabía que había algo más, y ese algo era mi madre. Mi madre murió un treinta y uno de Diciembre del año 1997, por lo que estos días siempre los pasaba mal. Más este año que ella cumplirá diez años de fallecida.
Al principio mi padre se opuso totalmente a que la boda se realizara en estos días de Diciembre, y yo también lo discutí mucho con Mario, pero la razón por la que terminé de aceptar fue por los padres de Mario.
Ellos viven en España, y estas fechas eran las únicas en las que podían venir por cuestiones de trabajo, finalmente mi padre entendió la situación y yo también. Mario también necesitaba que sus padres estuvieran en una fecha tan importante como esta, aunque la luna de miel sí la dejaremos para después, ya que estos días no estaré de ánimos para salir a pasear.
Preferí no decirle nada a mi padre sobre lo de mi madre, había prometido no volver a tocar esos temas y dejarlos en el olvido, ya que no quería que afectaran mi presente.
El timbre sonó, al parecer alguien había venido a casa.
—Yo abro hija —me dijo mi padre mientras caminaba hacia la entrada— ¡Pero qué haces aquí!
Me levanté de la silla y me fijé para ver quién era, se trataba de Mario.
—Es de mala suerte que se vean el día de su boda, vete muchacho —advirtió mi padre.
—¡Mario! —intenté taparme para que no me viera.
—Lo siento don August, pero no podía pasar un minuto más sin ver al amor de mi vida.
Las palabras de Mario me hicieron sonrojar.
—Sólo pasaba para darte un fuerte abrazo y decirte que te amo, ten en eso en tu mente y que nunca se te vaya a olvidar —Mario se acercó a mí y me dio un fuerte y caluroso abrazo, por alguna razón me sentí extraña, muy nostálgica, como si presintiera que algo malo estaba por suceder.
—Bueno ya déjense de cursilerías y vámonos, tengo que ir a preparar todo para que la iglesia esté lista para el matrimonio —Mi padre se veía celoso.
Salimos de casa y me despedí de Mario con un corto y pequeño beso.
—Ya debes irte —insistí.
—Ya me voy, aunque preferiría no hacerlo. Pronto vendrán mis padres, su vuelo ya está por llegar a Múnich.
—Bueno entonces ve a esperarlos al aeropuerto —dije mientras me acercaba al carro de papá.
—Está bien —Mario se estaba subiendo a su auto— ¡Espera Layla! —gritó.
—¿Ahora qué?
—Recuerda que te amo, y que pase lo que pase nunca te vayas a olvidar de eso.
Esas palabras me hicieron sentir extraña, sentí una leve punzada en el corazón, algo no andaba bien.
Me subí al auto de mi padre. Por la ventana podía observar como pequeños copos de nieve empezaban a caer del cielo, el día era muy frío y ventoso. En el camino pude apreciar a muchas familias caminando juntas, lo que me provocó un poco de nostalgia.
Siempre me había preguntado cómo se sentía celebrar la noche buena, desde hace muchísimos años estos no eran días festivos en mi hogar. Siempre he necesitado de mi madre, especialmente en estos días tan emotivos.
Mi padre me llevó a casa de Lisa, allí me vestiría para el matrimonio, necesitaba que mi mejor amiga me ayudara en este día tan especial.
—Cuídate hija, nos vemos más tarde —mi padre se despidió con un beso en la frente.
Me bajé del auto y toque la puerta de la casa de Lisa, rápido recibí respuesta y Alissa me abrió.
—Entra Layla, te estaba esperando.
Entré a la casa y pude notar que Lisa no estaba.
—¿Dónde está Lisa? —pregunté.
—Anda comprando un poco de maquillaje, vendrá pronto —dijo Alissa— Layla, necesito salir rápido al supermercado, quédate aquí y no dejas entrar a nadie, pronto vendrá Lisa.
—Está bien, váyase tranquila que yo no me moveré de aquí.
Alissa tomó su bolso y salió.
Sentí la necesidad de regresar a esa habitación, la habitación prohibida. Tenía que saber qué secretos ocultaba.
Ésta era la mejor oportunidad para descubrir muchas cosas y no la iba a desaprovechar.
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Tanburg
Science Fiction¿Te imaginas poder vivir en un mundo que realmente no existe? Layla Watson, de veinte años, es una joven doctora cirujana. Vive con su padre August, de cincuenta años, un reconocido escritor de los años ochenta que actualmente tiene una relojería en...