Cuando Jefferson lo llamó para que acudiese a su consulta antes del horario fijado, torció el gesto. «¿Qué mosca le habría picado?». Se presentó allí a la hora señalada, pues era excesivamente puntual y se sentó en el sillón distraído con su Iphone a la espera de que le soltase una parrafada, pero su revelación fue toda una sorpresa para él.
—¿Cómo dices?—preguntó sintiendo cómo la ira y el miedo le subían a una velocidad de vértigo por la coronilla.
—Lo que oyes. No voy a disculparme contigo puesto que, si estoy en lo cierto, y es algo en lo que creo firmemente, el atrevimiento que me he tomado la libertad de usar, dará sus frutos ante tus propios ojos, bueno, más bien, serán tus oídos los que presten atención.—Dominic se incorporó violentamente.
—¿Qué clase de estratagema es esta? ¿Vas a ponerme contra las cuerdas sin mi consentimiento?—Jefferson le sonrió y le hizo un gesto con la mano para que se sentase de nuevo.
—Cálmate, hombre. Sabes bien que jamás he intervenido en ningún tipo de decisión que hayas podido tomar, pero sé perfectamente que el miedo que tienes de que esa muchacha sepa la verdad sobre ti te está frenando demasiado. Tienes la felicidad justo delante de ti y no quieres verlo. He decidido ayudarte dándote un pequeño empujón.—Él frunció el entrecejo.
—¿Darle mi expediente entero te parece un pequeño empujón? ¡Me has arrojado al abismo!—Jefferson contempló el reloj y se levantó.
—Acompáñame —Dominic se levantó a regañadientes y lo siguió. El doctor le abrió la puerta del baño—. Entra y escucha, pero sobretodo, cállate.
—¿Pretendes que me esconda como un niño en el baño a espiar?—gruñó—. Nunca.—No bien lo dijo, sonaron unos golpes en la puerta que le sobresaltaron.
—Cállate.—Dominic iba a rechistar hasta que Jefferson dio orden de que pasaran. Y se quedó tan quieto como le fue posible, sintiendo los latidos de su corazón cada vez más aprisa. Respiraba entrecortadamente y nunca antes en toda su vida le importó tanto el oír qué opinaban de él, a sabiendas de su verdadero pasado.
El resto prácticamente había surgido solo. Había escuchado cómo ella lo había defendido con pasión y se había comprometido a hacerle feliz, cosa que le había parecido irreal. ¿Por qué demonios iba a permitirle a ella que tomara las riendas de su vida? Suspiró. A quién quería engañar. Estaba deseando que alguien se preocupara de él lo suficiente como para cerciorarse de si era feliz o no. Después de esperar lo que le pareció suficiente para poder salir sin toparse con ella, se quedó sentado sobre su moto cavilando sobre las palabras de Jefferson.
—La única traba que tienes eres tú mismo.—Suspiró. Puso a aquella máquina en marcha y aceleró rumbo al hotel. Necesitaba sentir la velocidad sobre su piel, pero lo que sintió fue la tremenda tromba de agua que junto al viento, se le clavó en la piel como pequeñas cuchillas afiladas, y dio gracias a ello pues le sirvió para tomar conciencia de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor y se dijo a sí mismo que si no daba la vuelta y la veía en ese mismo instante se preguntaría durante el resto de su vida si realmente él podría haber cambiado su suerte. Así pues, sin más dilación, se encontró conduciendo hacia su casa. Nada más llegar se dio cuenta de la tensión que se adueñó de su cuerpo ante la expectativa de encontrarse con ella, y aunque estaba calado hasta los huesos llamó a la puerta, sujetándose de los marcos para infundirse el valor que necesitaba para entrar y no salir corriendo.
Lo que había ocurrido nada más se abrió la puerta aún daba vueltas en la cabeza de Dominic mientras se duchaba, y no podía evitar sonreír como un tonto mientras se enjabonaba el cabello. Menos mal que se había adentrado por la puerta del servicio y había subido a su habitación con el sigilo de una pantera. No fue hasta que no se halló dentro que no fue consciente de que se había venido sin camiseta desde que se la donara como ofrenda, y soltó un gruñido de disgusto consigo mismo por haber sido tan irresponsable. ¿Y si le hubiese pillado alguien de la prensa? Dominic Bassols escabulléndose medio desnudo de la casa de una empleada y... ¿Esas cicatrices? Lo avasallarían a preguntas y se envolvería en una espiral de persecución a la caza de referencias sobre su vida personal. Apoyó las manos en el mármol y levantó la cara para que el agua le recorriera el rostro. Tenía que hablar con ella sobre aquello. Enfrascados como estaban en conocerse el uno al otro y en continuar con esa especie de relación que estaba surgiendo le había despistado hasta el punto de no acordarse de su controlada discreción. Jamás había dado pie a que se hablase de su vida y no iba a comenzar a hacerlo ahora. Él no concedía entrevistas y nunca había posado para fotos. Noida era la que se ocupaba de ese aspecto a la hora de informar sobre datos relevantes acerca de la compañía. Y no quería que aquello cambiase, dentro de lo que cabía, pues sabía que era conocido en muchos círculos, le gustaba pasar desapercibido y se había pasado once largos años labrando esa cualidad. No quería alterar las cosas sencillas que le hacían sentirse menos cautivo de su papel de ejecutivo, como por ejemplo el hecho de moverse con total libertad sin necesidad de llevar personal. Se había pasado todos estos años intentando llevar una vida lo más normal posible dentro de sus particulares circunstancias. De ahí que se hospedase en el hotel más pequeño de su compañía, lo más parecido a un hogar que jamás tuvo, y que dicho edificio se situase en una ciudad tranquila, donde el nivel de turismo era medio, sin que llegase a grandes saturaciones de gente, cosa que le hacía respirar más relajado, pues no le gustaban las aglomeraciones. Cuando acabó de ducharse procedió a uniformarse como siempre. Miró su rostro en el espejo y se peinó pulcramente el cabello hacia atrás. Sonrió. Veía el mismo reflejo de siempre, pero se sentía completamente distinto. Se llevó los dedos a los labios. No veía el momento de poder besarla de nuevo. Suspiró y se encaminó a su oficina, tenía trabajo que hacer.
ESTÁS LEYENDO
El Caballero Oscuro
RomantizmDominic es exigente, prepotente e insoportable. Esa manera casi espartana de trabajar le mantiene en alerta y en un agotador estado de resistencia. El despotismo de Dominic la conduce a una espiral de misterio y claroscuros llenos de cicatrices dond...