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Cuando me doy cuenta de lo que acabo de decir, es demasiado tarde. Sólo por la forma en que sus ojos se ablandan puedo decir que algo dentro de ella se está quebrando.

—No quise decir eso—me apresuro a decir.

—No importa—susurra. Aparta la mirada, permitiéndome adivinar que sus ojos están aguándose.

—Bebé, no me refería a eso—susurro.

«¿Cómo lo arreglarás ahora?» —mi subconsciente me pregunta.

—Está bien—musita—. No importa.

Es gracioso como puedo sentirme aún peor cuando dice que no importa. Por loco que suene, preferiría un millón de veces que se enojara, que me gritara o lo que sea. Pero ese tono suave y herido que está utilizando me va a matar.

—Mírame, por favor—digo muy despacio.

Alcanzo su mano, pero ella la desliza suavemente hacia fuera. El silencio se tambalea entre nosotros por un momento y ella voltea hacia mí. Su cara luce bien, sus ojos. No está llorando. Quizá no fue demasiado daño. Espero.

Qué capacidad tengo de joderlo todo.

Doy un paso más cerca y la rodeo con mis brazos. Apego su cabeza a mi pecho.

—Lo siento, amor. Lo siento mucho, no quise decir eso. —digo contra su pelo y dejo un beso.

Asiente con la cabeza y por un segundo parece que va a estar bien, pero cuando menos lo espero su cuerpo se estremece y comienza a temblar.

Y no se detiene.

Y comienza a llorar.

—Soy un idiota, bebé. Lo siento, lo siento tanto —insisto. —Por favor no llores.

Necesito retirar esas palabras de su mente, joder. ¿Cómo puedo ser tan idiota? Necesito que deje de llorar ahora. Sus lágrimas en mi sudadera se sienten como golpes en el estómago, pero sus sollozos son mucho peores. Acabo de romper algo dentro de la persona a la que amo, como si mereciera algo menos que ser amada y protegida. Pero no. Claro que no. Porque Niall, el imbécil, le ha dado todo lo contrario.

Mi pulso aumenta y me golpea en los oídos mientras pienso en una manera de retractarme de todo, de hacer que olvide esta discusión. De algún modo tomé su temor más sensible y lo restregué en su cara como un puñetazo.

—Dime algo, por favor—gimo y ruego mientras sus lágrimas siguen estampándose en mi pecho. —Venga, dime lo imbécil que soy, golpéame si quieres, pero por favor deja de llorar.

Bajo una mano por el largo de su cabello, desde la cabeza hasta las puntas y un par de pelos se queda atrapado en mis dedos al terminar el recorrido. Mi corazón se detiene cuando recuerdo los efectos colaterales del tratamiento. ¿Su pelo ya se está desprendiendo de su cabeza? Trato de imaginarla sin cabello. A mi Keyra con sus ojos grandes y sin su cabello caótico al rededor, pero no puedo. Por más que lo intento, no logro crear la imagen en mi mente.

Jesús, tengo demasiados sentimientos revueltos ahora y ella sigue estremeciéndose. Al menos los sollozos ya se han ido.

—Perdóname—susurro.

Me percato de su esfuerzo por respirar profundo y su cuerpo tiene pequeños lapsos al inspirar, como si el aire se quedara atrapado en el camino a sus pulmones. Poco a poco vuelve a respirar con normalidad, pero no dice nada. Sólo sigue hundida en mi ropa mientras la acaricio y planeo un discurso que pueda hacerle olvidar esta estúpida escena.

Si ella alguna vez utilizara el episodio de Mathias Hornmann en mi contra durante una discusión, creo que jamás volvería a sentirme seguro con respecto a nosotros otra vez, sin importar qué hiciera ella. Es por la misma razón que no sé qué podría hacer yo ahora para regenerar la herida que acabo de hacer en su interior.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora