Una chica serás #1

70. Levantar ese ánimo

Tomo una de esas pastillas para el dolor de ovarios y cierro la botellita de agua, para luego sentarme en el banco de mi pupitre. Otro maldito mes femenino, mátenme o mejor regrésenme mis bolas.

—¿Por qué tan amargado? —pregunta Jovan al verme —Es decir, más de lo usual —se ríe.

—Las mujeres me irritan con sus complicados cuerpos.

—No entendí —dice confundido —creí que te gustaban las mujeres.

Tiro la cabeza hacia la mesa.

—Dile a tu novia brujita que te convierta y lo comprenderás. Muero, muero, estoy muriendo ¿Cuanto tarda esta cosa? —refiriéndome a la pastilla.

—No es mi novia y no seas melodramático —ríe otra vez —. Ya hará efecto.

—¡Cállate! —le tiro la botellita en la cara —¡Nadie pidió tu opinión!

—Ay me rompiste la nariz —se pone la mano en la cara adolorido.

—"No seas melodramático" —imito su voz.

—¿Qué clase de amigo eres?

—Uno falso, como todo lo que me rodea.

Bufa.

—¿Otra vez con eso? Mejor cambiemos de tema —sonríe —veo que Seyn no te persigue, lo lograste —se lo piensa —pero en realidad no sé cómo hiciste.

—Le rompí el corazón con un malentendido como planeamos desde el principio, aunque se suponía que debías hacer ese trabajo tú.

—¿Y quién lo completo? —frunce el ceño y sonrío.

—Tranquilo, no fue la brujita, así que puedes estar calmado.

—¿Y quién fue entonces? —expresa asombrado.

—Es un tema cerrado, no importa —miro hacia un costado ignorando el tema y decido cambiarlo —. Tengo que volver a ser hombre, aunque no sé cómo, sino me volveré loco.

—Aradia dijo que tus buenas acciones te han devuelto, quizás si cambiarás un poco esa actitud...

—¡Calla! —lo interrumpo —Una persona no cambia de un día para el otro ¿No sabes nada de psicología? Y tampoco pretendo hacerlo, así que no intentes arreglar lo que no se puede.

—¿Nada? ¿Nadita? —sonríe.

—No.

—¿Y Eliza qué?

—¿Qué con Eliza? —levanto una ceja.

—Creí que habías aprendido la lección, al menos por parte de tu novia. Estás practicando como no engañarla.

—No estoy practicando nada —ruedo los ojos.

—¿No has aprendido del valor de las personas? Creí que te habías dado cuenta de lo que te has perdido.

—Deja de intentar ser mi psicólogo que aún no terminas la carrera.

—Vamos, solo una respuesta sincera —insiste.

—Quedate tranquilo, no le haré nada a tu amiga de la infancia ¿Contento? —lo miro mal.

—Es un comienzo —sonríe —. Ahora hay que levantar ese ánimo.

—Me duelen los ovarios, no molestes.

Se ríe.

—Vale, cuando mejores.