—Estás todo sudoroso —me quejé cuando Abigor me abrazó desde atrás, mientras caminábamos por el jardín para ir a la playa—. Es obvio que estuviste montando todo el rato... —hice una mueca de desagrado al ver gotas de mi sangre en él— y hasta tienes sangre.
—No es como si alguien me hubiera impedido entrar a mi propia habitación.
—Pudiste pedirle a Carla que sacara tu ropa y te hubieras dado un baño en cualquiera de los cientos de cuartos que hay.
—En realidad ese era mi último recurso para verte —se encoje de hombros.
—No sería la decisión más inteligente. Tal vez te hubiera tirado una bola de fuego o te hubieras dado un rápido baño tirándote a la alberca desde el balcón de nuestra habitación. Hay tantas posibilidades a mi alcance.
—¿Así de molesta estabas? —preguntó algo horrorizado.
—Eres inmortal —me justifiqué quitándole importancia al asunto.
—Tenemos que controlar tus estados de ánimo, no sé con cuál de ellos eres más peligrosa —me ayudó a sentarme en la arena, luego se sentó detrás de mí para poder acostarme en su pecho.
La misión de mis cambios drásticos de humor, me recordó cual era el principal problema de estos. La culpa me carcomió por adentro. Sabía que debería decirle todo a Azieel, pero simplemente no podía, antes creía ilusamente que podría con todo esto sola, pero sé que lo necesito. No puedo evitar para siempre su sufrimiento.
—¿Sabes lo que le ocurre a un vampiro que quiere el intercambio de sangre y no lo hace?
—No estoy seguro, pero creo que es peor que la frustración sexual.
—Yo nunca la había sentido antes... —suspiré para ganar tiempo y encontrar las palabras adecuadas— con humanos o licántropos no hay tanta intimidad, así que no me cohibía en ese sentido, pero cuando estaba con vampiros era otra cosa...
—¿Cuál es el punto? —dijo impaciente.
—Estoy haciendo el cuento largo por una razón. Deja de ser impaciente —lo reprendí—. Bueno, sabes que solo he hecho la transferencia con un solo vampiro, nunca había sentido la necesidad, porque no había amado a ningún otro y no me contuve cuando estuve con él. Así que nunca tuve esa... —me aclaré la garganta— frustración.
—¿Por qué me dices esto?
—No me interrumpas —que lo hiciera me ponía más nerviosa—. El hacerlo significa un acto de entrega, el confiar al otro tus pensamientos, miedos, ilusiones, fantasías, todo; se transfiere más que sangre en el acto. Es una muestra de amor muy significativa entre vampiros.
—¿Me estas echando en cara que aún no lo hemos hecho?
Maldije ante su interrupción. Me costó mucho no golpearlo.
—Si el gran duque tiene la delicadeza de cerrar la boca estaré encantada de terminar este martirio para los dos —oculté mi molestia detrás de una fachada de solemnidad. Cuando no habló, decidí continuar—. Si te estoy contando esto es porque...
—¡Caterina! —una tercera voz se entrometió.
—Me rindo. Es imposible —fulminé con la mirada al arcángel que acababa de llegar—. ¿Qué quiere Miguel?
El arcángel estaba a nuestro lado con su imponente presencia y sus magníficas alas que resplandecían en una tenue luz dorada. Sus delicados rasgos lo hacían bastante guapo, las hebras doradas de su cabello rozaban sus hombros, sus ojos de un color bourbon tenían un brillo celestial que le otorgaban una a apariencia de llegada viva. Sus prendas de guerrero contrastaban con su apariencia angelical, su pecho estaba protegido por alguna clase de metal, mientras su larga y fina espada sobresalía de su cinturón a un costado. Era raro pensar que seres creados de paz y amor tuvieran el trabajo de cazador de demonios.
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Vía al Infierno °SIN EDITAR°
ParanormalneSEGUNDA PARTE DE LA ORIGINAL. Renacida y con mas impedimentos para seguir su vida. Ahora Caterina tendrá que enfrentarse a todo aquel que se interponga entre ella y salvar a su hijo, la señora y creadora de la raza vampira hará cualquier cosa con ta...