Mamá se lleva una mano al pecho y me mira como si hubiese visto un fantasma, en un principio no dice nada, su mente en blanco. Cuando deja el paño sobre el mesón de la cocina para acercarse a mí, algunas lágrimas ya han comenzado a escaparse de mis ojos. No puedo creer que esté llorando ahora mismo.
—Dios mío, cariño—es lo único que dice. Dejo caer mi cabeza sobre su hombro mientras intento controlar el llanto silencioso. —No puedo creerlo—farfulla—, cómo es posible.
—No lo sé.
Hago un par de intentos por explicarle qué pasa, pero tengo tanto de esta puta angustia desgarrándome la garganta, que pasa un buen rato en el que no puedo hacer otra cosa que estar en silencio y dejar que las lágrimas salgan mientras mamá acaricia el cabello de mi nuca sin que ninguno de nosotros hable. Y el único sonido que hay dentro de la cocina es la vibración de las ampolletas en el techo y el que yo hago cada vez que sorbo por la nariz.
Cuando me levante por la mañana, Keyra estará dentro de un avión volando a San Clemente. Y la habré perdido.
No quiero que llegue el momento en que mamá y yo hablemos al respecto, porque creo que nadie comprendería realmente la forma en que me siento vacío ahora, y la forma en que a partir de este instante acabo de convertirme en un ser triste y angustiado, por mucho que Keyra no haya sido mía por más de tres días consecutivos.
No quiero que nadie diga que voy a superarlo, o que me olvidaré de ella en algún momento, mucho menos que fue sólo un noviazgo corto y rápido, porque realmente no quiero superarlo ni olvidarme de ella. Sólo quiero que se quede aquí conmigo, porque la necesito como nunca antes creí que podría necesitar a alguien.
Ni siquiera sabía que este estúpido sentimiento existía.
El hombro de mamá jamás se sintió tan bien como ahora mismo, ni sus caricias en mi pelo. Con el paso de los minutos logro relajarme y me siento cansado, sin ganas ni de moverme.
—Vas a estar bien, cielo—dice al fin. No, no voy a estarlo. Enmarca mi cara con sus manos pequeñas y me hace mirarla. —Hijo, lo siento tanto. —Niega triste con la cabeza, mientras yo asiento una vez en modo de agradecimiento.
Sé que ella no puede hacer nada. Si Keyra, Will o yo no pudimos, ¿cómo mi mamá podría ayudarme? Es imposible.
Sin embargo lo logra de algún modo. Sólo ella, su forma tan perfectamente maternal de saber siempre qué decir.
—Escuchame, Nialler. No voy a decirte que mañana estarás bien o que dejarás de sentir angustia por ella de aquí a unos días más, porque los dos sabemos que eso no sucederá—dice—, pero las cosas en nuestras vidas suceden por una razón. Siempre. Aunque ni tú ni yo sepamos cuál es, ni para qué va a servir, sin embargo vamos a comprenderlo algún día. Tal vez Keyra se vaya ahora, pero podría volver eventualmente. Las cosas no suceden por nada, ni el universo conspira contra tí para hacerte sufrir. Si tu felicidad está con Keyra, ustedes de alguna manera encontrarán el camino de vuelta hacia el otro. —Sus ojos siguen mirándome con tristeza mientras sus pulgares se deslizan por mis mejillas irritadas. Se pone de puntitas para besar mi frente y agrega: —Confía, hijito.
Asiento. «Confía», repito en mi cabeza. Es increíble que una palabra tan simple y corta como esa pueda ser tan difícil de utilizar.
Confiar.
¿En quién debería confiar para sentirme mejor? ¿En mamá? ¿Mamá va a solucionar mis problemas? No. Pero encontraré el verdadero significado de lo que ella dijo. No ahora, sin embargo. Si sigo pensando en cualquier cosa mi cabeza va a explotar.
Me quito de entre sus manos tibias y comienzo a rascarme los ojos como desesperado para quitarme el cansancio, y si tengo suerte, al menos un poco de frustración.
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Keyra en las nubes (fanfic n.h)
FanficNiall nunca se ha enamorado. En su penúltimo año de instituto, lo único que le preocupa son las tardes de pizza y videojuegos con sus amigos, salir de fiesta y no tener problemas. Hasta que la extravagante hermanastra de su mejor amiga llega desde e...