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—Escúchame—digo. Ella se incorpora y me mira, asintiendo con la cabeza. Su respiración sigue sonando extraña.

Acabo de olvidar todo lo que Toff me ha dicho antes de correr hasta aquí, pero no me es difícil ordenar las ideas en mi cabeza. Sólo digo todo lo que estoy pensando en este preciso instante. 

—Keyra, eres hermosa—digo. Una risa se escapa de mí, porque es tan evidente lo que estoy diciendo—, no sé ni siquiera por qué te lo estoy diciendo, deberías saberlo. 

Baja la mirada y mueve sus manos sobre la cama. —No—digo—, mírame. Mi cuerpo casi se mueve por sí sólo, cuando pongo mi mano bajo su barbilla y la levanto suavemente, para hacerla mirarme directo a los ojos. —Ya basta de avergonzarte cada vez que te dicen la verdad —sus ojos enormes me miran mientras asiente con obediencia—. Tus piernas no tienen nada de malo. Ya, sí, tienes moretones. ¿Y qué? Seguro Megan o yo o cualquier otra persona en el mundo jamás ha tenido uno. ¡O miles de ellos! ¿Qué importa lo que diga Megan? A mí no me importa, a Toffee tampoco, ni a Brandy, ni a Harry, ni a ninguno de nosotros. ¿Por qué a tí sí?

Traga saliva y una última lágrima recorre una de sus mejillas. —No lo sé—susurra. 

—¿Lo ves?—pregunto, y quiero sonar tan suave como me sea posible. —Ni siquiera sabes por qué te importa. ¿Acaso ella es mejor que tú? ¿Es eso?

Ella vuelve a sacudir su cabeza, ésta vez de un lado a otro. Me observa como un niño que está siendo regañado. Sorbetea por la naríz. —Claro que no—insisto —. Deja de permitir que te pase a llevar. Si te molesta, haz algo al respecto y todos nosotros estaremos detrás de tí apoyándote. Pero si haces como si no te importara y te guardas toda esa mierda que ella te está dando cada día, vas a explotar y nadie va a darse cuenta, porque todos nosotros pensaremos que a ti no te importa, ¿entiendes lo que digo? 

A éstas alturas de la conversación me dirijo a ella, no como la chica que me gusta, sino como mi amiga. Porque ella lo es, de todos modos. Es una de nuestras chicas, y siempre voy a defender y secar las lágrimas de cualquiera de ellas tres. 

—Sí—dice—, pero... —se encoge de hombros sin decir nada más. 

—Pero, nada—espeto. Sonrío tan grande como puedo, tratando de hallar su sonrisa como respuesta. Ella lo hace, pero sus labios apenas de curvan un poco. Tomo sus manos—. Desde hoy ya no vas a dejar que nadie pase por encima tuyo, ¿okay?

—Sí—dice. Su voz suena mejor ésta vez.

—Y no te preocupes por tus piernas—agrego—, son lindas. 

No puedo evitar avergonzarme cuando ella sonríe y baja la mirada hasta nuestras manos aún enlazadas. —Gracias. 

Observo sus manos de empanadas entre mis dedos. Salto hasta su cabello, que aterriza en forma de espirales flojos por debajo de su pecho. Más arriba, su nariz pequeña y respingada, sus labios un tanto carnosos, que se elevan levemente en el medio, haciendo ver más aún su dentadura irregular. Luego las pequeñas chispas que se reparten por debajo de sus ojos. 

Es hermosa.

—Oye—digo de nuevo. Mi corazón sube hasta mi garganta de sólo pensar en lo que estoy a punto de hacer. Mi estómago se revuelve a medida que quito mis manos de donde están y enmarco su rostro con ellas. Sus ojos siguen cada movimiento que hago, hasta que me acerco a sus labios entreabiertos, para acabar con el espacio que nos separa, reduciéndolo y volviendome loco por cada milímetro que avanzo hacia ella. 

Me muevo despacio, con cuidado de no hacerle daño, aunque ni siquiera sé cómo podría hacerlo. Su boca sabe a ella, a su escencia y un poco de sal que sus lágrimas dejaron al rededor de su boca. Siguen siendo suyas. 

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora