Capítulo LIV: Final

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Catherine y Eric estuvieron sentados fuera de la habitación por ya dos horas. Dos horas en completo silencio. Catherine respetó a Eric en ese tiempo, nunca fue de hablar demasiado y dudaba que en Osadía haya cambiado eso.

—¿Y si su cerebro...?—intenta decir Eric, pero Catherine lo interrumpe de inmediato.

—Eric, ya basta—demanda ella. Eric no dice nada, pero Catherine no tiene razón, ella no sabe bien por lo que pasa Eric. California y él se están perdiendo mutuamente hacía meses: las guerras, los disparos, los malditos sueros de la memoria.

—No puedo, tú no sabes lo que ella ya ha pasado—le dice, casi como retándola.

—Lo sé, sé que no sé nada sobre ella o sobre ustedes. Pero así lo único que haces es estresarte más, solo espera. Ella despertará.

—Bueno, yo no puedo estar tan tranquilo.

—Ayer vi a papá y mamá—suelta Catherine de repente. Eric se queda en silencio observándola, así que ella sigue hablando:—, ellos me sonrieron. Claro, no me conocen porque no recuerdan nada. Aun así, todavía tengo la imagen de...

—Lo siento, no puedo hablar de esto—responde él, y se pone de pie dispuesto a alejarse de su hermana.

—¡Eric! —le dice antes de que él quiera irse, por lo que Eric se frena—. No hemos tenido una charla apropiada desde que te dispararon. ¿Qué es lo que sucede?

—No puedo encargarme de ti ahora, Catherine—le habla cortante—. Yo no te salvé la vida, y no quiero que de todas formas seas amable conmigo. Solo déjame solo.

—De acuerdo, pero me gustaría que podamos hablar de eso Eric. Recuerda lo bien que nos llevábamos antes—dice haciendo una pausa—, estoy segura de que podemos volver a eso.

Catherine se pone de pie, tras una última mirada a Eric y ver que éste no se dignaba a contestarle, se retira.


***


California despierta con un gran dolor de cabeza. Siente que, literalmente, le están clavando millones de agujas en el cráneo y éstas llegan a dañar su cerebro. Su cuerpo se siente débil, pero hace un enorme esfuerzo para poder moverse.

—Diablos —murmura, hablando con la garganta seca. Su mano se sentía pesada y a la vez, sin fuerzas. Con múltiples intentos, California por fin puede correr la manta que cubría su cuerpo, pues sentía demasiado calor.

Necesitaba hacer un esfuerzo para dirigirse al baño, necesitaba tomar agua y refrescar su cuerpo. La habitación está totalmente oscura, y no sabe cómo es que distinguió el lugar de baño, pues solo asumió que estaba en la habitación que previamente compartía con Eric.

Eso es, Eric.

California se desespera un poco por verlo, y tal es la desesperación que choca contra una de las sillas y ésta cae al suelo. Eso alerta a Eric, que del otro lado de la puerta escucha todo. Había decidido esperar fuera dela habitación porque no soportaba que California siga sin despertar. Temía que el suero tenga fallas, que haya superado las simulaciones y aún así haya perdido su vida.

Cuando entra en la habitación, enciende la luz y la encuentra en el suelo.

—¡Maldita sea! —grita con fuerza. Ni siquiera sabía cómo estaba recuperando poco a poco la normalidad en todos sus sentidos.

—Cali... —le habla. California dirige su mirada a Eric y siente una punzada en el pecho. Él ni siquiera le da tiempo a hablar, pues se acerca a ella luego de cerrar la puerta, y la toma de la cintura poniéndola de pie. Ahora ambos están tan unidos que parecieran formar parte del mismo cuerpo.

Soldiers - Eric/DivergenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora