Azieel se había quedado dormido después de un rato, yo por mi parte, me costaba dormir con la incertidumbre acerca de lo que quiere hablar Luzbel conmigo.
Me levanté de la cama y busqué un bata de seda celeste para cubrir mi desnudes. Descendí al primer piso para ir al jardín. Mientras caminaba, admiré la belleza que la oscuridad le brindaba a la casa: La madera del suelo, paredes blancas repletas de cuadros de hace dos siglos, distintos jarrones con flores tropicales. La casa tenía una extraña mezcla entre la Francia antes de la revolución y un aire tropical moderno, por raro que se escuche se complementaba bastante bien y era muy bonito.
Cuando llegué al jardín, vi una sombra sentada en una de las sillas de playa que había cerca de la alberca. Respiré profundo y caminé hacia él.
—Tuviste una recaída ayer, ¿no deberías estar descansando? —me reprendió sin siquiera mirarme.
—Ya lo hice lo suficiente —me senté en la silla de al lado para mirar el mar detrás de la piscina—. Aunque debería hacerte la misma pregunta.
—La contestación sería la misma —sonaba distante, algo perdido, incluso— ¿Por qué lo hiciste?
—¿De qué hablas? —lo miré sin comprender a que se refería.
—Cuando moriste, mi mente logró rescatar pequeños fragmentos de mi vida —posó sus ojos en mí—, recuerdos tuyos. No todos, por supuesto, pero sí, unos cuantos.
Me quedé en silencio por lo que se sintió horas, aunque podrían ser segundos. Me sentí incapaz de decir palabras, hasta que por fin se me ocurrió decir lo primero que se me vino a la cabeza.
—Lo lamento. Creí que estarías mejor sin mí. Creí que estarías a salvo.
—Siempre tomando decisiones que no te corresponden... —lo dijo con una sonrisa en su cara, pero sabía lo dolido que estaba— Es una lástima que me creas tan débil para estar a tu lado.
—No te creo débil —sentencié algo enfadada por el mal concepto que creía que le tenía—. Solo creo que mi vida es más abrumadora de lo que cualquiera pudiera resistir. Hace meses, lloré por dejarte ir, fuiste mi amor imposible por casi un mileno —ambos reímos por mi comentario para volver al momento incomodo—. Te hice mucho daño, fui egoísta. Era el momento de que te dejara ir.
—¿Ese bebé podría haber sido mío? —miró el lugar donde tenía posada mi mano.
—Todos lo dudamos, créeme. Incluso yo tenía dudas acerca de quién podría ser el padre. Pero hice un hechizo sobre mí y toda mi raza para hacer imposible la creación. Tú y yo no somos lo suficientemente fuertes para procrear. Abigor en cambio, lo logró sin siquiera saberlo. También él creía que este bebé era tuyo y aun así asumió ser el padre.
—De ser mío, ¿me lo hubieras ocultado?
—No lo sé. Tal vez te lo hubiera dicho cuando fuera capaz o... no lo sé.
—Debes estar aliviada de que el padre sea Abigor.
—Un poco, a decir verdad —reí para tratar de terminar el momento incómodo.
—Es bueno que seas feliz.
—También estoy feliz por ti —estiré la mano para tomar la suya—, eres alguien importante para mí, Sebastián. Siempre querré lo mejor para ti. No importa si encuentras la felicidad en otra persona, la aceptaré si es buena contigo y te ama.
—Aún no le he dicho a Esther que recuperé mis recuerdos de ti. Finjo que no me doy cuenta de que trata de suplantarte. No quiero que sienta terror por fantasmas del pasado, solo quiero un nuevo futuro con ella.
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Vía al Infierno °SIN EDITAR°
ParanormalSEGUNDA PARTE DE LA ORIGINAL. Renacida y con mas impedimentos para seguir su vida. Ahora Caterina tendrá que enfrentarse a todo aquel que se interponga entre ella y salvar a su hijo, la señora y creadora de la raza vampira hará cualquier cosa con ta...