32

75 1 0
                                    


El día era de lo más soleado, el cielo estaba completamente despejado y la dulce brisa del mar, así como su sonido, penetraba en cada poro de su piel. Había tomado la decisión de pasear por la playa. Se había puesto unos cascos, el bikini y un poco de protección solar. Caminaba despacio, sintiendo la arena mojada bajo sus pies y, de vez en cuando, una ola atravesaba sus tobillos. Su cabeza giraba y giraba dirigiéndose estrepitosamente hacia la misma persona. Por supuesto no iba a negar que eran de mundos distintos y que si se lo hubiesen dicho antes, seguro se hubiese desternillado de risa. «¿Yo? ¿Involucrada sentimentalmente con Dominic Bassols? ¿El millonario de la cadena hotelera? Jajajajaja», sería su respuesta. Una sonrisa acudió a sus labios. No sabría explicar las circunstancias que les habían llevado a acabar juntos de aquella manera, pero las asumió con determinación. No se iba a amedrentar tan solo por miedo, aunque fuese verdad que lo sentía, pues de alguna manera su tía estaba en lo cierto, sufriría muchísimo si en cualquier momento él se cansaba de ella y decidía cambiar de persona. ¿Acaso no era lo normal en gente de ese tipo? Personas que tienen tantos amantes como el dinero les permite, que se encaprichan de mujeres temporalmente para luego deshacerse de ellas como si no hubiese ocurrido nada, asustaba con solo pensarlo, teniendo en cuenta que para ella, aquella «supuesta» relación era algo serio. Pero, en el fondo, quería confiar en su instinto y su corazón le decía que podía fiarse de él, creía firmemente en aquella curiosa relación que estaba surgiendo entre ellos y caminaría hacia delante ocultando el temor a salir dañada. Le pareció oír su nombre varias veces y se paró en seco para sacarse uno de los cascos.

—¡Ayna!—Se giró y se quedó petrificada. ¿Necesitaba aquel jarro de agua fría ahora?—. Vaya, sí que andabas distraída, pues llevo llamándote largo rato ya y no había forma.—Patrick le alcanzó en varias zancadas. Debía reconocer que su físico había mejorado con el tiempo, pues cuando se conocieron era un chico atractivo, pero flacucho. Ahora era todo un hombre, bien formado y con cada músculo en su lugar. Se sacó el otro casco y los sostuvo en la mano mientras le observaba—. ¿Estás sola? ¿Y tu guardaespaldas?—Ella entrecerró los ojos.

—¿Debería llevar uno? ¿Dónde has dejado a Eloise?—Él resopló de mala gana.

—De nuevo con el mismo tema.—Le sonrió—. Te lo resumiré para que quede zanjado de una vez. Me asusté con las circunstancias que te rodearon, no sabía cómo consolarte. Como estabas tan hundida que no me prestabas atención, pues acudí a ella para tener alivio físico.—La miró intensamente—. ¿Ha quedado claro ya?—Ayna se llevó la mano a la cadera y suspiró.

—Me parece muy bien ese estupendo resumen, lástima que llegue con mucho retraso y que ya no me importe. En fin, ¿todo bien?—No sabía cómo interrumpir aquello, quería seguir paseando pensando en aquel caballero oscuro que no se había dignado a volver a enviarle un mensaje después de dejarle con la miel en los labios prometiéndole un encuentro pasional. «Arrancarte la ropa con los dientes». Tragó saliva sin darse cuenta, su cuerpo traicionero le enviaba señales de alarma.

—Sí, todo bien, podría ir mejor, pero...—Se encogió de hombros—Entiendo que a ti las cosas te van estupendamente, ¿no?—Le dedicó una sonrisa y una mirada significativa—. ¿Sabes? El día que me presentaste a tu novio, me sonaba de algo, pero no estaba seguro y lo dejé pasar, hasta que hace unos días leí un periódico que próximamente se inaugurará un nuevo hotel de la cadena Bassols, y ¿cuál fue mi sorpresa?, sorprendentemente uno de los solteros millonarios más codiciados del mundo resulta que era precisamente tu frío y serio guardaespaldas.—Se cruzó de brazos como esperando que le colgara una medalla.

—¿Y?—añadió Ayna poniendo cara de indiferencia total.

—Pues... ¿qué se siente cuando tienes atrapado a un hombre así? Entiendo que así hayas logrado olvidarte de mí tan rápidamente. Es como si... no pudiese competir de ninguna manera, tengo todas las batallas perdidas.—Ayna le miró extrañada.

El Caballero OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora