KINRAI

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Una sensación parecida a una resaca me sobrecogió cuando desperté, la luz de las velas molestaba a mis ojos cuando los abrí. Últimamente estaba teniendo una fascinación por quedar inconsciente, me he desmayado más veces este semestre que en los últimos siglos. Me fije que estaba tendida sobre gran cantidad de cojines de plumas, incluso una manta de piel de lobo me resguardaba del frío.

—Retírense todos. No deseo ser molestado —ordena mi esposo desde alguna parte. Escucho sus pasos aproximándose hacia mí para después inclinarse y quedar a mi altura—, ¿estás bien?

—¿Qué te sucede? ¿Por qué demonios me dormiste? —el dolor de cabeza estaba haciendo que me enfadara más de la cuenta. No dice nada, tan solo extiende su mano a una mesa a nuestro lado y toma una copa.

—Bebe un poco de esto, te ayudará a estar más lucida —lleva la preciosa copa de plata a mis labios; a pesar de estar enfadada con él bebí hasta la última gota de líquido—, mi ejercito esta resguardado por un hechizo que impide ser atacado con la guardia baja. Pero tiene algo adicional, cuando cruzas un dolor intenso te tortura por varios minutos.

—¿Si los quieres proteger por qué le pones esa condición?

—Es una prueba de fidelidad, tengo que estar seguro que ellos de verdad son mis seguidores. Todos aquellos que tengan intensiones perjudiciales para mi mueren al cruzar.

Tenía sentido lo que decía. Después de todo eran demonios, tenía que estar completamente seguro de su lealtad estaba con él y no con Luzbel.

—Mientras dormía, ¿solucionaste el problema de los demonios?

—No estoy completamente seguro, pero creo que todo esto tiene que ver con Aiton. Es igual que como nos contó Miguel. Te alteraste ayer, él lo tomó como estabas en peligro y comenzó a absorber energía para después devolverla cuando no fue necesaria. Esos cambios alteraron a los demonios que están en la tierra.

Miré alrededor para ver con más detalle la tienda de campaña en la que estaba. Era más grande que la de un rey, aun así, con los mismos lujos y excentricidades sin sentido, llegaba a ser algo extravagante. Era un gran contraste la vista contemporánea de la isla a la época de las cruzadas.

—¿Segura que estás bien? —interrumpió mi revisión con su típica preocupación— Es la primera vez que intento la inconsciencia para evitar el dolor del hechizo y no estoy seguro de que hubiera funcionado.

—No hace falta que te preocupes. Estoy bien —le dediqué una sonrisa para reconfortarlo. Abigor se inclinó para besarme, nuestros labios estaban a centímetros. Pero nos interrumpieron antes de poder hacerlo.

—No pude evitar correr al saber de su llegada... —se interrumpió la sucumbo al vernos—. Veo que los rumores son ciertos —se cruza de brazos evidentemente molesta—, entabló una conexión con el vampiro que el amo quiere —dirige su rasgada mirada a mi abultado vientre con un toque de aborrecimiento.

—Había advertido que no quería ser interrumpido —su tono fue duro, incluso enfadado. También se expresión cambio cuando le dirigió una fulminante mirada.

—Jamás me había prohibido el paso —no se permitió mostrarse intimidada por Eligos.

—Antes las circunstancias eran diferentes.

—La cambió ella, junto con la abominación que lleva a en el vientre...

—¡Ya basta! —sentenció apareciendo delante de la demonio y oprimiendo su garganta para impedir el paso de oxígeno, la elevó sobre el suelo unos buenos centímetros—, no toleraré tu insolencia. Ahora ella es tu nueva ama y tiene tanto poder como yo. Te prohíbo que te expreses de ese modo de ella o de mi hijo.

Vía al Infierno °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora