Capítulo XLIII: El último día

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Tris me mantiene informada. Durante las semanas en las que permanecí casi ermitaña con Eric, ella me mantuvo informada. Tengo toda la información ahora para ver qué haré con ella: Catherine está siendo controlada por David, mi madre me ha contado por qué abandonó a David y al Departamento, sé lo que sucedió con la rebelión de los leales, y sé que en cuarenta y ocho horas reiniciarán a Chicago.

Y ahora, es momento de actuar.

Me coloco un rápido cambio de ropa luego de la ducha. Eric está observando unos papeles junto a mapas del Departamento, mordisquea un lápiz y luego hace anotaciones. Parece concentrado, pero quiero molestarlo. Él, su bendita forma de ser me ha alejado de la depresión que mi cuerpo quería abrazar.

—Hola —le digo. Son las nueve de la mañana, debíamos desayunar y poner nuestros planes en marcha. Me siento sobre sus piernas y él me toma de la cintura, remarcando la curva de ésta con sus dedos pulgares.

—Hola —responde también. Me suelta con una de sus manos y ésta viaja hacia mi mentón, hace solo un poco de presión. Ese movimiento hace que mi rostro quede más cerca del suyo y por lo tanto nos besamos.

—Debo ir con Cuatro, me avisó que harán una práctica de tiro y hablarán sobre Caleb y lo que tiene que enfrentar. ¿Vienes, verdad? —me dice, tomando mi cintura y haciendo que ambos nos pongamos de pie.

La luz en la habitación es tenue, dejamos que la luz natural entre en lugar de encender los focos. La habitación en sí está desordenada, la cama revuelta, ropa interior por todos lados, y armas esparcidas en toda la habitación.

Elijo mi vieja arma, la que conservo desde mi entrenamiento en Osadía, del día de la matanza a Abnegación. También, tomo un cuchillo y lo escondo en una de mis medias. Me gusta sentirme segura y preparada, el plan podía adelantarse unas horas si así lo ameritara.

—Lista —le aviso a Eric. Él asiente, también toma un arma que guarda en la funda. Es un pequeño hueco hecho de cuero que envuelve en su espalda y está cubierta por su chaleco.

Los dos salimos hacia el pasillo, nuestros pasos son apresurados sin motivo. Eric pasa rápidamente por el área del comedor, roba unas cuantas frutas para ambos y dos botellas de agua. Por el corto tiempo que tenemos, no podemos darnos el lujo de detenernos y sentarnos a desayunar, así que lo hacemos caminando.

Mordisqueo una manzana mientras nos alejamos cada vez más del Departamento y nos encontramos en los túneles de entrenamiento subterráneos que tenían los GD.

El espacio es abierto, espacioso y poco iluminado. En el techo, hay una fila de luces de color amarillento que no iluminan muy bien. Las paredes son grises y están algo rasgadas por entradas de balas, o incluso rasgaduras producidas con armas blancas. Hay unas cuántas mesas contra una de las paredes, y en dónde están todos reunidos hay una sola de estas. La mesa parece de madera pesada y oscura, y su única función ahora es sostener las armas que están acomodadas en filas. Son armas del Departamento, hay alrededor de quince, y también cuatro cajas de municiones.

—Ya estaba por comenzar con Caleb —habla Cuatro. Aún me cuesta verlo, pero eso es sólo porque lo asocio con aquella bomba que detonó cerca y mató a Uriah. Esa bomba que fue la determinante en el fin de mi embarazo y la vida de mi hijo. Él se ve culpable, Eric no puede ni siquiera dirigirle una mirada y la verdad es que yo tampoco. Me gustaría poder decirle que sé que no fue él, sé que participó en algo que no conocía, pero no puedo.

Saludo a Tris y a Christina, y Eric se queda observando todo desde más lejos, con los brazos cruzados. Estar así, incluso con la horrible presencia de Peter, me hace sentir como en aquellos viejos días de iniciación. Nosotras tres contra los osados, contra el resto del mundo.

Soldiers - Eric/DivergenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora