Introducción

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—Mila Hamilton —llamó Marcus Eaton, el líder de Abnegación, la facción de los estirados. Suspiré y traté de no demostrar (al menos no tanto) lo nerviosa que me encontraba. Este era el cambio que estaba esperando, este era el momento en que comenzaría a vivir mi nueva vida, a ser cómo realmente soy.

Miré a mi padre antes de ponerme de pie. Él era un erudito, y su prueba le dió un resultado obvio y esperado: Erudición. Conoció a mi madre, se casaron y rapidamente decidieron tenerme a mí. Él era un erudito, sabía que yo me iría.

Le sonreí observando por última vez todos los detalles de su rostro avejentado que ya me sabía de memoria. La comisura de los labios curvada hacia abajo, las arrugas en la frente de forma vertical que lo hacían lucir más serio de lo que realmente era, y sus ojos hundidos. A pesar de su vejez mi padre todavía tenía rastros de su rostro simétrico y que en su tiempo, fue atractivo.

Rápidamente me puse de pie y trate de controlar mi respiración al momento de bajar las escaleras. Cerré ambas manos, formando un puño al notar lo sudadas que estaban. Cuando termine de bajar las escaleras, me acerqué hacia donde Marcus se encontraba, frente a los cinco cuencos, que representaban las cinco facciones que podía elegir.

La tierra representaba a Cordialidad.

El cristal representaba a Verdad.

Las piedras representaban a Abnegación.

El agua representaba a Erudición.

Las brasas ardientes representaban a Osadía.

"Los que culparon la guerra a los cobardes, formaron la facción de Osadía" resonó la voz de Marcus en su discurso sobre la historia de las facciones. 

Tomé el cuchillo que el líder me extendió, e hice un corte rápido. Mi mano ardía, y observé como un líquido caliente y de color bordó comenzaba a brotar del corte, así que acerqué mi mano y dejé caer finalmente, la sangre en las brasas ardientes. 

—¡Osadía! —anunció Marcus, con voz clara. La facción, que era la más ruidosa, estalló en una serie de aplausos descoordinados y gritos de festejo. Con una sonrisa muy amplia, me acerqué hacia el extremo de la sala llena de gente vestida de ropa roja y negra. 

Uno de los miembros de Osadía se puso de pie, y palmeándome el hombro en señal de felicitación, me ofreció su asiento. Ya era miembro de Osadía. Ya comenzaría a vivir mi vida.

Soy Divergente y nadie puede controlarme.

Soldiers - Eric/DivergenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora