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Los días han pasado y Keyra ha estado bien. No he dejado de visitarla cada día después de clases durante esta semana y sólo ha estado algo cansada en algunas ocasiones, pero sigue viéndose optimista y tranquila. A veces qusiera tener esa capacidad de ella para ver las cosas con tanta simpleza y calma.

Hoy han terminado las clases del semestre y la semana entrante es libre para todo el instituto, de modo que podamos estudiar y descansar un poco antes de que los exámenes comiencen.

Estoy en el tren subterráneo volviendo a casa, desde que tuve que enviar mi auto al taller para arreglar nuevamente ese ruido extraño que tuvo hace algún tiempo. Keyra no pudo acompañarme esta vez para adivinar cuál era la falla con exactitud. Y la verdad es que la extrañé bastante.

Una chica que ronda los 15 años se sube al vagón con una gran guitarra colgada del hombro y acomoda la correa en su espalda y bajo uno de sus brazos para comenzar a cantar. Algunas personas se quitan los audífonos de sus reproductores para oírla y otros simplemente la ignoran. Su voz es hermosa y combina a la perfección con el sonido de la guitarra. Ignoro la canción que está interpretando, pero su melodía es lenta y calma, sin embargo, deja una sensación agradablemente triste. El Sol escondiéndose entremedio de los grandes edificios y apuntando a mi cara con debilidad me provoca una suerte de nostalgia, haciendo que todo a mi al rededor se vuelva melancólico.

Pienso en mi novia y dibujo su sonrisa partida en mi mente. Hoy tendremos una cita fuera, porque Key decidió que necesito estar en un lugar que no sea mi casa, la suya, una clínica o el instituto, por lo que una cita sería el remedio para mi falta de habla. No es que ya no hable, simplemente lo hago más conmigo mismo y no con el resto de las personas.

Me acerco a la chica de voz hermosa para darle un par de monedas antes de bajar del tren y caminar a casa, y por alguna razón, me siento más triste cuando las puertas se cierran y dejo de escucharla, que cuando oía la melodía nostálgica que ella estaba cantando ahí dentro.

Mi auto ya está aparcado fuera de la casa cuando llego.

—Buenas tardes, Horan—dice Keyra al abrirme la puerta.

—Oh, creí que esta era mi casa—me río y la beso. —Esperaba ir por ti, no que tu vinieras por mí.

—Quería venir por ti—dice sonriente. —Maura y yo estuvimos cocinando cosas, dice que necesito engordar.

Ruedo los ojos, sabiendo que mamá realmente espera que suba de peso sólo por comer cosas muy dulces, y probablemente hizo que Keyra comiera mientras ella no probó ni un sólo bocado. Una mujer de su edad sube de peso fácilmente comiendo cosas con mucha azúcar, pero lo cierto es, que una chica como Keyra no subiría ni un gramo, mucho menos estando enferma y débil.

—¿Dejaron algo para mí?

—Sí—Key sonríe—hay algo de pie en la cocina.

Toma mi mano entre las suyas y me percato de lo frías que están.

—Oye, ¿no tienes frío?

—Para nada—dice. —Sólo debe ser la presión. Sabes que mis manos siempre están frías.

—Voy a creerte—digo—, pero más vale que estés más abrigada cuando salgamos.

Saco un trozo de pie y me lo como en tres mascadas. —¿Dónde está mamá? —pregunto con la boca aún llena.

—Aquí estoy—dice ella, apareciendo de pronto en la cocina. Está poniéndose su abrigo favorito y lleva su juego de llaves en la mano.

—Oye, gracias por traer mi auto—digo, antes de que se me olvide.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora