MI PECADO CAPITAL

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—A despertar, bella durmiente —una voz cantarina me incita a despertar.

No tenía que abrir mis ojos para saber dónde nos encontrábamos; el suave viento y los aromas naturales me parecían tan comunes como hace un mileno.

—¿De casualidad hay una chica para alimentarme o me tendrás a dieta como la vez anterior? —pregunté reusándome a abrir los ojos.

—No puedo creer que tu apetito sea tan fuerte que llegue a tu inconciencia —una risa juvenil resuena entre los árboles.

—Inconsciente o consiente, tengo hambre —dije por primera vez abriendo los ojos, lista para mirar esos luceros verdes como la naturaleza a nuestro alrededor—. Y sobre cualquier otra criatura, sabes por qué. Después de todo, fuiste tú la que me envió un mensaje para decírmelo.

Sigo su mirada detrás de mí para ver aquella primera chica que tuvo la desdicha de ser mi víctima. Tenía la mirada perdida, el rostro inclinado a un lado para dejar expuesto su delicado cuello. No me molesté en saltar como un animal salvaje sobre su presa. Con paso tranquilo llegué a ella y clavé mis ansiosos colmillos para alimentarme hasta dejarla seca. Se desplomó en el suelo sin vida cuando terminé con ella.

—Eso ayudará para cuando despiertes en la realidad, no te sea como salida de una resaca.

—¿Trajiste un alma a un sueño? —pregunté distraída, limpiando los restos de sangre de alrededor de mi boca.

—Tenías que recuperar un poco tus fuerzas. Además, se lo merece, asesinó a su esposo cuando lo descubrió con una amante. Debería antes agradecerte, detuviste su sufrimiento eterno cuando devoraste su alma. Simplemente no existe.

—¿Consumí su alma cuando bebí su sangre? Es una buena combinación. Deberías intentarlo —debía hacer la pregunta que tanto me carcomía la cabeza— ¿Me dirás en qué estabas pensando al hacer una fiesta?

—Quiere hablar contigo.

Quedé asombrada por su respuesta. Un escalofrió recorrió mi columna vertebral, similar a como si un cubito de hielo bajara por mi espalda, dejando una estela de miedo en su recorrido. Mi respiración se alteró por el terror de imaginarme estar en la misma habitación que tal despreciable criatura que ha causado tanto daño a los míos con sus manipulaciones, y a mí de maneras inimaginables, por su egoísmo y afán de ganar la guerra.

—No —negué con mi cabeza en un gesto repentinamente alterado—. No lo quiero cerca de mí. Siempre muere alguien a su alrededor, matará a Azieel y a mi bebé para tenerme al fin. Es el mal en persona, no hablaré con él.

—No lo comprendes, Caterina. Después de todo lo que he hecho por ti, por tu hijo, ¿no confías en mí? —sonó dolida.

—Hay algo más que no me dices... —aseguré con una mirada dura en mi semblante— ¿No es así?

—Sino hago lo que me dice, continuará con su tortura —responde resignada—. No sabes lo que es... —se le cristalizaron los ojos por la aparición de lágrimas— Es horrible. Nada se compara con todo el sufrimiento que me ha causado y estaba desesperada...

—Así que, ¿planeas entregarme? —la corté, resistiéndome a sentir lastima por ella— ¿Para salvarte? Todo lo que has hecho, para que al final me entregaras —entrecerré los ojos mirándola con desprecio.

—Él no puede hacerte daño, mucho menos al bebé. Ya lo hubiera hecho desde su concepción.

—Entonces, ¿qué quiere de mí? —grité desesperada.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora