50. Las buenas acciones

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Me acerco hasta Aradia y me siento a su lado en la barra. Levanta la cara y se sorprende. Se refriega los ojos por su vista borrosa por culpa de  las lágrimas  y para creer lo que está viendo es correcto.

—Eres tú —mueve las cabeza —. Digo, has vuelto.

—Sí, me quedan 45 minutos ¿Qué ocurre? —le limpio una lágrima —¿Por qué llorabas?

Se refriega de nuevo los ojos.

—No es nada.

—¿Dónde está el tal Erik? —se sobresalta cuando lo nombro y sonrío —Di junto en el punto clave, he sido preciso ¿no?

—Deja eso, ¿Qué es lo último qué hiciste? —me cambia el tema nerviosa.

—¿Me estás cargando? —levanto una ceja —Hablar contigo sobre tú seguridad ¿A qué viene todo eso?

—Entiendo, las buenas acciones te devuelven a tu forma original —aclara.

—Bla, bla, bla, no estamos hablando de mí.

—No quiero hablar de eso —baja la vista triste.

Sonrío visualizando al crush.

—Entonces que me lo cuente él.

Se sobresalta otra vez.

—¡¿Eh?! No, déjalo ya —me agarra del brazo cuando me levanto para ir hacia él —¡Solo me rechazo! Nada más —me suelta lentamente.

Entrecierro los ojos.

—¿Por qué mientes?

—¡No miento! —se sonroja.

Sonrío.

—No puedes engañar a un perfecto mentiroso, pequeña inocente, y tu tono de voz te ha delatado. Además, no te creo capaz de declararte aún, chiquilla.

—¡No soy pequeña! —se queja.

—Si lo eres, y por esa razón es que he bajado la guardia contigo, eso es un privilegio, deberías estar agradecida.

Se ríe.

—Que gracioso, nunca bajas ese ego.

—No, jamás.

Una chica serás #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora