¿Qué era todo esto...? ¿Amor?

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Aunque de manera imperceptible su cuerpo, su modo de mirarme, la forma en la que me entregaba su voz. Una voz que hoy me regalaba verdaderas y delicadas filigranas, que emitía unas palabras que se iban disolviendo poco a poco en el cuerpo de un profundo eco, pero que antes de hacerlo se colaban en mí, traspasándome la ropa, traspasándome la piel. Una emoción tan intensa, sin una aparente explicación... una emoción que nos pilla por sorpresa, provocada por algo tan irracional que se nos escapa de las manos, que se nos resbala entre los dedos. Algo que no podemos evitar por mucho que queramos, lo único que nos queda de animales, lo único a lo que no podemos dar cordura porque sencillamente no es posible luchar contra este tipo de reacciones fisiológicas, porque ni si quiera las entendemos. A pesar de todo él seguía con la canción...

"Tu astronauta, el primer hombre que pise tu luna, clavando una bandera de locura... para pintar tu vida de color, de pasión, de sabor, de emoción y ternura. Sepa usted que yo ya no tengo cura sin ti... amor"

Creo que esta situación me sobrepasaba, me sobrepasaba hasta el punto de escuchar lo que deseaba oír, me estaba volviendo loca, estaba desvariando. No era posible que Melendi hubiera cambiado la letra, el final de la canción. Seguro era mi imaginación la que estaba haciendo de las suyas otra vez.

En cuanto terminó de cantar dejó caer hacia adelante su cabeza logrando que nuestras miradas se cortasen, porque durante la actuación solo se habían perdido de vista en esos momentos en los que se secaban nuestros ojos y las lágrimas estaban a punto de brotar para lubricarlos, solo entonces era necesario parpadear, parpadear un milisegundo y recuperar la conexión.

Lo cierto es que lo que pensé que había escuchado en ese último verso, aunque comprendía que era imposible que fuera verosímil, lo percibía como tal... incrementando si cabe incluso más la adrenalina, que ya no solo lograba erizar mi piel. Estaba siendo realmente consciente de todo lo que provocaba en mi cuerpo, estaba siendo su prisionera. Mi corazón sufría contracciones en nada parecidas al movimiento de sístole, era diferente, lo sabía, lo sentía... era como si alguien lo estuviera tomando entre sus manos presionándolo, oprimiéndolo, sin ningún cuidado, aumentando de esta forma mi frecuencia cardíaca.

Fuertes y vertiginosos latidos expulsados de mis entrañas, una sensación tan inusual y que además cuesta describir. Algo así como lo que siento cuando me subo a un escenario, ese respeto, ese miedo, ese vértigo... aunque multiplicado ni se por cuanto. Pareciera que el corazón se quisiese salir del pecho, salirse y enfrentarse él mismo a la realidad. Algo similar a lo que te pasa cuando te drogas, pero de una manera natural, irracional, sana y hermosa.

Decidí acabar con todo esto, recuperar la cordura dentro de los límites a los que me sometían mis sentimientos, por ello comencé a aplaudir. Sonoros aplausos resonando en el pabellón, realmente dedicados a todos, no obstante con un protagonista excepcional al que no sacaba los ojos de encima, para poder así descubrir cómo reaccionaba. Entonces levantó de nuevo su cabeza, yo no sabía lo que él había sentido porque el sentir es de cada uno, y es de las pocas cosas que nos proporciona intimidad e individualismo. Sin embargo, imaginé que en esos segundos había intentado calmarse, porque durante la actuación había mostrado una mezcla entre desasosiego y vehemencia.

Sonrió, actitud que provocó lo mismo en mí. Y allí me encontraba sonriendo y aplaudiendo, pero entonces aparecieron en escena sus hijos y en cuanto me vieron gritaron al unisonó "Malú" corrieron en mi dirección sin embargo Melendi les frenó en el borde del escenario poniéndoles para ello un brazo extendido delante

- Niños cuidado, ahora bajamos todos a ver a Malú por las escaleras

Me miró sin perder la sonrisa y los dos tomamos en ese momento cierta dosis de sosiego para poder comportarnos debidamente. 

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