Epílogo (Pt. 1)

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IN LOVING MEMORY/INMANENCIA 

I. Soledad y Promesas

— Una palabra más... por mí — pidió el moreno mientras una oleada de frío inundaba el lugar.

El viento soplaba con fuerza, haciendo que su chaqueta ondeara al ritmo de este, algo tan común en esas fechas.

Noviembre siempre tenía las mejores corrientes de aire del año: frescas y rebeldes, pero sobre todo, melancólicas.

Con su rostro sin reflejar ninguna emoción y sus ojos fijos en lapida, le fue imposible el no venirse abajo. Su mente viajó hacia cada momento de su corta vida a lado de la mujer, tratando de aferrarse a cualquier esperanza que lo hiciera creer que realmente aquello era un simple sueño, una simple broma del destino que siempre se había querido vengar de él.

Pero no. Todo aquello era verdad. Sophia estaba muerta y era algo que no podía cambiar.

Su corazón se encogió y su agarre sobre el pasto se acentuó. Sus piernas estaban dobladas sobre el verde suelo, dejando la lápida con el nombre de su amada grabado a su misma altura. Dos lirios descansaban sobre el pasto, frente a la lápida, al lado de unas veladoras encendidas, de las cuales, al consumirse, desprendían un aroma muy familiar para él, las flores favoritas de Sophie: lirios.

El tiempo a su alrededor pasaba, sin que él pudiera detenerlo, aunque tampoco era algo que él quisiera hacer. Detestaba como es que todo a su alrededor seguía su curso, ajenos a la enorme pérdida de la castaña mientras que él no podía seguir avanzando, puesto que un pedazo de él había sido mutilado, arrancado de su cuerpo sin permiso, impidiéndole el continuar.

Tan inmerso estaba que no fue consciente de su alrededor hasta que la suave caricia de una gran mano sobre su hombro, seguido por la enorme sombra que se había cernido sobre él le impidieron seguir contemplando el nombre de su amada.

— ¿Interrumpo la visita? ¿Debo tomar algún turno? — la voz gruesa de aquel hombre hizo volver al resto de sus sentidos a la realidad.

Loki desvió su mirada hacia su costado, encontrándose con el rostro sonriente del capitán. Sus ojos azules eran radiantes y su rostro tan terso como siempre, como si el tiempo también se hubiera detenido en él.

Steve agachó la mirada y soltó unas ligeras risas.

— Parece ser que alguien se cansó de perseguir mariposas — su volumen de voz disminuyó.

El moreno siguió la mirada del hombre, tratando de comprender sus palabras y se dio cuenta de que Alberick había terminado dormido sobre sus piernas. Nunca se percató del momento en el que el menor había llegado ahí.

— Rick...— nombró, casi inaudible, a su hijo, mientras trataba de encontrar alguna señal de mentira en el niño.

El rubio soltó su hombro, se acercó a la lápida y, tras acariciar el mármol, dejó un gran ramo de rosas rojas sobre el pasto, al lado de los dos lirios azules.

Una ligera mueca de diversión se dibujó en el Jötun. "Nadie entiende que detesto las rosas" escuchó la suave voz de su mujer entre sus recuerdos.

— Las detesta — masculló mientras que el rubio se alejaba.

— ¿Perdón?

El moreno acarició los suaves risos del menor en forma ansiosa.

— ¿Qué haces aquí? — desvió la conversación mientras sus semblante se volvía frío de nuevo y sus ojos se desviaban hacia otro punto.

Steve se detuvo y posó sus ojos sobre el moreno.

Aura©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora