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—Horan y Johnson —dice la subdirectora del instituto -Srta. Ellison- en cuanto nos ve cruzar la puerta de Dirección. Como siempre, sus labios están rojos y su cabello rubio atrapado en sí mismo, al rededor de un palo fino que lo afirma, pegado a su nuca. 

Ésta mujer siempre me ha causado escalofríos. Y no por su belleza precisamente, sino por lo fría que siempre es su mirada, y por la manera en que logra hacerte sentir miserable con un par de palabras. Su tono de voz es tan apático que no imagino cómo será con sus hijos, si es que los tiene. Pobres de ellos.

Es, como diría Louis, un desperdicio de belleza. 

Keyra y yo hacemos lo posible por no dejar oír nuestras respiraciones jadeantes y entrecortadas, pero no es fácil después de la carrera que hemos echado para llegar hasta aquí. 

—Diez minuto tarde. —suspira — No me extraña, por suerte. 

Keyra cambia el peso de su cuerpo de una pierna a otra, mientras yo me mantengo rígido y erguido, y Ellison camina al interior del salón de pedagogía, haciendo que el sonido de sus tacones contra el suelo me pisoteen los oídos. 

Keyra se inquieta y comienza a murmurar con el ceño fruncido. ¡¿Está loca?! Ellison es capaz de aumentar nuestro castigo si la ve apenas mostrar una mala cara. 

Le tomo un brazo para hacerla dar un paso atrás y por primera vez la miro directo a los ojos sin tentarme a sonreír. —No comiences con tus locuras ahora, esta mujer es mala —susurro. 

—¿Qué esperan? —pregunta Ellison, volviendo a aparecer por la puerta. 

Mi corazón se acelera de la impresión, haciendo que mis músculos vuelvan a tensarse. —Nada —comienza Keyra. Presiono sobre su antebrazo, aún en mi mano—, simplement... —se calla. 

Gracias al cielo.

—Ya vamos, Señorita Ellison. 

Una vez dentro de la sala, tan blanca y monótona como la misma entrada del edificio, ella nos entrega una pila de papeles a cada uno, tan grandes que es ridículo. Debemos fotocopiar toda esta mierda por horas. 

Keyra no abre la boca en todo el tiempo y sé que está harta sin siquiera haber comenzado aún. Pareciera que de pronto se ha convertido en una niña con problemas de tolerancia a la gente adulta y las reglas a seguir. Y de cierto modo me siento mejor con respecto a la culpa de tener este castigo, porque, a juzgar por su actitud en este momento, creo que quizá se hubiese metido en problemas de todas maneras, con o si mi ayuda. Ya no parece tan tímida como antes. Pero no puedo evitar pensar en que eso la hace más humana, más imperfecta. 

 Sin necesidad de organizarnos, comenzamos a trabajar en equipo, de modo que ella me entrega los papeles de cualquiera de las pilas, uno a uno, mientras yo los pongo dentro de la fotocopiadora y le doy al único botón que tengo permitido oprimir. El más grande y llamativo de todos. 

En un principio me detengo a leer la primera línea de cada hoja, pero no son más que guías de trabajo y algunas observaciones de clases, tanto de nuestra sección como de muchas otras. Nada interesante. 

Excepto uno. 

En un momento determinado, Keyra me da una hoja de párrafos eternos de historia universal y un trozo de papel cuadriculado cae al suelo. Ella ni siquiera está pendiente de lo que me entrega o de los movimientos que yo hago. Sólo estira su mano hacia mí cada vez que la máquina fotocopiadora emite un sonido. 

Antes de presionar el botón de fotocopiado me inclino hasta el suelo para coger el papel mal cortado, sucio y arrugado. Lo estiro entre mis dedos y lo primero que llama mi atención es una enorme marca en tinta roja que pone REQUISADO. 

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora