Había esperado con mucha resignación durante horas. Incluso se había hecho la dormida porque al parecer él tenía el olfato de presentarse cuando ella se encontraba en ese estado, pero aún así, no había aparecido. Y ahí estaba, subiendo en el ascensor para plantarle cara o en su caso, darle a entender que necesitaba su compañía. Se había sorprendido a sí misma cuando, a lo largo de las horas que habían pasado desde su nefasto encuentro, había llegado a la conclusión de que se había adaptado de una manera incontenible a su presencia. Todos esos minutos que corrían en el reloj sin que él se manifestase de ninguna manera, ya sea física, o telefónicamente o incluso para darle una orden director-empleada, le habían provocado un absurdo vacío y un inentendible pesar. Cavilando en ello se encontraba, mientras se acercaba a su habitación cuando oyó una conversación y de inmediato se quedó parada.
—Cuando acabe de darte el masaje, te sentirás mejor y dime si necesitas algo más.—¿Sería posible que esa voz era la de Noida? Ayna se tapó la boca, asombrada.
—Lo único que necesito es descansar.—Su voz sonaba apagada.
—No has comido nada desde el mediodía y te ves pálido, ¿has tenido algún otro ataque?—Se escuchó cómo alguien se movía en la cama y Ayna se enfureció. «Con qué velocidad la cambiaba».
—No, no he tenido ningún ataque. Estoy bien, no te preocupes por mí.
—Pero Domi...—¿Domi? ¿Lo llamaba Domi? Y luego no quería que ella lo tratase con familiaridad—. Sabes lo mucho que te quiero.
—Lo sé, lo sé. Me lo dices todos los días a cada hora. Simplemente estoy agotado, quiero dormir.—¡Eso es, mantente en tus trece Dominic!
—De acuerdo. Te dejaré descansar.— Se oyó el sonido de un beso y Ayna ardía de furia al mismo tiempo que se escondió en la penumbra de la entrada de una habitación para no ser descubierta—. Buenas noches, cielo.
—Buenas noches.—Acto seguido se oyó la puerta al abrir y cerrar cuidadosamente y Ayna observó y corroboró que era Noida cuando pasó por su lado. Le costaba respirar. Un ataque de indignación le subía por las venas hasta el corazón. ¿Y ella se había pasado todas esas horas sintiéndose culpable? Había fraguado mil disculpas sin saber cómo entablar de nuevo una conversación con él. No le sorprendía en lo absoluto. Fugazmente supo que algún día aquello ocurriría. ¿Cómo se le había pasado por la mente sentirse siquiera un poco especial para él? Dominic Bassols, multimillonario, dueño de una importante cadena hotelera, ¿interesado en ella? Maldijo por lo bajo ante su ineptitud, pero aun así, necesitaba respuestas, así que sin más se coló suavemente en la habitación sin llamar. Dominic se encontraba bocabajo con las manos metidas entre la almohada y... en ropa interior.
—¿Qué quieres ahora...? —dijo con voz somnolienta.
—Esperaba que me dijeras si necesito coger cita para venir a verte.—El sonido de su voz lo alarmó y levantó la cabeza con gran celeridad. Cuando la vio ahí, apoyada en la puerta y con los brazos cruzados supo que era un signo de mal augurio, pero realmente estaba muy agotado y no tenía ganas de discutir.
—Si realmente lo crees necesario, veré si puedo hacerte un hueco en mi agenda.—Se puso bocarriba con las manos detrás de la cabeza, los tobillos cruzados y su sonrisa de medio lado. Ayna se planteó seriamente el darle un guantazo en su ya conocida frágil nariz. Pero no se movió de donde estaba.
—Estuve esperándote, pero al parecer estabas ocupado en otros menesteres.—Dominic no se lo creía. Había aparecido en su habitación para buscarle y estaba realmente celosa. Y ¡Dios! Estaba preciosa con ese repentino ataque de indignación. Tan hermosa que no pudo evitar meterse con ella.

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El Caballero Oscuro
RomanceDominic es exigente, prepotente e insoportable. Esa manera casi espartana de trabajar le mantiene en alerta y en un agotador estado de resistencia. El despotismo de Dominic la conduce a una espiral de misterio y claroscuros llenos de cicatrices dond...