HELLO, SISTER

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Inhalé el delicioso aroma que liberaban las flores mientras las acomodaba en el jarrón. Estaba tan absorta en mi tarea que no noté la presencia que se acercaba a mí hasta que el frío del metal se posó en mi cuello. Miré sin interés el berilo rojo en forma de corazón sujeto a una trenza de oro, que formaba un precioso collar que seguro calmaría el hambre en la mitad de la India.

—¿Dónde estabas? —pregunté aun dándole los últimos toques al ramo de orquídeas.

—Tenía hambre —aquel demonio mordió mi cuello dejando una descarga de placer que recorrió mi cuerpo.

—En la isla hay personal para eso —traté de actuar como si no me afectara el contacto de su boca en mi piel.

—Soy exigente con mi comida.

—Por supuesto, tú puedes ir y venir a tu antojo —me di la vuelta para enfrentarlo—. En cambio, yo, me tengo que quedar aquí.

—No me gustan los desmayos que tienes, ni la debilidad que te embarga cada vez más seguido, además, tu apetito se intensificó de manera descomunal. Ni creas que te dejaré salir de la isla sin saber que te sucede —me acercó más a su pecho y besó mi frente—. Comprende que me preocupo por ti.

—Ya Lilith está investigando sobre eso. Puede que nos estemos preocupando por nada. Quizás sólo sean los síntomas de un embarazo normal.

—No me arriesgaré —sentenció.

—No me convertiré en tu esposa florero, Abigor —lo empujé lejos, molesta.

—No lo serás, cariño. Tan solo espera hasta que nazca o al menos hasta descubrir que lo que te ocurre es normal. Hazlo por el bebé.

—Lo estás utilizando para controlarme —dije indignada.

—Agrégale los cambios de humor y tu hipersensibilidad —rueda los ojos frustrado.

—Idiota —salí molesta de la habitación con él detrás.

—Vamos, amor —trata de tomarme del brazo, pero se lo arrebato—. Perdón, ¿Ok? ¿Me dejarías compensar el tenerte encerrada en esta prisión de oro?

—Dime una sola razón por la que no deba arrancarte el corazón y hacértelo tragar después —finjo pensarlo—, oh, ya sé, no tienes uno —dije casi gritando.

—Sí lo tengo —me estrechó en sus brazos a pesar de mis protestas—, y es todo tuyo.

Evité su mirada, pero una sonrisa empezó a tirar de mis labios.

—Hablabas de compensar algo hace un rato... —dije tratando de distraerlo cuando de nuevo se centró en mi cuello.

—Te lo diré más tarde.

Sus manos descendieron por el contorno de mi cuerpo hasta detenerse en mis muslos. De un salto enrollé mis piernas en su cadera. Su cercanía inquietaba mi cuerpo ansioso por el deseo de ser consentido como tan bien lo sabía hacer mi ángel caído. Su boca devoró con afán la mía deleitándose con ella. Dejó mi peso en la baranda desde donde se tenía una vista de la puerta principal y el living.

—Vaya —una muy familiar voz interrumpió el momento desde el vestíbulo—, creo que alguien se está divirtiendo por aquí.

No sabía si estar feliz por ver a mi hermana después de tanto tiempo o furiosa por la interrupción. Por alguna extraña razón era un poco de ambas. Y por la cara de Azieel tampoco le gustaba la inoportuna visita.

Cuando volví al suelo comprendí mejor porque tenía aquella expresión de querer asesinar a alguien. Junto a mi hermana estaban mis hermanos. Uno tenía una mueca divertida en el rostro, aunque yo sabía la ira que sentía por dentro, mientras el otro estaba tan indiferente como se podía esperar de él.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora