Epílogo

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Dos meses después.

—¿Y? ¿Cómo te sientes?—pregunta Tobías a Eric, inclinándose ligeramente hacia él para que los presentes no escuchen su conversación.

—¿De verdad preguntas eso, Cuatro?—sigue llamándolo por su apodo—. Estoy esperando que ella aparezca y camine hacia mí, nada que no pueda controlar—vuelve a decir, haciéndose el desinteresado. Fingiendo que la situación no le importa demasiado, aunque por su mente sea todo lo contrario.

—Claro, si tú lo dices—responde Cuatro con tono burlón.

La realidad es que Eric estaba esperando que California entre y se acerque a él. Estaba mintiendo al decir que no estaba, al menos un poco, nervioso. La adrenalina que recorría su cuerpo era increíble, pero ésta ayudaba a mantenerlo en pie totalmente concentrado.

Alza su mirada, y se encuentra frente a frente con California. El alma le cayó al cuerpo, ella se veía increíblemente hermosa si es que eso era posible. Caminaba con una gran determinación, y él no hacía más que esperarla.

Cuatro retrocede unos pasos, a pesar de ser el compañero de Eric y tener que estar a su lado, no quería entrometerse entre ambos.

—Te ves preciosa—dice él, alzando su mano para que ella se acercara y comenzara con lo que debían hacer.

—Lo sé, tú también. Pero te verías mejor con un poco de color —le dice.

Sabía que Eric se había quedado sin municiones, así que decidió adelantarse hacia él. De todas maneras, predijo que si él estaba sin municiones desprotegido no la recibiría así. No estaba solo, debía haber alguien de su equipo con él. Así que se puso atenta a los alrededores antes de dispararle a él.

De repente, California siente un impacto que le genera un picor en el pecho izquierdo. Se enoja terriblemente, y dispara hacia donde había escuchado el disparo de pintura.

—Maldito traidor, Eaton—le reclama. Tobías sale de su escondite, con una mancha de color roja en el medio de su estómago.

—Le has pegado a mi mujer en la teta, Cuatro—le reclama Eric acercándose a ambos.

—Lo siento—se disculpa el moreno—, no puedo controlar bien mi puntería.

—Sabes que eso es mentira, podrías haberme disparado en el ojo desde esa distancia sin equivocarte—le reclama ahora California, mientras limpia sin éxito una mancha de pintura amarilla en su pecho.

—Técnicamente gané yo. Me habré quedado sin municiones, pero soy el último sin manchas de pintura—dice Eric con un tono de orgullo. California y Tobías resoplan al haber perdido, pero al menos habían sido los tres últimos en jugar.

—Ahora ya no—responde California, al dispararle una pelota de pintura de color verde directo al pecho.

Cuatro suelta una risotada, mientras que Eric quedó sorprendido ante el impacto. Mentiría si dijera que al dispararle tan cerca una pelota de pintura no le dolió tal vez un poquito.

—Tú y yo tendremos una charla pendiente—le dice a California. Ella no hace más que lanzarle una mirada divertida a Cuatro, fingiendo cotillear sobre Eric.

Los demás salen de sus lugares: Christina, Zeke, Amar, George y Peter habían jugado con los tres. Y también debían contar a la gran cantidad de jóvenes osados que habían terminado su iniciación hacía años, o bien que nacieron en osadía y no pudieron realizar la iniciación. Las guerras los habían obligado a ocultarse y por consecuencia alejarse de Osadía, ahora pudieron volver y hacer lo que quisieran en la facción que eligieron.

Soldiers - Eric/DivergenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora