ESTO ES LA CAZA

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Quería matarlo, torturarlo, terminar con su miserable existencia sin piedad alguna. Parecía poseía por la más pura rabia, tenía en mi cabeza voces que no paraban de discutir la una con la otra sobre acabar con este infeliz.

-sabes que quieres hacerlo - la tentadora voz endulzaba mi oído y me transmitía miles de formas en las que podía llevarlo a una muerte lenta y dolorosa - él lo merece. No deberías tener piedad con tus enemigos.

-no lo hagas, Caterina. No lo escuches. Ël solo quiere que tu parte oscura consuma la otra para que te unas a él - esa era la voz, era un coro de voces combinadas en una, que me ayudo a huir de Luzbel. También, me advirtió que mis mentiras saldrían a la luz.

-ellos te utilizan para volver con su adorado Dios. No les importas - era Luzbel el que hablaba, él era la otra voz - eres un medio para un fin.

-al igual que para ti - dije a la nada.

Escuche a lo lejos aquella inestable carcajada parecida al Joker. Me estremecí ante el dolor en mi mejilla, el trance en que había estado sumida me impedía sentir ese dolor.

Me sorprendí al ver el desastre que había hecho en la garganta del demonio. Corrí a socorrerlo pero era inútil, no tenía ni idea de cómo ayudarlo. Mi mente volaba a toda velocidad tratando de buscar una forma de ayudar a Mexandre. En un momento de locura mordí mi muñeca y la lleve a sus labios esperando que tuviera éxito. Aun así debía preguntarle a Abigor si era correcto lo que hacía o si solo lo estaba empeorando, pero se encontraba ocupado interponiéndose entre el risueño Luzbel y yo. Eligos se mostró más majestuosos que cualquiera vez anterior, su poder lo envolvía en un glorioso manto de fuerza e intensidad, su lanza brillaba letal esperando atravesar la piel de alguna desdichada criatura.

-ayudas al cobarde que se atreve anegar ayuda - se burla con aire infantil - eres adorable, Caterina.

-vete - mi atención estaba puesta en tratar de tener el flujo de sangre violeta del demonio - regresa al agujero al que perteneces.

-no puedo, no sin antes llevármelo a miserable de Mexandre conmigo - su actitud infantil se esfumo dando paso a algo escalofriante.

-no - sentencié sorprendiendo a todos en la habitación.

-¿No? - ríe sin ganas esperando que fuera broma, su ira es evidente al ver que no lo es - ¿No? - esta vez lo dice de forma más severa - no te estoy pidiendo permiso, Caterina.

-debiste tomarlo antes de mi llegada.

-lo habría hecho si hubiera sabido donde estaba. Pero, ahora, gracias a ti, lo encontré - volvió a adoptar una pose relajada pero era evidente que estaba tenso - si lo prefieres puedes quedarte con su cuerpo - sonríe de aquella forma demoniaca que tanto terror me provoca - en algún momento te rendirás ante mí.

-te aseguro que prefiero retorcerme en los llamas del infierno antes que unirme a ti y entregarte a mi hijo - conteste con todo el resentimiento que pudiera tener hacia aquella criatura despreciable - aun si nos dejas el cadáver no te devolveré a Mexandre.

-esa cosa no merece tu protección, después de todo se atrevió a negarse a acompañarte en tu viaje.

-lo hizo - murmure recordándole eso a mí conciencia pero no paraba de insistirme que no debía abandonarlo ahora, él, al igual que yo y miles más, sufrimos de la maldad de Luzbel, de su codicia, de su venganza, de su ansias de poder, de su retorcidas ideas. El no merecería la felicidad tanto como yo no merezco la mía - pero aun así no dejare que te lo lleves.

Luzbel dio unos pasos hacia mi antes de que la lanza de mi marido se interpusiera.

-yo te di otra oportunidad. Eres lo eres por mí, tienes lo que tienes por mí. Me debes todo - afirmo hacia Eligos con los dientes apretados - del mismo modo en que te di todo te lo puedo quitar.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora