EL FIN

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Hipnotizantes ojos turquesa me vigilaban con insistencia, a pesar de ser inquietante no pude evitar sentir esta extraña atracción hacia el atractivo hombre del fondo de la discoteca. Actúe como si no me importara su mirada sobre mí, intenté no parecer afectada por él, solo baile dejándome guiar por el electrizante ritmo de la música.

Me encontraba sin compañía en un club nocturno a altas horas de la madrugada con un posible acosador a al acecho, pero no le preste atención a los detalles. Necesitaba esto, anhelaba la adrenalina que aquel desconocido me proporcionaba. No importaba cuantas veces visitaba el lugar, siempre llegaba el misteriosos hombre de aura oscura, a la media noche, bebía la misma cantidad de bourbon y nunca apartaba la intensidad de su mirada de mi.

Todos mis viernes tenía la mismo rutina, me arreglaba para salir cuando Aiton dormía, conducía durante una hora para llegar a uno de los lugares más lujosos de la isla. Debía confesar que yo también lo admiraba desde la distancia, bailaba solo para él. No sabia que fuerza tomaba posesión de mi cuerpo para obligarme a cometer estas locuras, pero no lo podía controlar, aunque no es que ponga mucha resistencia, tan solo me dejo llevar.

Le había preguntado a cualquier posible conocedor de la identidad de ese misterio hecho carne pero ninguno me daba respuestas útiles. En varias ocasiones intente darme por vencida, pero al final siempre terminaba regresando rendida ante él. Me había dado cuenta que era estúpido tratar de sacarlo de mi cabeza con otro, era absurdo intentar parar esta obsesión por él.

Note que ya era hora de irme, ya los rayos del sol saldrian para darle apertura a un nuevo día. Le pedí a Maximiliano, el barman, mi bolsa. Después de tantas noches aquí ya había generado cierta complicidad con los empleados. Abandone el local con mi atención sumida en mi teléfono, me diría a mi auto cuando unos pasos apresurados captaron la atención. Al darme cuenta me encontré a Maximiliano tratando de alcanzarme.

-me dieron una buena propina a cambio de darte esto - dijo con una enorme sonrisa en la cara.

-¿Quién lo haría? - fruncí el ceño aunque al mismo tiempo no podía evitar reír por su emoción. Tome la preciosa orquídea negra con la tarjeta amarrada en su tallo.

-tu chico misterioso me la dio antes de irme.

Su respuesta me dejó helada, esperaba que dijera que se trataba de una broma pero solo me guiño el ojo antes de irse de regreso a la discoteca. Le di otra mirada interrogante a flor para después ingresar a mi auto y regresar a casa. No me atreví a leer lo escrito en la tarjeta para disfrutar como mi imaginación analizaba locas posibilidades que patrocina la intriga.

Al llegar lo primero que hice fue darme una relajante ducha de agua caliente. Como era costumbre aquel desconocido no abandono mis pensamientos, todas las noches su penetrante mirada dejaba secuelas, dejaba rastros de su presencia a mi alrededor, era como si su compañía estuviera siempre a mi lado. La oscuridad de sus presencia me cobijaba desde hacía un año, desde antes de aquel instante en que cruzamos miradas por primera vez.

Previo a irme a dormir fui a la habitacion de Aiton para asegurarme que estuviera bien. Me alibaba verlo dormir, su tranquilidad se comparaba como la de un ángel.

-¿que tal tu noche? - apareció Julieta con su habitual interrogatorio.

Esta hermosa chica se había convertido en uno de los seres más importantes en mi vida desde hace un años, ella y su esposo había permitido que me quedara con ellos junto con mi hijo. Un año y medio antes había estado vagando sola sin saber ni me nombre con un bebé recién nacido en mis brazos. Durante ese tiempo había conocido a un chico llamado Aarón que no para de decir que me debía una disculpa, me ayudo bastante aunque fue bastante raro sus ansias de mantenerse oculta de su familia. Después intente librarlo de la molestia que mi estadía le estaba causando, asi que le pedi su ayuda para conseguir trabajo, lo unico que consegui fue que llevara con Jeremia que a su vez me presentó a Julieta. Ella y su familia eran tan singulares como mi hijo y yo y nos ayudaron mucho a adaptarnos a esta vida. Quizás por eso la considero como mi hermana.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora