Capítulo 30

107 38 9
                                    

Entramos y el ambiente de la casa era muy tranquilo, el único ruido que se escuchaba era el de las leves ráfagas de viento que anunciaban su presencia por las ventanas, aunque podía percibir un olor extraño.

—¿Mario? ¿Qué pasa, porqué tanto silencio? —pregunté nerviosa.

Todos empezamos a registrar cada lugar de la casa, estábamos concentrados en ello hasta que un grito espeluznante de Ofelia nos paró los pelos de punta y nos hizo detenernos.

Todos se asustaron al igual que yo, Lisa me miró a los ojos asustada y luego ambas miramos a Ofelia.

—¿Qué pasa Ofelia? —pregunté asustada y con la voz temblorosa.

No recibí respuesta de Ofelia, se encontraba paralizada mirando hacia la habitación de Mario. Caminé dando pasos lentos hasta donde se encontraba ella, una sombra en la pared me mostraba una escena espantosa.

—No, que no sea lo que estoy pensando —susurré asustada.

Entré a la habitación y lo que vi me hizo expulsar el mismo grito de Ofelia.

Mario se había ahorcado.

—¿Porqué gritan, qué está pasando? —dijo mi padre mientras entraba a la habitación y lo comprobaba el mismo.

—Oh por Dios —dijo Alissa mientras tragaba saliva y se tapaba la boca con la mano.

Luego llegó Lisa y lo vio, se encontraba tan asustada e impactada como yo. Ambas nos abalanzamos hacia Mario y empezamos a llorar desconsoladas.

—¿Porqué lo hiciste Mario, porqué me dejas así en este día? —repetía una y otra vez, no hallaba respuesta para entender lo que estaba pasando.

Mi padre de inmediato llamó a la policía, no tardaron en llegar a casa de Mario. Rápidamente empezaron con la investigación y bajaron el cuerpo de Mario.

Alissa se encargó de avisarle a todos los invitados que estaban en la iglesia y cancelar la boda. Luego llevó a Ofelia al aeropuerto para darle la mala noticia a los padres de Mario. Era increíble como en un momento me sentía la más feliz del mundo y ahora no lo soy.

Me fui con Lisa para mi casa, tenía que cambiarme el vestido de novia por una ropa más cómoda y luego ir a la comisaría, ya que el policía me lo pidió. Además tenía que empezar a preparar todo para las obras fúnebres.

—Aún no me lo creo Lisa, dime que estoy soñando —dije con la voz apagada mientras caía una lágrima sobre mi mejilla.

—Ojalá lo fuera amiga.

Nos bajamos del auto y vimos que los vecinos se encontraban reunidos afuera de sus casas celebrando la nochebuena. Brillantes y coloridas luces iluminaban toda la ciudad.

Me dio cólera ver personas celebrando en este momento tan trágico para mí, aunque claro, ellos no tenían nada de culpa.

—¿Quieres que te acompañe? —me preguntó Lisa.

—No es necesario, yo puedo ir sola.

Entré a casa y me fue imposible estallar en llanto en la entrada, en este mismo lugar hace tan sólo algunas horas Mario me había dicho lo mucho que me amaba y me había dado un fuerte y caluroso abrazo.

Sequé mis lágrimas y fui rápido a mi habitación para buscar una ropa más cómoda pero abrigada. La noche estaba fría y se avecinaba una tormenta de nieve.

Mi mente no podía procesar la idea de que Mario estuviera muerto, ni mucho menos que se hubiera ahorcado. No había motivos para que se cometiera ese daño a sí mismo.

Sobre mi mesita de noche vi una foto en la que salíamos Mario y yo tomados de la mano, me senté sobre mi cama y abracé la foto mientras me desahogaba llorando unos minutos.

Sequé mis lágrimas y salí de casa. Nos fuimos de inmediato para la comisaría, tenía que ir con el policía encargado del caso. Durante todo el camino noté a Lisa algo nerviosa.

—¿Tú sabías sobre esto verdad? —le pregunté a Lisa.

—¿Sobre que Layla? —me dijo extrañada.

—No te hagas, sabes bien de que te hablo. Tú sabías que Mario pensaba ahorcarse, con razón estabas tan misteriosa mientras me alistaba —hablé enojada.

—¿Qué? Estás loca. Si yo hubiera sabido obviamente lo impediría, Mario era como un hermano para mí —su tono de voz era tembloroso— pero ya tranquilízate, ya llegamos a la comisaría.

—Tienes razón, discúlpame. Es que estoy muy impactada.

Nos bajamos del auto y entramos a la comisaría.

—Bienvenida señorita, lamento mucho lo de su difunto novio. Soy Abraham Dalph, nuevamente soy el encargado del caso —me estrechó la mano— Tengo algo muy importante que mostrarle.

Tanburg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora