Capitulo XXXIII: Descubierta

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La sangre es lo único que se puede apreciar en el cuarto. En el suelo, manchando las paredes, brotando de pequeños orificios del cuerpo de miles de osados.

Aquellas paredes blancas están tan manchadas de rojo oscuro, que ni siquiera sé cómo tengo en mente que antes eran blancas.

Se escucha un gemido en medio del eco del lugar. Ahora la sala se hace enorme, vacía e infinita, con una luz al final. Comienzo a correr hacia donde me parece escuchar el gemido, y me frustra darme cuenta que estoy corriendo más lento de lo que debería. Observo mis piernas buscando una causa y veo más rojo: una bala me impacta en la pierna haciéndome caer. Mientras caigo al suelo observo como aquel líquido espeso comienza a teñir mi pantalón blanco.

-¡Muévete!- grita alguien debajo de mi. Rápidamente me arrastro, dejando en el suelo antes blanco todo un recorrido de mi herida. Un pequeño niño veraz está frente a mi, con un orificio entre medio de sus cejas, del cual cae una enorme cantidad de sangre.

Muevo mi vista. Ahora observo un osado adolescente con un disparo en la cien, que me señala con su dedo índice.

-¡Tu culpa!- me acusa. Yo no lo entiendo. Pronto sus gritos de culpa se vuelven más inentendibles puesto que se va alejando.

Aparece mi padre vestido de blanco. De su bolsillo saca un arma, la pone en su boca y se dispara. Más rojo, más sangre, más manchas en la pared.

-¡Hamilton!- me dice Eric. Su rostro es lo primero que observo. Como instinto observo hacia todos lados, estoy ahora en la habitación que pertenecía a mi padre y que ahora compartía con Eric. Las paredes son azules y están limpias, cubiertas por armarios con armas ocultas. El techo es tan azul que simula ser el cielo, y por un segundo me tranquiliza del sueño que acabo de tener.

Me limpio el sudor de la frente y no es hasta entonces que noto que mi mano izquierda presionaba mi herida de bala. Aquella herida que me habían proporcionado los padres de Eric cuando tomábamos el complejo de Erudición. Sus padres se encontraban en una simulación al igual que los veraces que hacían de guardias. Sé que no me habían querido herir, ni mucho menos, pero realmente esperaba que ya estén muertos de una vez. O encerrados por sus crímenes o muertos en la batalla. No había forma de que estén sueltos puesto que los habríamos cruzado.

-¿Estás bien?- me pregunta. Lo único que se escucha en la habitación es mi respiración agitada. Asiento algo aturdida, y con fuerza sobre mis brazos me acomodo para quedar sentada en la enorme cama. Tomo con mis dedos el borde de la manta blanca que nos cubre a ambos y la acerco hasta mi cuello.

-Tengo frío- le digo, para desviar mi pesadilla. No sé qué habré hecho o dicho para que Eric me despierte, pero debe haber sido explícito porque el suele insistirme en que le cuente todo, y ahora no lo hace.

-Hoy te revisará Cara, ¿Recuerdas?- me pregunta. Su torso desnudo está tibio al contacto, así que me enredo en su pecho poniendo mi cabeza en su hombro. - Te harán unos exámenes médicos, probablemente te extraigan sangre y demás. Espero que pases la prueba física porque realmente quiero salir por mi cuenta, pero no lo haré sin ti. Sin presiones eh- dice riendo. Su sonrisa me tranquiliza apenas un poco, apenas unos segundos. Luego, todo el tema del embarazo me vuelve a matar de a poco.

No quiero ser madre, nunca lo he querido o al menos, nunca tan temprano. Todavía tenía muchas cosas que hacer, traumas por resolver, ciudades que descubrir. Guerras que ganar.

Me aferro con más fuerza a Eric, como si eso fuera a resolver todos mis problemas. Y por un segundo, parece que así será.

-No te me pegues así- dice riendo y se separa un poco de mi.- Debemos ir a desayunar, me quedaría contigo hasta la tarde pero debo hablar con Cuatro-

Soldiers - Eric/DivergenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora