Capítulo 1: Cuatro

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 Cuando la ceremonia terminó, seguí a los Osados quienes salieron corriendo rápidamente edificio. Mi falda de color azul Francia (color característico de mi pasada facción) me impedía dar pasos más largos, por lo que me quede algo atrás de los osados.
 La falta de costumbre hizo que correr por tan poco tiempo me afectara con una gran falta de aire y comenzó a molestarme con una punzada en la parte derecha de mi estómago.

 No me importó. Imitando a los demás osados (porque nadie nos había dado instrucciones) comencé a trepar las estructuras que sostenían las vías por donde el tren pasaba. Me di cuenta lo que significaba, cuando salía del instituto luego de que mis clases terminaran veía como los osados subían al tren en movimiento para volver a su sede.

 Me puse nerviosa y tragué saliva. Jamás hubiera pensado que subiría al tren en movimiento.

 El sonido del tren acercándose hizo que todos mis músculos se tensaran, pero la adrenalina me mantuvo firme. El tren finalmente llegó y pasó a pocos centímetros de mi rostro, lo cual me hizo palidecer por completo. ¡Tenía que subir a un tren en movimiento!

 La ventaja de haber sido Erudita toda mi vida, es que sabía muy bien estudiar, memorizar, imitar etc. Esta vez, tomé de ejemplo un nacido en Osadía, estiré mi brazo hacia la manija y con el mismo me impulse hacia debajo del tren levantando una de mis piernas. El impulso fue tan potente que empujé con mi hombro a alguien que estaba allí, así que me gire para disculparme.

—Lo lamento —me disculpé, y luego presté atención a quien era—. Tú eres Beatrice, chica... tú si tienes agallas —le dije. Ella, como toda estirada (así era como se les decía a los miembros de abnegación) sonrió tímidamente.

—Gracias, y tú eres Mila, te conozco de algunas clases de la escuela —dijo algo avergonzada. Los abnegados eran así, rechazaban la vanidad, los cotilleos, las muestras de afecto en público y el contacto físico.

—Esto fue intenso —suspiró una chica con ropa de verdad cerca de nosotras. Ella nos miró con algo de cansancio y se notaba un rastro de sudor en su frente por el esfuerzo —. Soy Christina por cierto.

—Mila—repetí, y la chica abnegada hizo lo mismo.

—Beatrice —murmuró.

 Sonreí para mis adentros, no podía creer que lo había logrado. Pero mi sonrisa se borró cuando escuché esa voz, la voz de Peter Hayes. Él, como siempre se encontraba molestando a unos chicos transferidos en el vagón, seguramente no haría lo mismo con los nacidos en Osadía. Giré mis ojos hacia arriba y mordí mi labio. Observando la mueca de odio que Chris puso cuando Peter se acercó me di cuenta que no le tenía más afecto que yo.

 Él se encontraba con otros dos chicos de verdad, Molly y Drew. Juntos, se la pasaban golpeando niños en los descansos del colegio y siempre saliéndose con la suya. Al ser de verdad, ellos inventaba cualquier excusa haciendo quedar mal al otro chico, y nadie dudaba de ellos por su facción. No me sorprendía que se hayan transladado a Osadía.

 Pasaron unos pocos minutos del viaje, en los que me dediqué a mirar hacia afuera observando la ciudad y como íbamos dejándola de lado. Ya no eran visibles los edificios de Erudición.

 Estábamos a punto de llegar a las granjas de Cordialidad, que era lo último de territorio antes de llegar a la valla, ¿Dónde estaría la sede de Osadía? Me pregunté para mis adentros. Asomé un poco mi cabeza por la puerta y mi cuerpo se tensó. Los nacidos en Osadía estaban saltando desde el tren hacia uno de los tejados del edificio. Casi me quedo sin respiración y automáticamente me puse de pie.

—Están saltando de nuevo —anuncié. Will, el hermano de mi única amiga, Cara se acercó a la puerta para observar y palideció.

—Hay mucha distancia —me afirmó Will—. ¿Cuánto impulso requerirá, cinco o seis pasos?

Soldiers - Eric/DivergenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora