seven

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Louis había tomado la sabia decisión de ese día entablar una conversación con Harry, tras algunas semanas en las cuales convivieron en una total distancia el uno del otro establecida por el adolescente, queriendo volver a dejar en claro temas sobre ellos y el vínculo que deberían demostrar para el mundo de afuera, y por otro lado el vínculo que mantendrán ellos dentro de la casa.

—No eres mi esclavo, no tienes que ser sumiso para mí. Eres un ser humano, Harry, y puedes tomar tus propias decisiones —caminó de una punta de la habitación hasta la otra, aún de brazos cruzados— lo único que prohíbo es que salgas de aquí, al menos por un tiempo. Lamentablemente soy la única persona que conoces en Los Ángeles, y cómo decides no contarme detalles de más sobre ti tampoco puedo hacer una investigación para encontrar a alguien de tu familia.

—No necesitas saber más cosas sobre mí, toda mi maldita familia está muerta.

—Toda no, y lo sabes. Tal vez allí afuera está tu hermana buscándote.

—Olvídalo, eso no sucederá jamás.

Un bufido cargado de frustración salió de la boca de Louis, quien luchaba por no tomar su actitud autoritaria de abogado. Pero a veces le resultaba difícil mantenerse en raya con el adolescente; sus actitudes lograban testear bastante su paciencia.

—Bien, entonces aquí zanjamos tus vínculos familiares. No hablaré más sobre ellos —Harry asintió, satisfecho de escucharle decir eso— pero tarde o temprano tendrás que ser sincero sobre ese tema, porque no me como toda esta historia sin explicación alguna de por qué terminaste ahí. Y sé, presiento, que no fue por decisión propia.

—Como tú has dicho, soy una persona libre, entonces me tomaré el atrevimiento de responderte como se debe. Cree lo que quieras, Louis Tomlinson, yo no necesito repetir mi horrible y asqueroso pasado porque tú lo quieres, eso lo enterré el día que salí del maldito prostíbulo. Lo que pasó antes o durante, murió ahí, junto conmigo.

—Que te dé libertades no significa que debes faltarme el maldito respeto —sin controlarlo, Louis golpeó el escritorio, descargando el enojo que sintió. Pero ese acto rompió en mil pedazos la confianza que Harry había comenzado a desarrollar, pues se acomodó en el sofá de una forma en que quedara protegido con su cuerpo y comenzó a temblar— mierda, mierda. Lo siento, de verdad lo hago.

—¿P-puedo irme a mi habitación? —preguntó en un susurro Harry, sintiendo los ojos picarle por las lágrimas que se estaba aguantando.

—Hazlo.

the auction (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora