Stanley

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Dedicado a  Tania_Portillo 

°•°

Salía de la escuela con la mochila al hombro, hasta llegar al estacionamiento donde, ¡oh sorpresa! mi bicicleta no estaba.
La inconfundible risa de Greta y sus estúpidas amigas se escuchó a mis espaldas.

–¿pasó algo, asquerosa judía?–preguntó antes de hacer un globo con el chicle.

–Mi bicicleta no está, ¿sabes algo al respecto?–pregunté ya cansada de estos estúpidos juegos.

–Mmm... Tal vez. Pero entre "saber" y "decir" hay una gran diferencia.–dijo extendiendo su mano frente a mi.

–¿qué quieres? ¿Chocar los 5? Ni pienses que te voy a dar un mísero centavo. Será mejor que aparezca mi bicicleta, o algo me dice que tu padre tendrá otra citación de la directora.–

La chica frunció el ceño, definitivamente no le habían agradado mis palabras.

–Como quieras...–Greta le hizo una seña a sus amigas, quienes corrieron hasta unos arbustos cercanos y trajeron mi bicicleta.

Cuando me acerqué para tomarla, Greta se me adelantó y la tiró con algo de fuerza al suelo, pisando bruscamente el canasto que tanto tiempo me había llevado decorar.

–Ups, se me patinó el pie.–soltó con burla antes de alejarse–. Nos vemos, asquerosa judía.–

–Estúpida grocera hija de...–

Mientras levantaba la bicicleta, vi como Henry molestaba al hijo del rabino, Stanley.

Bueno, creo que molestar al judío está de moda entre los chicos de hoy en día.

Levanté el canasto destruido y lo acomodé un poco para que no se volviera a caer.
Seguí observando un poco más al grupo de chicos. Uno de los amigos de Henry le arrebató la kipá a Stan y la arrojó hacia el autobús escolar que justo pasaba por la calle. Aunque fue cruel, no pude evitar reír. Cuando todos los chicos comenzaron a dispersarse, decidí acercarme a Stan.

–Hola.–solté con una media sonrisa parándome junto al chico.

–He-hey.–Stan sonrió nervioso.

–Otra vez te quitaron la kipá, ¿verdad?–él asintió apenado.

–Ya es el noveno en lo que va del año, mi padre me matará.–miró mi bicicleta–. ¿Qué paso?–señaló el pobre canasto.

–Greta... Eso pasó.–traté de acomodar uno de los finos hierros sin mucho éxito–. Veo que ser molestados por idiotas es uno de los contras de ser judios.-

–Estoy comenzando a creer que no hay ningún pro, solo contras...–soltó algo molesto–. En fin, si quieres puedo ayudarte con tu canasto. Es una lástima que quede así.–

–Eso sería genial, te lo agradecería.–

–Vamos a mi casa, lo arreglaré en un segundo.–asentí mientras subía en mi bicicleta y comenzaba a seguir a Stan. 

°•°

Al llegar al hogar del chico, dejamos las bicicletas y entramos al garage.
El de rulos quitó mi canasto -cosa que no le costó mucho ya que la idiota de Greta prácticamente lo había destruido- y lo puso sobre una mesa de trabajo.

–Estúpida Greta...–susurré por lo bajo al ver mi trabajo de días destruido–. Tanto empeño y esfuerzo para que esa estúpida con cerebro de Henry venga y lo destroce.–Stan rió tiernamente frente a mi ataque de furia.

–Lo siento, se me hizo gracioso lo de cerebro de Henry. Más teniendo en cuenta que ninguno de los dos tiene cerebro.–

Esta vez lo acompañé en la risa.

–¿por qué nunca antes hablamos?–Stan me miró–. Ya sabes, nos conocemos desde hace años pero nunca intercambiamos más de dos palabras seguidas.–el chico se encogió de hombros.

–Vergüenza, supongo. Si tú no te hubieras acercado a mi hoy, probablemente esto nunca hubiese pasado y seguiríamos sin hablarnos.–asentí con una mueca.

°•°

Stan sólo tardó unos minutos más en alinear cada uno de los pequeños hierros del canasto, pero se demoró casi una hora en pintarlo de blanco y dejarlo "perfecto", según sus propias palabras.

–y... ¡Listo!–exclamó al terminar de ajustar el último tornillo, dejando el canasto perfectamente colocado en la bicicleta.

–Gracias, quedó increíble.–solté sonriente admirando el objeto–. No sé cómo agradecerte.–Stan negó.

–No fue nada.–respondió algo avergonzado.

–Espera...–revisé mi mochila y saqué una kipá, para luego tendérsela al chico–. Es de mi hermano, al igual que tú, las vive perdiendo. Le compré ésta, pero al final no la usó. Tómala como recompensa por ayudarme. Además, no me gustaría que el rabino te regañe.–

Stan aceptó mi regalo algo sorprendido.

–Guau, gracias...–

–No, gracias a ti.–

Nos quedamos mirando fijamente unos segundos, antes de que Stan bajara la vista.

–Bueno, supongo que ya debería irme...–me puse de pie.

–¡Espera! tengo algo para ti. No te vayas.–el chico salió corriendo.

Sonreí divertida mientras me sentaba en la bicicleta, admirando el canasto.
Stan apareció en el lugar unos minutos después con un ramo de flores variadas en sus manos.

–Supuse que... Quedarían lindas en tu bicicleta.–dijo algo avergonzado acomodando las flores en el canasto–. ¿Ves? Asombroso.–

No sé muy bien porqué, pero ese pequeño gesto me había conmovido bastante.

–... Gracias, Stan.–el chico asintió sonriente.

Al salir del garage y caminar hasta la acera, bajé la patita de la bicicleta dejándola perfectamente parada.

–Bueno, creo que ahora si es tiempo de irme.–solté acariciando mi brazo nerviosa.

–Fue genial conocerte un poco mejor, ____. Creo que esto de ser judío si tiene un pro después de todo.–lo miré confundida–. El poder verte todos los sábados en el templo.–

Sentí mi corazón latir con fuerzas frente a aquellas palabras.
Casi en un impulso, me acerqué rápidamente al chico y lo besé fugazmente. Al separarme, el rostro de Stan estaba completamente rojo y apostaba que el mío estaba igual.

–Entonces... Nos vemos mañana.–solté antes de caminar hasta la bicicleta y levantar la patita.

–Sí... Mañana.–Sonreí al ver que Stan estaba algo distraído.

–Gracias por las flores.–

–Y a ti gracias por el beso.–

Una risa se me escapó mientras comenzaba mi viaje rumbo a casa en mi hermosa bicicleta llena de flores. 

 

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