HERMOSA SONRISA

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Había pasado la mayor parte del tiempo mirando hacia la nada, negándome a mirar a ninguno, a Abigor, más que a nadie. En un par de ocasiones había intentado dormir, pero los alaridos de dolor y los movimientos violentos ocasionales del bote, me lo impedían. Además, nadie se encontraba en condiciones de entablar una conversación de más de dos palabras con alguien más, ya sea por el ambiente lúgubre a nuestro alrededor o la discordia en la que nos habían sometido, la mayoría de los lazos se había disuelto casi hasta desaparecer con tan solo unas condenatorias palabras.

Desde esta perspectiva el agua tomaba una apariencia a mercurio líquido. Si te fijabas bien, las olas dejaban de serlo para parecer rostros de lamentos, manos intentando atravesar la superficie y demás. Observar a los condenados jamás me había parecido tan interesante como hasta ahora.

Un rostro, sobre los millones que había vistos, me llamo la atención. Era el de una mujer. Era como ver una estatua, tan pacifica n medio del caos. Movía los labios como si estuviéramos en una plática intima, pero no lograba emitir ningún sonido entendible. En un momento sonrió, y logre distinguir un dulce:

-ven, te mostrare un lugar muy bonito.

Una mano salió del agua, como si saliera de brea, y la tendió hacia mí. Sentí el impulso de tomarla; creí que en serio me llevaría a un lugar donde estaría bien, donde no existiría los problemas que me rodean. Nada de Eligos, nada de Julieta, ni Sebastián, ni Dominic, ni Luzbel; nada de qué preocuparme. Solo mi bebe.

Estaba dispuesta a aceptar su invitación cuando sentí un fuerte golpe en la palma de mi mano. Fue como despertar de un sueño. El trance en el que me había sumido se había dispersado y me había dejado ver la estupidez que habría cometido de no ser porque Abigor logro interceptar mi mano a tiempo. Su mirada su dura, con un regaño silencioso en sus iris azuladas.

-¡NO MIREN EL AGUA! - dijo con voz autoritaria - las sirenas, aquí, no son un mito. Son demonios perversos que escarban en tu cabeza para buscar tu punto débil y usarlo en tu contra. Lo vivos son su comida favorita.

-no sé por qué. Pero me recuerda a alguien - comento con toda serenidad Dominic ganándose una mirada de odio de parte de Julieta.

-no me tientes, Dominic - lo señalo con un dedo acusatorio - caerás al agua si me provocas.

-estoy seguro de que más de una sirena te lo agradecerá, Amorcito. Me han dicho que soy delicioso. Seguro que con tanto muerto quieren algo de sabor.

Su respuesta causo que fuera imposible contener la risa, no porque fuera realmente divertido, sino que necesitaba una excusa para reír en medio de tanto descontrol en mi vida. No sabía si era a causa del poco gracioso comentario de Dom o porque todos estábamos igual o porque mi risa era contagiosa. Al final reímos y por unos segundos deje de escuchar los lamentos y suplicas para oír carcajadas. Se sintió tan bien que hasta costaba respirar, lagrimas se desbordada de la diversión. Fue un excelente momento para la situación en la que estábamos.

El único que no se había unido a nosotros fue el barquero, pero discretamente vi como un costado de sus labios se elevó levente y como su vista se perdía en el agua. Cuando seguí sus ojos me encontré con una mujer que le devolvía la mirada con el mismo amor que él. La mirada que los dos amantes se dedicaban fue perfecta y esperaba que mi memoria la guardara hasta mis últimos momentos. Sería el recuerdo del verdadero amor.

Supe, también, que quizás no los necesitaba. Había tenido la dicha de amar y fui correspondida de la misma manera en mis siglos de vida y eso lo agradecía. Añoraba el momento en que esos pequeños lapsos de tiempo duran mucho más que yo. Tan eternos como mi legado. El barquero y su amada son solo un ejemplo real de que el amor, en su más pura forma, existe. Debemos luchar por obtenerlo y mantenerlo. Eso es lo que deseaba. Después de mucho tiempo me fije en Azieel, en mi esposo, mi compañero, mi amigo, mi amante, mi complemento; mi todo. Observe su sonrisa deseando que permaneciese en su perfecto rostro por toda la eternidad; deseaba ser la guardiana de su felicidad, no ser la causante de su desdicha. Abigor percibió el peso de mi mirada sobre él y me la devolvió, su sonrisa fue menguando, pero no desapareció del todo. Permanecimos ahí, mirándonos y me di cuenta de que esa mirada me bastaba para probarme que el amor y la felicidad son reales. Amaba a Azieel, a Abigor y a Eligos de todas las maneras posibles, esperando, con eso, mantener esa promesa de ser suya y él mío por toda la eternidad.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora