En el estacionamiento del colegio, siendo miércoles, se veía a la gente... Bueno, diré que tomaron demasiada cafeína como desayuno.

   Cuando visualicé a Wally viniendo hacia mí, después de bajar de su motocicleta, lo saludé con un gesto de la mano.

—¿Tienes idea de por qué tan alterada la gente? —inquirí, subiendo los escalones de la escuela.

  Se encogió de hombros.

—Tradiciones escolares.

—¿Qué quieres decir?

   Se detuvo antes de entrar a la escuela para encender uno de sus cigarrillos.

—A veces olvido que no eres de aquí —musitó, mientras exhalaba una nube de humo—. Después de que el primer mes de clases acaba, comienza la diversión. Los más adinerados de la escuela, incluyendo a Violet, ofrecen fiestas una vez por mes. Se turnan.

   Fruncí el ceño. Era una tradición algo extraña.

—¿Y por eso están así?

   Volvió a encogerse de hombros.

—A todos aquí les gusta divertirse, drogarse y emborracharse. Y una fiesta de los ricos proporciona todo eso junto, en una sola noche.

—¿Incluso Violet? —alcé las cejas. No había ni una manera de que eso pudiera ser cierto viniendo de ella; ¿qué pensarían los Gold?

—Siempre se las ha arreglado —concluyó, inspirando una vez más del cigarro y apagándolo contra el muro. Lo guardó dentro de la cajita, y me miró—. Pero los ricos deben estar de buenas para ser invitado.

—¿Hay condiciones? —me sorprendí.

—He sido invitado a un par, nunca de Violet —repuso—. Y no he hecho gran cosa, sólo tienes que ser social. A los ricachones mimados no les gustan los marginados que pueden arruinar su fiesta con un ambiente deprimente.

   Rodé los ojos.

   Observamos cómo Fiona y Jane bajaban de un auto, desde el aparcamiento.

   Desde el asiento trasero, también bajaba Austin.

   No tardaron mucho en unirse a nosotros.

—Hey —saludó Austin, que había llegado primero.

   Fiona y Jane se mantenían discutiendo algo en su trayecto a nuestro encuentro.

—Es que es de no creer —mascullaba Jane—. Tienes que hablar con ellos seriamente, Fiona. No me gusta.

—¿Qué ocurre? —pregunté, mirando el semblante de Jane.

—Quise pasarla a buscar en coche —explicó, enfadada—. Y me vieron sus padres. Y salieron a la calle a armar un escándalo. Temía que dañaran mi auto.

—No iban a dañar tu preciado coche, Jane —Fiona se oía exhausta.

—¡Pues no podía saberlo con exactitud! ¡No hasta que interferiste!

   Fiona suspiró. Observó a su novia, y sacudió la cabeza.

—Es demasiado temprano para peleas. Ven a buscarme cuando te encuentres más tranquila y con la mente serena.

—¿Qué...? —Jane abrió la boca, asombrada— No puedes decirlo en serio. ¿Ahora yo soy la culpable de todo?

—Nunca dije que lo fueras, Jane. Pero estás exaltada.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora