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—¿Es que no sabes qué hora es?—Sabía que sonaría molesta, y a pesar de que desde que realizó aquella llamada no había dejado de intentar descifrar el por qué su instinto había acudido a ella, no se retractó de su impulso. La contempló cruzar la habitación un poco indecisa.

—No le llamaría si no fuese urgente. Necesitaba su ayuda.—Mentira. Algo como aquello sonaba completamente falso a sus oídos, solo esperaba que ella no se percatase de tremenda farsa. Intentaba mantener la calma, nada más lejos de lo que sentía realmente.

—¿Qué ocurre?

—Un coma etílico.—Beth se acercó al cuerpo del joven y comprobó sus constantes vitales; tensión arterial, pulso y frecuencia respiratoria—. Le he dado un masaje cardíaco.—Ella asintió, le abrió los párpados y le observó los ojos mediante una luz fugaz. A continuación se giró a su maletín y sacó lo que le pareció a Dominic una jeringuilla demasiado larga, provocando que este se girase discretamente para no mirar.

—¿Ha vomitado?

—Al parecer no hizo otra cosa desde que llegó aquí.

—Bien.—Le dio unas palmadas en la cara—. ¡Ey! ¡Oye! ¿Cómo te llamas?—Dominic observó que su amigo reaccionaba pero no lograba hablar. De nuevo unas palmaditas—. ¡Venga! ¡Abre los ojos! Dime... ¿cómo te llamas?—Su amigo giraba la cabeza y no lograba verbalizar nada coherente, pero al parecer le sirvió su respuesta. A él le sorprendió la fuerza que salió de aquel menudo cuerpo cuando la observó asombrado girar a su amigo para ponerlo de lado. Recolocó su cabeza sobre la almohada y se levantó acercándose. Se cruzó de brazos—. Esto va a tomar tiempo, hasta que logre depurar el nivel de alcohol de su sangre, pero se recuperará. Ahora dime, ¿por qué no se te ha ocurrido llevarle a un hospital?—Dominic dejó escapar un suspiro y se mesó el cabello, dejando atrás la tensión que le había estado consumiendo desde que entrara y viese a Niko en semejante condición.

—No podía hacer eso. Conoces perfectamente quién es. ¿Acaso no sabes que la prensa ya estaría publicando la noticia?—Ella entrecerró los ojos escudriñándole con la mirada y, por un instante, le pareció que descubriría la verdad.

—¿La prensa es más importante que la vida de tu amigo?

—¡Oh, vamos! No soy tan ignorante como para no saber que no estaba en ese límite.

—Ajá.—Beth miró de nuevo al hombre que yacía de lado en aquella enorme cama circular semiinconsciente. Evitó formarse una opinión al respecto—. Normalmente me importa bien poco por qué las personas llegan hasta este punto.—Se dirigió de nuevo a su maletín mientras hablaba distraídamente—. Los dos, rodeado de mujeres bebiendo alcohol, tiene muy mala pinta.—Se encogió de hombros y le fulminó con la mirada—, teniendo en cuenta la implicación emocional que tienes con mi sobrina.—Se irguió y sus ojos se llenaron de un frío vacío, tan glacial que a Dominic le recorrió un escalofrío. Al oír aquellas palabras referidas a la relación que le envolvía con la muchacha, se percató de que aún no habían definido nada, pero obviamente no quería que su tía llegase a pensar que estaba cometiendo algún tipo de falta. Barrió con la mirada la habitación. La verdad era que todo jugaba en su contra. Aquel lugar emitía olor a sexo y a alcohol, aunque fuese de élite. La firma o la marca, en esos momentos le servían de poco. Había sido juzgado, sentenciado y condenado a muerte por esa mujer.

—No negaré que hemos estado tomando copas, pero estas mujeres eran..., digamos...—Se rascó la mejilla intentando buscar las palabras adecuadas—. Una distracción para él. En lo que a mí respecta, me quedé abajo en el reservado hablando toda la noche con tu sobrina.—No tenía costumbre de justificarse ante nadie y se sintió extraño ante la necesidad de hacerlo con ella. Le mostró el teléfono como prueba irrefutable—. Lo puedes corroborar tú misma.—Beth le dedicó una mirada de soslayo. No tenía por qué dudar de su palabra, de todas formas, con solo preguntarle a Ayna comprobaría su coartada y tampoco se tenía por entrometida. Tras unos minutos de rigor en el que no hubo ademán alguno, Dominic prosiguió—. Ahora, si me disculpas, debo ocuparme de un asunto pendiente.—Se giró, pero antes de salir, volvió a mirarla—. Muchas gracias por acudir, Elisabeth, le debo un favor.—Ella asintió y observó cómo desaparecía, acto seguido, volvió a contemplar a aquel muchacho. ¿Qué es lo que llevaba a las personas a perder el control de aquella manera? Se sentó en el suelo, apoyando la espalda en el borde de la cama y con los pies encogidos. Colocó el codo en una de sus rodillas y dejó descansar su cara sobre la palma de la mano, observando detenidamente a aquel joven, que ahora estaba sumido en un profundo sueño. No podía ocultar que estar en aquella habitación le superaba, pero ella se había encontrado situaciones peores. ¿Por qué demonios tenía que ser ella la que tuviese que ocuparse de él? Dejó escapar un suspiro.

El Caballero OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora