25

59 1 0
                                    


Al principio le pareció una ofensa, ¿por qué tenía que cumplir con sus órdenes? Pero después de reflexionar durante toda la noche, había aceptado a regañadientes reunirse con ella en el chiringuito de la playa. Sería su oportunidad para averiguar cuáles eran los motivos reales de dicha nota, aunque tenía la certeza de acerca de quién iba a centrarse la conversación. Así pues, caminó con decisión hasta la terraza que poseía el bar justo a pie de playa. No tardó en localizarla. Ella ya estaba sentada en uno de los rincones más alejados. Y cuando se acercó, se dedicaron una mirada muy significativa.

—Toma asiento, por favor.—Noida así lo hizo y se encontró frente a frente con su compañera—. Gracias por aceptar mi invitación.—Ella resopló, aunque una mujer de su clase no hacía ese tipo de cosas.

—¿Tenía elección? Prácticamente era una amenaza en lugar de una cita cortés. Un margarita por favor —le comentó al camarero que se había acercado a tomarles nota.

—Bueno, entonces sabrás por qué te he pedido que vengas.—Ayna giró la aceituna de su Martini—. Voy a ir al grano.—Le dedicó toda una mirada desafiante—. Me gustaría que me contases qué le ocurre. Por qué esa infelicidad, esa tristeza, esa soledad.—Noida la contemplaba sin perder detalle de sus expresiones.

—No sé por qué piensas que yo voy a confiarte esas cosas.— Agradeció con un leve gesto la copa que le pusieron en la mesa y le dio un pequeño sorbo—. Yo también voy a ser clara contigo.—La miró intensamente—. Al margen de que me parezcas una mujer bastante responsable y eficiente, y parezcas ser de confianza, aún no me fío de ti.—Ayna estaba preparada para ello, por eso no le sorprendió su franqueza. Así pues, le dedicó una breve mirada a su copa, y a continuación le miró.

—Lo sé. No pretendo demostrarte nada ahora, eso solo lo sabrás con el tiempo, pero ambas sabemos que, aunque parezca pretencioso, soy la única que ha conseguido llegar hasta él, aunque a pesar de mis, creo, muchos logros en tan poco tiempo, vuelve a derrumbarse una y otra vez, hay algo que le impide levantarse y te agradecería que me ayudaras, revelándomelo. Necesito protegerle, auxiliarle... Para mí se ha convertido en un objetivo y quiero enseñarle otra perspectiva de la vida, un enfoque más feliz.—Noida se le quedó mirando durante unos segundos.

—¿Crees que tú eres su felicidad? ¡Vaya! Sí que tienes la autoestima alta, ¿eh?—Ayna se ruborizó.

—No creo semejante cosa, simplemente no puedo quedarme quieta contemplando como sufre. Por supuesto, no voy a comparar mi preocupación con la tuya. Obviamente sabes perfectamente lo que le ocurre y te respeto.—Dejó escapar el aire que tenía contenido a causa del nerviosismo. Se preparó para sincerarse completamente pues eso supondría también aclararse consigo misma—. Algo muy fuerte está naciendo entre los dos. Un sentimiento que aumenta cuanto más tiempo pasamos juntos.— Se le iluminaron los ojos—. Es lo más bonito que me ha pasado desde que fallecieron mis padres.—De pronto la tristeza se transformó en rabia—. Y no me voy a quedar quieta mirando cómo se me escapa de las manos. No soy de ese tipo de personas que deja sus oportunidades pasar. Yo no. Yo lucho por lo que quiero y... lo siento.—Dejó escapar una risilla—. Bueno, en realidad no lo siento. Quiero a tu hermano para mí, y lo tendré, con tu ayuda o sin ella. Pero, por supuesto, contando contigo, le ayudaría a salir de esto más rápido.—Después de semejante monólogo, le dio un sorbo a su copa y se quedó contemplando a Noida, callada, a la espera de su respuesta.

—¿Crees que el conocer todos sus secretos te ayudará a sacarlo de la oscuridad donde está metido?—Negó con la cabeza y se señaló el pecho—. Yo lo sé absolutamente todo de él y ¿qué? Sigue hundido. No puedes hacer nada, solo Dominic puede salir. El problema es que él realmente no quiere. Ya ha asimilado todo y está acostumbrado a su insípida vida.—Ayna se indignó.

El Caballero OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora