TORTURA

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De regreso a casa Abigor me dejo sumida en un sueño para evitar el dolor que producía la barrera. No desperté hasta unas horas después cuando los rayos del sol se filtraban entre las cortinas y los tiernos movimiento que mi esposo me hacía para despertarme.

—Caterina —repitió mi nombre al mismo tiempo en que movía mi hombro para despertarme—, cariño —mi cara se configuró en una mueca mientras mi cuerpo se estiraba para ayudarme a despertar—, a despertar gatita —se burló de los ronroneos que hacía.

Llegó hasta el otro lado de la habitación para abrir de golpe las cortinas y dejar que los rayos del sol me golpearan en la cara. Refunfuñé molesta cubriéndome con el edredón.

—Vete al infierno Abigor —me quejé tratando de volver a dormir.

—Tenemos que irnos.

—Que te vaya bien entonces, yo estoy agotada y me duele la cabeza.

—Te recuerdo que fuiste tú la que insistió en acompañarme al campamento. Ahora, duquesa, tendrá que levantarse.

De mi garganta salió un gruñido desconocido resultado del enfado. Caminé hacia el baño renegando por la falta de sueño.

—¿Necesitas ayuda? —había burla en la forma como lo dijo.

—Desearía poder moverme tan fácilmente como tú, con tan solo un pensamiento y te encuentras donde quieres —hablé por lo bajo segura que me escucharía. Entrecerró los ojos como si procesara la idea que cruzaba por su cabeza. Preferí no preguntar.

Después de darme un baño y ponerme una ropa deportiva, ayudé a Carla a empacar el vestido y los accesorios que utilizaría durante esta noche. No tendríamos tiempo de arreglarnos en tierra por lo que, tanto mi hermana como yo, nos arreglamos aquí y ya nos vestiríamos durante el viaje. Esto para evitar la incomodidad de maquillarse al mismo tiempo que estas navegando. La otra razón es que mi doncella no nos acompañaría.

Mi cabello caía en una cascada ondulada por mi espalda, al llegar la decoraría con la tiara que mi esposo me obsequió. El maquillaje era bastante sobrio, para nada extravagante a como estaba acostumbrada en una fiesta, pero quería dar una imagen clara esta noche. No soy una de ellos y no perteneceré por completo al lado oscuro al que intentan sumergirme.

El yate amarrado al muelle de la isla se mecía sobre las constantes olas. Tan solo verlo me estremecía, me hacía recordar que me llevarían con el diablo.

No me había dado cuenta que me había detenido al inicio del muelle hasta que sentí un brazo rodeándome los hombros.

—¿Es miedo lo que percibo? —era la burlesca voz del novio de mi hermana. Tuve que contener mis ganas de tirarlo al agua.

—Temo por mi hijo —las palabras fluyeron sin que pudiera detenerlas. Se sentía bien liberar mi mayor preocupación con una de las personas más importantes en mi vida—, se me agota el tiempo. Me costará mucho si no lo conseguimos.

Apoyo sus manos en mis hombros para colocarme frente a mí. La seriedad marcaba su rostro.

—Pero no lo harás. Tienes todo un ejército de personas que te aman —justo en ese momento pasa a nuestro lado Esther llevando consigo una enorme maleta de viaje—, al menos la mayoría.

—Es demasiado equipaje para cargar —entrecerré los ojos en direcciones hacía ella—, debería ayudarla.

—Esos sentimientos tan corrompidos tuyos —una perversa sonrisa se extendió en sus labios—, me divertiré mucho en esta travesía.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora