—Aunque ya vaticinaba que esto iba a ocurrir, aún me cuesta creer que haya sido tan pronto, hijo.—Jefferson sonreía de oreja a oreja y no quitaba sus ojos azules de aquel muchacho que ruborizado le daba pequeñas pinceladas de su relación con la señorita Lee. En cuanto entró en su despacho y comenzó a tener serias dificultades para hablar, supo perfectamente qué era aquello que había ocurrido.
—Bueno..., aún necesito otro bote.—El doctor parpadeó sorprendido. Por supuesto, no había contado con que milagrosamente se recobrara después de veintinueve años de tratamiento y comenzó a trazar las directrices necesarias para ir reduciendo su dosis poco a poco.
—Bien.—Se giró en su asiento y se levantó para dirigirse al armario donde se guardaba toda la medicación.
—¿Bien? ¿Así de simple? Normalmente, me soltarías el típico sermón de que no me aliviará eternamente, etc., etc.—Dominic, molesto ante las continuas vibraciones de su móvil, decidió silenciarlo, la conversación con Jeff era más importante.
—Sucede que veo cerca el momento en el que dejarás de necesitar estas cápsulas y créeme que nadie más que yo, deseo finalizar tu tratamiento, pero eso conlleva un proceso minucioso. No puedo eliminarlas así como así, creándote un síndrome de abstinencia.—Dominic entrecerró los ojos.
—¿Crees en serio que podré dejar de tomar esto?—Soltó un bufido incrédulo—. Las necesito, Jeff, y estoy convencido de que será así siempre. Aunque me siento increíblemente bien cuando estoy con ella, y a pesar de que tenga esa capacidad para deshacerse de mis delirios, no puedo correr hacia ella como un niño asustado y me avergüenza que sea testigo de mis crisis.—No podía creerse que su personalidad estuviese cambiando hasta tal punto de poder sincerarse con él de aquella manera, cuando normalmente habría aparecido, recogido el bote de pastillas y se habría largado regocijándose de no sufrir un psicoanálisis. Sin embargo, eso debía reconocerlo, desde que la había conocido estaba, como decirlo, más comunicativo, y no veía otra persona más indicada que Jefferson del cual oír consejos.
—También estabas convencido de que tu vida nunca cambiaría y mírate.—Sonrió sentándose de nuevo y poniendo sobre la mesa el frasco—. Estoy muy orgulloso de tu proceso.
—Vale, vale, ya lo he captado. Dejémoslo así.—El muchacho retiró su mirada para observar el reloj.
—No estás acostumbrado a que se te alague, ¿eh?—Dominic carraspeó, incómodo—. Bueno, además de contarme tus avances, y eliminada ya la inquietud que te consumaba acerca de tus orígenes, ¿qué es lo que quieres decirme?—Él se quedó callado—. Percibo perfectamente cuando algo te preocupa.—Dominic se levantó y agarró con fuerza su medicación.
—Sí. Hay algo que no deja de rondar por mi cabeza, pero creo que es demasiada información para hoy. Tengo que trabajar.—Se dirigió hacia la puerta y se giró—. Gracias, Jeff.—Le dedicó una breve sonrisa y el doctor se quedó satisfecho con lo acontecido, de momento. El muchacho comenzaba a abrirse por primera vez y el cambio que se había producido en su actitud era extraordinario, pues siempre había mostrado esa disposición pesimista asumiendo su papel funcional en la vida. Le había confesado una vez que tan solo era una máquina fabricada para generar dinero y cuando llegase el momento de que no sirviera para ello, simplemente desaparecería. No le había pasado inadvertido el mensaje que subyacía bajo esas palabras, y tras varias ocasiones en las que lo habían encontrado en graves circunstancias llegó a preocuparse hasta el punto de contratar a Nathan Evans, a sabiendas de su verdadera identidad. Este había corroborado que habían sido circunstancias involuntarias producidas por el exceso de trabajo y sobreesfuerzo. Al final, ambos se habían conocido bajo otras finalidades y Nathan se había quedado a su lado, como guardaespaldas, espía, confidente... Pero ahora, todo era diferente. Por primera vez contemplaba esa sonrisa sincera y transparente que le revelaba las ganas de vivir, de sentir, y sobre todo de pertenencia. El chico estaba deseando encajar en aquella curiosa familia de féminas y al parecer era bien recibido. Sí, reflexionó Jefferson. Pronto vería más cambios y por fin se cumpliría la voluntad de Henry.
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El Caballero Oscuro
RomanceDominic es exigente, prepotente e insoportable. Esa manera casi espartana de trabajar le mantiene en alerta y en un agotador estado de resistencia. El despotismo de Dominic la conduce a una espiral de misterio y claroscuros llenos de cicatrices dond...