Capítulo XXXVII: Ecografía

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El clima está despejado, fresco y soleado. El cielo está teñido de un azul intenso y las nubes están esparcidas en una hermosa e inentendible figura. 
Me encuentro en el comedor, casi sola. Eric se ha ido a hablar con Cuatro por la mañana acerca de la nota, Tris se ha ido con Zoe para poder discutir sobre la vida de su madre en esta ciudad. Uriah y Christina están desayunando juntos, algo alegres y la verdad es que no quiero interrumpirlos.

Observo mi bandeja. La comida aquí es más extraña y está procesada de una forma muy diferente a como se hacía todo en la ciudad. Revuelvo un poco con el tenedor y finalmente llevo un bocado hacia mi boca.

—¿Puedo unirme? —dice Matt, apoyando su bandeja en la mesa y quedando a mi lado. Me inclino un poco para observarlo: su rostro luce palido y cansado, sus ojos hinchados, su nariz roja. Parecía que también la estaba pasando mal.

—Creo que ya te has unido —le digo, con media sonrisa. Matt mastica el bocado de comida que llevaba, y mientras me mira atento. Me enseña el brazo que tenía aún la venda cubriéndole su herida de bala.

—Casi no me duele y ya está por curarse. Tienen demasiada tecnología por aquí —dice y vuelve a bajar el brazo —¿Cómo te sientes?

—No lo sé —musito.

—Si, tampoco yo. Es que... vaya, teníamos una vida aquí fuera de la cual no recordamos nada. Esa idea ha estado rondando en mi cabeza las últimas horas. Ahora tenemos nuevos nombres, supongo. ¿Deberíamos usarlos?

—No lo sé, si alguien dijera California por los pasillos dudo que yo me diera vuelta. Pero tampoco le quiero hacer mucho caso a un nombre falso dado por David o quien sea.

—Te entiendo. A mí me gusta Brayden, suena bien. Es como si..
Cómo cuando repites muchas veces tu nombre y te suena feo. Bueno, Brayden me suena bien y lo he repetido bastantes veces.

—Es porque tu cerebro debe tener alguna parte de la memoria que quedo intacta ante él es tu nombre real —le respondo —, qué bueno que tú te sientas bien con tu identidad oculta y olvidada.

—No, no es que me sienta bien. Pero, ¿Qué más puedo hacer? Sentarme para estar amargado no me servirá de nada.

—Oye, no estoy en mi mejor momento —le digo riendo, apuntandolo con mi dedo índice. Matt me dedica una sonrisa y me abraza por pocos segundos. El contacto con su mano es cálido pero pronto, recuerdo aquella vez cuando intentó arrojarme al Abismo. Siento la venda en los ojos, los golpes, las múltiples manos tomando mi cuerpo e intentando arrojarlo al agua. Me siento incómoda ante su tacto, y lo nota. Me suelta y prosigue con su desayuno.

—Oye, ¿Es cierto lo de tu embarazo? Porque escuché muchas personas hablar de ello. Sobre todo los de uniforme azul, se los notaba muy contentos.

—Ah, sí. Si es cierto —le respondo, pensando en cuantas veces esos ojos habrían estado posados sobre mi y yo no tenía idea de nada. Qué habrán visto.

—Felicidades... ¿Supongo? —duda. Yo me encojo de hombros.

—No sé todavía cómo me siento con eso.

—Entiendo, y... ¿De cuánto tiempo es?

—La verdad es que tampoco lo sé. Con Eric bueno, siempre fuimos precavidos. Así que si hubo algún problema no sabemos cuándo sucedió —le respondo —, pero los vómitos comenzaron hace pocas semanas.

—Si, recuerdo eso —dice.

—¿Todavía puedo llamarte Matt, verdad?

—Claro que sí, seguiré volteando cuanto tú me llames Matt —responde.

Soldiers - Eric/DivergenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora