CULPA

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La familiar calidez de la que me había acostumbrado en los últimos meses me acogía con ternura. Aun con los ojos cerrados me di el placer de disfrutar de esta sancionarían de tenerlo contra mi cuerpo, su característico olor inundando mis fosas nasales, sus melodiosos latidos, su respiración lenta me daba una pista de que estaría dormido. No pude evitar sonreír por aquella sensación de bienestar que me generaba.

Cuando decidí que necesitaba urgente un baño para quitarme todo el sudor y demás suciedad que tuviera mi cuerpo, abrí mis ojos y mí la tela gris de la camisa de mi esposo hecha trizas. Frunciendo el ceño observe detenidamente las marcas de quemaduras que tenía en su torso y en sus brazos, al igual que en sus mejillas. Esa fue la pista clave para darme cuenta de que la causante de todas sus heridas apenas curadas era yo. No podía con mi asombro, me sentí terrible. La culpa pronto me embargo por completo. Sin que pudiera evitarlo un sollozo se escapa de mis labios haciendo que despertara. Pronto era él quien estaba terriblemente preocupado.

-¿Caterina, amor? ¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien? - alargo su mano para tocar mi rostro, pero me aparte antes de que pudiera hacerlo. El dolor fue evidente en él, pero estaba demasiado aterrorizada como para pensar en otra cosas que no sea mi estado - comprendo que aun sigas enojada conmigo...

-¿Yo te hice eso? - no comprendía porque era tan masoquista de preguntar cuando ya sabía la respuesta. Tal vez, porque tenían la estúpida esperanza de no habder sido yo.

Se demoró más de lo debido en responderme y eso fue una clara evidencia de mi culpabilidad. Sus quemaduras eran cosa mía. Yo lo había herido y no podría haberme sentido más culpable como en ese momento. Me cubro la boca con mi mano para amortiguar otro sollozo que brota por la rabia que sentía conmigo misma por eso.

-no llores cariño. Te aseguro que eso me duele mucho más - a pesar de mis intentos alejarlo me envuelve en sus brazos y me deja llorar sobre su pecho.

-lo siento mucho. Perdóname, por favor - suplico entre el llanto - te juro que no quería hacerte daño.

-shh... No duele - había utilizado una forma tan dulce, aunque era similar a estar hablando con un niño - te lo prometo - agrego con una sonrisa al verme en mis ojos recelo.

-mientes - dije en apenas un hijo de voz sin verlo a los ojos sino a sus quemaduras - es como si te hubieras acostado en una parrilla para asar carnes.

Tiro su cabeza hacia atrás y rio tan fuerte que se podría escuchar por toda la estancia. Lo observe por lo que duro su carcajada. Fue larga e hipnotizarte, jamás lo había escuchado reír de esa manera. Incluso lágrimas de diversión se le escapaban de los ojos a causa de su diversión. Fue maravilloso ese sentimiento de escucharlo reír de esa manera, a pesar de que la causa fue que estoy actuando como una niña miedosa.

-¡Dios mío, no sabes cuánto te amo mujer!

-amo tu risa. Es maravillosa. Debería reír más seguido... - y de golpe el encanto en el que estaba sumida, se esfumo. Me di cuenta de que siendo lo que somos, con los enemigos que tenemos; seria pocas la veces en que podría escucharlo reír de esa manera.

-no río tan seguido, pero no significa que no sea feliz - levanto mi mentón y me hizo mirarlo - y la única manera que tengo para ser feliz es estar a tu lado.

-¿A pesar de que por poco te calcino vivo?

-a pesar de todo. Sin importar cualquier cosa lo único que quiero es estar cerca de ti.

En ese instante recuerdo porque había estado enfadada con él y con el resto de mi grupo. Había algo que no podía saber y solo conocer eso me asustaba.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora