Comenzando a arder...

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Con rostro preocupado Melendi volteó su cuerpo mientras se quitaba el cinturón de seguridad preguntando

- ¿Pero qué ocurre?

Yo persistía en una profunda mudez cuando él insistió

- ¿Malú estás bien?

- Perfectamente...

- Ehhh... (levantó las palmas de las manos confundido) entonces... entonces ¿qué se supone que hacemos aquí...?

- Bésame (le ordené decidida) quedan más de cinco minutos de camino todavía y no quiero enfriarme...

Melen agachó la cabeza negando mientras no podía parar de sonreír, justo después volvió a levantarla y me clavó los ojos, acto seguido... acto seguido se abalanzó hacia mi cuerpo que ya le esperaba ansioso. Me agarró con fortaleza por la nuca para así llevar el control de cada movimiento mientras me besaba, luego se separó... y comenzó a conducir su boca suavemente por mi piel... deslizándola por mi cara hasta concluir en el oído. Ese roce que su barba me provocaba desencadenó en mí una especie de deja vu... mis recuerdos se encargaron de dibujar la imagen de aquel día en casa de Alejandro cuando yo le besé en el cuello y... y también me roce con su barba... una escena que no había sido capaz de evocar nunca y que ahora se representaba como una especie de memoria sensitiva... entonces me susurró...

- ¿Estás más caliente ahora no? Siempre que hago esto tengo la sensación de que para ti los susurros son afrodisíacos

Con cada palabra que expulsaba, mi boca se abría de placer, se apartó entonces y recorrió de nuevo el mismo trayecto hacia mis labios. Todavía podía notar por dónde acababa de pasar cuando.... cuando inició el retroceso... me volvió a besar, me mordió y nuevamente se separó para encaminarse ahora hacia mi otro oído. Yo me agarré fuerte al asiento... tan fuerte que incluso las venas de mis manos se hincharon, mientras mi respiración seguía agitándose y mi piel se erizaba... él con una voz dulcemente orgásmica y demasiado sugestiva por las pausas que añadía pronunció

- Te voy a dar lo que tanto esperábamos... y estoy seguro de que al final de la noche sonreirás con mi nombre

Ahora sí, ya no había ni un milímetro de mi cuerpo que no temblará y palpitara simultáneamente. No lograba entender si es que este hombre me volvía loca hasta puntos insospechables y nunca experimentados o... o definitivamente llevaba demasiado sin hacerlo y conteniéndome... manteniendo los ojos cerrados mientras tragaba constantemente saliva y bajo una respiración entrecortada y muy sonora, pude pedirle

- ¡Arranca!

- Madre mía Malú que indecisa... ¿qué hago paro, arranco, voy, vengo, te caliento, te enfrío...? ¿qué hago...? (preguntó irónico)

- ¡Arranca! Y no vuelvas a frenar aunque te lo diga, porque... (apreté el puño y lo apoyé en mi frente) porque ahora mismo me montaría encima tuyo y daríamos rienda suelta a la imaginación pero... pero no es ni la situación ni la comodidad que busco para nuestra primera vez, así que me contengo... me contengo y no me desprendo del puto cinturón de seguridad que es eso... es la única seguridad que hace que no me lance encima tuyo...

Entonces me coloqué mirando por fin al frente a la carretera y sin parar de mover las piernas... al instante él recuperó la voz

- ¿Sabes lo que me pone verte así?

Me giré precipitadamente de nuevo hacia su cuerpo, con una mano le agarré fuerte del cuello de la camisa mientras con la otra le señalaba ordenándole

- Melendi no vuelvas a hablar... no vuelvas a abrir la boca... porque te pedí que me calentaras no que me dejaras en la cuerda floja y al borde de un volcán en erupción...

Dibujó en su rostro una expresión divertida, y al segundo sin ninguna oposición comenzó a conducir, creo que aceleró más de lo permitido ya que en apenas cinco minutos estaba aparcando delante de mi casa, sopesó la circunstancia y realmente le compensaba enfrentarse a una multa... El hecho de dejar su coche personal justo delante de mi puerta toda la noche era arriesgar... quizá demasiado... pero... pero nuestras cabezas en ese momento no daban para pensar más allá de la más estricta necesidad sexual. En cuanto saco la llave del contacto afirmó impetuoso

- ¡Llegamos!

Yo... yo con unas manos temblorosas casi me arranqué el cinturón... ese cinturón que actuaba hoy no por seguridad vial sino por nuestra propia seguridad... manteniéndome amarrada a mí... a la fiera. Pero ahora que ese obstáculo había sido eliminado de nuestra realidad y después de despojarme de los zapatos dejándolos allí tirados, apoyé en el asiento los pies para impulsarme y saltar encima suyo... Permanecí sentada sobre sus piernas en ese tan reducido espacio... frente a frente... por fin me lancé fuertemente a besarle al tiempo que le sujetaba la cara  rompiendo cualquier barrera... nuestras bocas se atraían tanto... las abríamos y cerrábamos mientras las lenguas jugaban... esta vez la mía llevaba ventaja... se desplazaba ágilmente y transitaba por sus labios humedeciéndolos con la mezcla de nuestras propias salivas.

De pronto me separé, él continuaba con su mano derecha enredada en mi cabello, lo contemplé unos segundos... y luego... luego conduje mis manos acompañadas de una respiración brusca hasta el principio de su abdomen, conseguí colar mis dedos entre los espacios que dejaban los botones, tiré de aquella tela hacia los lados con firmeza y garra para abrirla y poder disfrutar así de su peligroso torso... No me costó mucho... al segundo intento lo conseguí, saltando por ello algún botón por el coche, mis manos se asentaron en sus pectorales y mi boca se encaminó hacia su cuello... con una voz entrecortada por la agitación y las numerosas sensaciones logró entonar irónicamente

- Tampoco me gustaba tanto esta camisa...

Respiraba y bebía de su cuello a través de los besos que le regalaba, haciendo un pequeño descanso le contesté

- Aunque fuera tu camisa preferida, no hubiera cambiado nada... te la arrancaría igual... me importa muy poco

- Si es de esta forma y con esta intención... puedes rompérmelas sin dudarlo las veces que desees y necesites durante toda la vida

Por fin tomó él la iniciativa... acercó su cabeza a la mía para alcanzarme los labios, simultáneamente sus manos descendieron por mi espalda  buscando el límite que separaba el vestido de mi propio cuerpo... sentía ese trayecto que recorrían  porque la tela era demasiado ligera y transparente. Su objetivo de buscar una entrada a mí anatomía le llevo hasta mis muslos donde verdaderamente podía acariciar mi piel al natural, sin ningún envoltorio...

¿Amigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora