Momentos decisivos...

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En ningún momento se preocupó de sus nudillos, no le importaban porque sencillamente no sentía ese dolor, había algo más importante que lo camuflaba, a causa de apoyar sus manos en las rodillas y en ellas la cara, la sangre que estaba asentada en sus dedos pasó a impregnar su mejilla derecha. Continuaba llorando, arrepintiéndose de todo, torturándose con verdadera crudeza y sin ningún tipo de clemencia, de alguna forma no sabía si podría perdonarse que yo me hubiera marchado y peor aun... todo lo que eso suponía. De repente, apareció allí un hombre encargado de la seguridad del lugar, y al encontrarse a Melendi tirado se acercó a él con cierta preocupación

- ¿Estás bien?

- Si, tranquilo (contestó casi sin poder hablar)

- Pero... pero tienes sangre

Melen negaba con la cabeza, aquel tipo se marchó seguramente a buscar a alguien... Melendi no quería ver ni hablar con nadie, así que haciendo un gran esfuerzo se ayudó del suelo y de la pared para conseguir levantarse, tomó de encima de un altavoz una sudadera de esas que utiliza todo el equipo técnico durante la gira, se la puso y se colocó la capucha, entonces salió de allí por la misma puerta que lo había hecho yo. En cuanto notó el golpe de frío en la cara, en seguida miró para ambos lados, había alguna persona andando pero existía bastante distancia de por medio, de verdad lo sentía por las personas que estuvieran esperando a la salida del parking, pero no sé veía con fuerzas como para encarar esa situación poniendo buena cara cuando en realidad se hallaba roto y... y no por la mitad, sino en incontables trozos, dispersos y lejos de juntarse. Se aseguró de nuevo de que no hubiera nadie, y con las manos metidas en los bolsillos de la sudadera escondiendo la sangre, aceleró el paso y después de tan solo unos segundos, comenzó a correr... comenzó a correr sin mirar atrás y alejándose de allí... el frío que azotaba su cara se acentuaba debido a las lágrimas que aun caían por su piel y las cuales, robaban calor a su cuerpo para evaporarse, ofreciéndole en el rostro una sensación térmica algo más alta que la propia temperatura del exterior

En un principio Melendi solo huía de aquel lugar, sin una dirección aparente pero al verse cerca del Parque de Roma se encaminó hacia el, las calles se encontraban bastante vacías, por ello y gracias a la dificultad para reconocerle por la capucha y esa sudadera, se le facilitó la tarea de pasar desapercibido... como cualquier anónimo. Lo cierto es que de alguna manera intentaba utilizar la velocidad como terapia... como terapia para descargarse y despejar su mente, su cabeza conseguía así concentrarse en coordinar el cuerpo para correr y dejar de lado el tema que nos comprometía a los dos. En determinados momentos cuando sus piernas aminoraban y... y en su mente se volvía a dibujar mi imagen... la secuencia de acción en la que me marchaba... su fatiga se acrecentaba y no por el cansancio... entonces... entonces se estimulaba... se estimulaba y aceleraba buscando de nuevo esa rapidez que le serenara... corría como si fuera una guerra consigo mismo... una guerra con su cabeza que aun era peor... Incluso llegaba a gritar para liberar presión y nerviosismo... y... y para conseguir apretar todavía más en la carrera... en la lucha. Cada vez respiraba más y más rápido... debido al frecuente e intenso aumento de la necesidad de oxígeno en su cuerpo, incrementándose así también su temperatura corporal

Su móvil empezó a sonar, sus piernas pararon en seco, ya que su cabeza en seguida pensó que podía ser yo... por ello las ordenó frenar instantáneamente, fatigoso sacó el teléfono pero... pero se equivocó... era su representante... ignoró esa llamada... y otras cuantas que le prosiguieron, silenció el móvil y continuó con su terapéutico ejercicio físico. Amainó en la carrera, y un poco más calmado fue capaz de reflexionar con más lucidez, su cabeza pensaba a más velocidad debido a la agitación, que le producía estar corriendo y por ello... por ello es uno de los métodos más útiles para aclarar las ideas cuando estás absorto. Necesitaba esos instantes solo, solo consigo mismo... preguntándole en voz alta a su propio corazón lo que de verdad quería y anhelaba en este momento de encrucijada, recibiendo de su cuerpo contestación en forma de emociones, sensaciones, pulsaciones, calidez, miedos... que él mismo se encargó de transcribir en palabras

¿Amigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora